Myanmar: La guerra olvidada que destruye también parroquias y conventos
Federico Piana - Ciudad del Vaticano
Conventos destruidos, edificios sagrados arrasados, religiosos y religiosas obligados a huir para no morir bajo las bombas o los morteros. La guerra civil en Myanmar, que está provocando cientos de miles de víctimas, continúa con más violencia que nunca y no perdona ni siquiera a la Iglesia. "Por ejemplo, en la diócesis de Loikaw han sido afectadas más de la mitad de las parroquias, 21 de 41: un drama que hace estallar el corazón", cuenta una fuente local que pide permanecer anónima. "Estamos asistiendo - añade - a un éxodo masivo de sacerdotes y monjas: se desplazan con la población que huye de las ciudades hacia el campo o las montañas". El objetivo, explica la fuente, es "hacer que los fieles no falten los sacramentos y el acompañamiento espiritual que necesitan también en estos momentos de terror".
Iglesia punto de referencia
En los campos de refugiados, instalados sobre todo en las zonas fronterizas del país del sudeste asiático, los sacerdotes y las religiosas se ocupan de hombres, mujeres y niños que no tienen nada. "No solo les garantizan los bienes de primera necesidad, sino también la oración y la instrucción", cuenta la fuente, que revela cómo estos "religiosos se hayan convertido en un punto de referencia para todos, manteniendo viva la esperanza y la valentía de seguir adelante a pesar de los sufrimientos".La vida de fe continúa, sin haberse interrumpido nunca. Incluso, revela la fuente, muchas hermanas han decidido "crear un servicio de escucha con el que apoyar a la población, psicológicamente probada. Esta gente necesita sacar todo el drama que tiene en el alma y ser consolada con palabras de vida eterna".
La alegría por la cercanía del Papa
Lo que hace aún más amarga la situación es la indiferencia de la comunidad internacional. La fuente recuerda que desde el día del golpe de Estado, ocurrido el 1 de febrero de 2021, sobre la guerra civil de Myanmar ha caído una gruesa capa de silencio. "Solo el Papa - afirma- se acuerda de nosotros, como hizo también el domingo pasado en el post Ángelus. Esto nos conforta y nos anima a resistir y a luchar por la vida. Nosotros, así, no nos sentimos solos".
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