Llega la guía para proteger a los niños de los daños medioambientales
Cecilia Seppia – Ciudad del Vaticano
Madre y pediatra. La vocación y el interés por el medio ambiente de Elena Uga, médica del Hospital Sant'Andrea de Vercelli y coordinadora de la asociación científica "Pediatras por un mundo posible" (PUMP, por sus siglas en italiano), se pueden distinguir fácilmente en esta combinación que expresa la atención y el cuidado por los más pequeños, víctimas involuntarias de lo que todos conocemos ya como las nefastas consecuencias del cambio climático. Nacida en 1973, con tres hijas y una pasión sin límites por la música, especializada en Enfermería Alergológica y Medio Ambiente, Elena lleva años siguiendo de cerca el impacto de la contaminación y otras patologías ambientales en los niños, hasta el punto de sentir la necesidad de escribir una guía, junto con otros colegas, dirigida a padres, profesores y educadores.
Los especialistas que participan en este libro "Los niños y la contaminación", publicado por la editorial Junior, apuntan en primer lugar al smog, que contiene partículas, monóxido de carbono, ozono, dióxido de nitrógeno y dióxido de azufre, que pueden afectar negativamente al desarrollo cognitivo, predisponer a enfermedades metabólicas e incluso reducir el cociente intelectual. Por otro lado, encerrarse en casa tampoco es una buena idea, ya que el aire interior contiene moho y compuestos volátiles tóxicos como el formaldehído. Sin olvidar el muy nocivo tabaquismo pasivo: se calcula que causa hasta el 13% de los casos de asma infantil, el 20% de las infecciones bronquiales y pulmonares, el 15% de las infecciones de oído y más del 20% de los casos de muerte súbita del lactante. Pero no sólo la contaminación atmosférica es preocupante, también los pesticidas, los microplásticos, los protectores solares y, en general, los productos de higiene y textiles. Por esta razón, es crucial fomentar la concienciación y la percepción de los riesgos y, a posteriori, introducir pequeños pero constantes cambios en el estilo de vida.
Más vale prevenir
"Proporcionalmente a su tamaño, un niño tiene mayor superficie cutánea y capacidad respiratoria que un adulto, es decir, intercambia más aire, tiene más piel, por lo que todo lo que le llega del exterior y que puede ser perjudicial tiene un mayor impacto sobre él", explica la doctora Uga. Además, el niño, sobre todo en los famosos 1000 días de vida, que van desde la concepción hasta los dos años, tiene un metabolismo que funciona muy rápido, basta pensar en la velocidad absoluta con la que dos células pueden pesar 15 kg en este tiempo. Otra fase de gran susceptibilidad es la pubertad, una época de gran crecimiento y desarrollo. Además, no podemos dejar de observar cómo las enfermedades cardiovasculares, como los infartos de miocardio y los accidentes cerebrovasculares, que afectan a la población de más edad y a menudo se ven muy afectadas por la contaminación atmosférica, tienen sus raíces en los primeros años de vida de una persona. Dicho esto, sólo puedo decir que los escollos son muchos, pero también hay más concienciación y mayores posibilidades, a través de la información y la prevención, de poder descubrirlos y contrarrestarlos incluso con pequeñas medidas". Uga insiste también en la desigualdad social que agrava inevitablemente el impacto del cambio climático en las poblaciones. La contaminación es aparentemente bastante democrática, transversal, no perdona a nadie, ni a pobres ni a ricos, pero no cabe duda de que los mayores daños se observan en los países del Sur del mundo asolados por el hambre, las hambrunas, las guerras, la pobreza, la falta de saneamiento... Además, no es ninguna novedad que, incluso en los países más ricos, las clases sociales menos favorecidas son las que disponen de menos recursos para contrarrestar los daños causados, por ejemplo, por catástrofes naturales, olas de calor o sequías excepcionales.
Consejos prácticos para mamás y papás
Sin embargo, la guía "Los niños y la contaminación" no es un compendio alarmista, sino que, más bien, entre sugerencias y estudios clínicos, surgen muchas soluciones al alcance de todos. "Uno de nuestros mensajes", dice la doctora Uga, "no es 'ya no tenemos esperanza, cerremos la ventana y tiremos la llave, porque es la única manera de proteger a nuestros hijos', ¡todo lo contrario! Hay muchas cosas prácticas que podemos hacer por la salud de nuestros hijos y por su futuro".
Para protegerlos de los microplásticos, los pediatras aconsejan comprar envases de vidrio (incluso biberones), comida a granel, envases de cartón, no utilizar papel film para los alimentos, comprar juguetes ecológicos, de madera, papel, tela, mejor si son certificados, utilizar pañales ecológicos o lavables, comprar chupetes de caucho natural, optar por lápices de colores o témperas en lugar de rotuladores, organizar fiestas sin plástico, elegir vasos reciclables, serpentinas de papel y globos biodegradables.
