Semilla ensangrentada que cayó y se convirtió en fruto
Marina Tomarro – Ciudad del Vaticano
Era la madrugada del 19 de marzo de 1994. El padre Giuseppe Diana, de 36 años, había llegado antes de lo habitual a su parroquia, la iglesia de San Nicolás de Bari de Casal di Principe, en la provincia de Nápoles. Era su onomástico y, después de la misa de las 7.30, para celebrarlo, había quedado con varios amigos en un bar para tomar tarta y café. Algunas mujeres y monjas ya estaban en la iglesia. También lo esperaba su amigo fotógrafo Agostino di Meo.
Lamentablemente, no eran las únicas personas que esperaban al padre Peppe aquel día. En la explanada frente a la iglesia, un hombre había salido antes de un coche. En la sacristía, el sacerdote se preparaba para celebrar la misa, vistiendo los ornamentos sagrados. Pero la celebración no llegó a comenzar, porque ese mismo hombre, tras entrar en la sacristía y llamarlo por su nombre, sacó una pistola y disparó sin piedad cuatro tiros. Dos en su cara y dos en el pecho.
La muerte del padre Peppe tuvo una resonancia nacional inmediata. Al funeral asistieron miles de personas. Monseñor Antonio Riboldi, entonces obispo de Acerra, celebró el funeral diciendo: "El 19 de marzo murió un sacerdote, pero nació un pueblo".
El valor de contar la verdad sin miedo
"Creo que la historia del padre Peppe es una obra maestra de amor, creada por Dios en una tierra que en aquel momento necesitaba redención", explica el padre Franco Picone, actual párroco de la iglesia de San Nicolás de Bari.
"El sentía fuertemente el contacto con su territorio, comprendiendo que era necesario renovar el modo de ser párroco en una comunidad que vivía una situación muy difícil, donde el hampa y la camorra hacían estragos. Tuvo el valor de hablar claro, diciendo exactamente lo que era bueno y, en cambio, lo que era malo no seguir. Aquel día, en aquella sacristía, su respuesta al mafioso 'soy yo', fue el acto conclusivo de una vida completamente entregada al Señor, como sacerdote fiel".
Por amor a mi pueblo
Ya en la Navidad de 1991, el padre Peppe había lanzado un fuerte mensaje contra esa cultura camorrista y criminal, que él llamaba la “dictadura armada” del hampa hacia los más débiles, con el documento Por amor a mi pueblo. “Se trata de un documento coral – continúa don Franco – porque es una expresión de todos los párrocos de la zona, y explica también la fuerte postura del padre Peppe y de los demás sacerdotes frente a lo que estaba ocurriendo en nuestras tierras”.
“Este documento, en el que se explica claramente qué es la camorra, se leyó la noche de Navidad como un fuerte llamamiento a las autoridades, a las personas de cultura y a todos los que vivían en esas zonas. Por supuesto, muchos respondieron inmediatamente, pero a otros no les gustó y prefirieron el silencio".
Una vida que sigue siendo un ejemplo para muchos
Fueron muchos los proyectos que el padre Peppe llevó a cabo en su vida para arrancar del hampa, sobre todo a los jóvenes, iniciativas que habrían permitido a estos jóvenes pensar en un futuro limpio en las tierras que los vieron nacer, haciendo un trabajo decente y legal, no entrando así en esos círculos camorristas, que les facilitaban ganar dinero, pero con el riesgo de ensuciarse las manos y el corazón con sangre inocente.
Afortunadamente, algunos de aquellos proyectos no se perdieron, sino que tuvieron continuidad, y junto a ellos florecieron otras iniciativas. "La primera gran obra del padre Peppe que nos quedó fue su profunda experiencia espiritual y humana – añade el sacerdote – después de su muerte, pasados los primeros años – que no fueron fáciles, porque también hubo quien intentó difamar su memoria – nuestra parroquia se convirtió en una encrucijada de personas que acudían a nosotros tanto para saber más de él, como porque querían lograr cambios concretos en sus vidas. El Estado también ha intervenido más en nuestros territorios, para expulsar a la delincuencia organizada que hacía estragos por todas partes".
"Luego nacieron muchas cooperativas, sobre todo en las tierras confiscadas a los distintos jefes de la camorra, e inspiradas en sus enseñanzas. Pero lo más hermoso, para mí que soy párroco de su iglesia desde hace más de 29 años, es poder ver que nuestro padre Peppe y su pensamiento siguen vivos en el corazón de tantas personas, y todo esto es verdaderamente conmovedor, porque es verdad, la muerte nunca tiene la última palabra".
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