Navidad en Siria, donde los maristas llevan alegría a niños que sólo conocen la guerra
Jean Charles Putzolu - Ciudad del Vaticano
Desde 2011 y el comienzo de la guerra en Siria, han nacido más de seis millones de niños que solo han conocido la violencia y la guerra. Todavía hoy, entre dos y tres millones de ellos no van a la escuela. Más de ocho millones de niños necesitan ayuda humanitaria. Según Unicef, los niños de Siria se encuentran entre los más vulnerables del mundo. A la guerra, que ha matado a unas 500.000 personas, se sumó el mortífero terremoto del 6 de febrero de 2023 en Alepo. En este contexto, las exhaustas familias cristianas sirias se preparan para celebrar la Navidad. El 22 de diciembre, los Hermanos Maristas harán una distribución especial a 1.100 familias: un pollo, un kilo de naranjas, un kilo de manzanas y 30 huevos. Puede parecer un regalo trivial, pero para las familias que recibirán esta ofrenda es la garantía de una comida completa en Navidad. En Alepo, el hermano marista Georges Sabé celebrará el 25 de diciembre con los scouts y sus padres, y se esforzará por llevar un poco de alegría a los niños, en medio de las numerosas dificultades de la vida cotidiana.
Hermano Georges, nos acercamos a la Navidad y en esta ocasión hemos querido dirigir nuestra mirada a Siria y más concretamente a los niños. Tras doce años de conflicto, hay al menos 6 millones de niños, según Unicef, nacidos después de 2011 que solo han conocido la guerra....
Por desgracia, los niños de los que hablamos hoy son todos niños de la guerra. Tanto si han vivido la guerra directamente, como si han experimentado sus consecuencias a través de la violencia, los miedos, todo lo relacionado con la vida cotidiana, la enseñanza, el verse obligados a desplazarse y todo lo relacionado con la visión del futuro. Cuando hablo de niños, hablo de niños que, además de la guerra, siguen sufriendo las consecuencias de las sanciones económicas y que, hace casi un año, sufrieron también el terremoto. Hay un miedo muy arraigado en los corazones de nuestros niños, que se ha renovado con el terremoto y que ha dado lugar a una sensación de inestabilidad, como si los diversos desplazamientos no fueran ya suficientes. El terremoto ha dicho concretamente a todos los niños que siguen amenazados. Existe la amenaza de la guerra, pero también la de los peligros naturales.
¿Qué traumas deja esto a los niños?
Primero tengo que hablar de la violencia. Desgraciadamente, hace falta una educación muy fuerte para que los niños comprendan dos cosas importantes: el respeto por los demás, por los que son diferentes a mí, y aportarles un signo de esperanza. Cuando hablo de respeto, me refiero a que tenemos que enseñar a nuestros hijos a resolver los conflictos de forma no violenta. Es muy fácil para ellos tener en sus manos juguetes que parecen armas. Creen que pueden resolver un conflicto con otro niño pegándole, incluso utilizando ese juguete y simulando que lo matan. Juegan a pelear y a morir. Esto es la guerra... Es un trauma que reside en lo más profundo de cada niño. El otro tema importante es el de la estabilidad y el desarraigo. Nuestros niños a menudo han sido desplazados. Muchos de ellos también saben que su futuro puede no estar en Siria, que sus hermanos, miembros de otras familias o compañeros, han abandonado el país y se han ido a otra parte. Existe esa sensación de horizonte cerrado, en el que no hay esperanza, un horizonte en el que el niño no sabe en qué se convertirá. Esto es muy grave y desestabilizador para el desarrollo de la personalidad del niño. También repercute en sus estudios y en su visión del futuro.
¿Qué estructuras siguen en pie, después de la guerra, después del terremoto, capaces de enseñar hoy todos estos valores? Usted ha mencionado algunos, pero también están los valores de la paz y la reconciliación. ¿Dónde se puede enseñar esto hoy en Siria?
Es una situación terrible porque muchas escuelas fueron destruidas durante la guerra y luego a causa del terremoto, que supuso otra amenaza para estos niños. Más allá de la estructura de piedra, es necesario crear espacios seguros para los niños, espacios que les den un poco de alegría, un espacio donde puedan jugar, estar cómodos y seguros. Esto es lo que las diferentes congregaciones religiosas intentan ofrecer a los niños cristianos y a los niños musulmanes. Debemos trabajar en la educación, en la educación para la paz, para evitar en el futuro una guerra que destruya al hombre como destruye la piedra.
Nos acercamos a la Navidad. Usted ha hablado de espacios por crear o espacios donde los niños puedan sentirse protegidos y seguros. ¿Cómo piensa celebrar la Navidad con los niños de Alepo?
Le daré un ejemplo muy concreto: con nuestros pequeños scouts celebraremos la la Nochebuena con padres e hijos en un momento de alegría, de fiesta, de familia. Rezaremos juntos, estaremos juntos en comunión y, por otra parte, celebraremos con alegría. Cuento con la oración para que nos ayude y nos dé fuerza durante este tiempo de Adviento y Navidad para mantener esta esperanza a pesar de todo y llevar un poco de alegría a la vida de cada niño.
Usted nos ha descrito una situación que sigue siendo extremadamente delicada, complicada, difícil. ¿Cómo encontrar, en este contexto, las palabras adecuadas para llevar un poco de alegría a los niños? ¿Qué les dice?
Tengo que reconocer que a veces no tengo las palabras adecuadas.... Pero también debo reconocer que a veces, desde mi oración, puedo decir una palabra de esperanza escuchándolos, invitándoles a salir al encuentro del otro, a comprender que hay otras miserias, terribles y mucho más duras para los ancianos por ejemplo, pero también para las familias y otros niños. Les invito a salir al encuentro de los más pobres, de los que tienen hambre, de los que están solos. También les digo que dejen de lamentarse siempre de ser un hijo de la guerra y les propongo ser un hijo al encuentro de los más abandonados, de los más olvidados.
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