Los pesticidas también pueden ser perjudiciales para la salud de los niños, empezando por el sistema respiratorio. Las sugerencias de los expertos en este caso incluyen utilizar menos insecticidas en el jardín, colocar mosquiteros para mantener alejadas las plagas, lavar bien con agua las frutas y verduras antes de llevarlas a la mesa y preferir alimentos ecológicos (según una revisión de 343 estudios, los cultivos ecológicos contienen, de media, más antioxidantes, menos cadmio y menos pesticidas que los cultivos no ecológicos).
Cuidado con los móviles y la ropa fast fashion
Otra fuente de contaminación que tendemos a infravalorar son los campos electromagnéticos producidos por los smartphones: para que los niños estén tranquilos, a veces los dejamos demasiado tiempo en contacto con estos dispositivos. En cambio, una buena práctica es evitar que los sostengan en la mano. Nunca se debe poner el smartphone en el bolsillo del pantalón o debajo de la almohada por la noche (también se aplica a los adultos), y tampoco se recomienda cargar el móvil cerca de la cama porque las emisiones del smartphone se suman a las del cargador. Por último, los pediatras aconsejan a niños y jóvenes utilizar auriculares con cable o manos libres para las llamadas telefónicas, evitando los inalámbricos.
Desde los pantalones cortos a las camisetas, pasando por las sudaderas, en la ropa infantil también están presentes sustancias químicas nocivas como los etoxilatos de alquilfenol, el pentaclorofenol y el formaldehído. "Durante la infancia, la ropa se usa durante un periodo limitado", asegura la doctora Uga. "Ante esta situación, los padres suelen optar por la moda rápida, que, sin embargo, es perjudicial para la salud y el medio ambiente". Es mejor privilegiar las marcas éticas y las fibras naturales, pensar en remendar y reparar, utilizar ropa de segunda mano. Y apostar por el alquiler de ropa para usar en pocas ocasiones, como trajes de esquí, ropa de senderismo, ropa formal o ropa de Carnaval.
Sostenibilidad, educación, ecología integral
Pensar en la salud de nuestros hijos siendo más cuidadosos en nuestras elecciones de estilo de vida, desde la movilidad sostenible hasta una dieta con una ingesta reducida de proteínas animales, también tiene un efecto beneficioso en cascada sobre el medio ambiente, afirma la doctora Uga, que no oculta la inspiración que le proporcionó la encíclica Laudato si' para esta labor de protección de los "frágiles" habitantes de la Tierra. Pero, al igual que el Papa, la pediatra insiste en la educación medioambiental de los más pequeños, cuya conciencia, dice, está extremadamente "más preparada" para la bondad, el respeto y el cuidado. "Claro que hace falta el ejemplo, manifiesta, hay que enseñar a nuestros hijos a amar la naturaleza, a frecuentar los espacios naturales, porque estando en medio de la naturaleza, pero también en medio del verde urbano, de un jardín, de un parque, sin ir necesariamente en busca de grandes cosas, no sólo uno se siente mejor psicológicamente, se siente mejor mentalmente, se siente mejor físicamente además. La primera receta que los pediatras deberíamos hacer a los niños es: permanezcan al aire libre, porque el verde cura más que cualquier medicina. Los estudios demuestran, por ejemplo, que estar al aire libre reduce el riesgo de desarrollar TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), un síndrome que se manifiesta durante la infancia y se caracteriza por la falta de atención, la impulsividad y la inquietud". La importancia de este texto, además del apoyo a la investigación y a los estudios clínicos y los consejos prácticos que todos pueden aplicar, reside en el hecho de que la comunidad científica de pediatras ha sentido la necesidad y el deber de poner sus conocimientos y su profesionalidad al servicio de los niños que, ciertamente, no pueden defenderse solos. "Incluso en esta conexión de intenciones entre diferentes especialistas se puede discernir el eco de Laudato si'", concluye Uga, "todos estamos llamados a contribuir, y si no tenemos las habilidades o el papel para resolver el problema de los combustibles fósiles o los vertederos, podemos sin embargo actuar en la construcción de una masa crítica que, consciente de las circunstancias y los riesgos, pueda hacer palanca sobre los responsables de la toma de decisiones y generar un cambio real".
“¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario. Cuando nos interrogamos por el mundo que queremos dejar, entendemos sobre todo su orientación general, su sentido, sus valores… Las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones. La atenuación de los efectos del actual desequilibrio depende de lo que hagamos ahora mismo, sobre todo si pensamos en la responsabilidad que nos atribuirán los que deberán soportar las peores consecuencias”. (LS 160-161)
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