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Monseñor Guizzone instó a no olvidar a quienes que trabajan en el mar Monseñor Guizzone instó a no olvidar a quienes que trabajan en el mar  (ANSA)

Obispo Ghizzoni: No dejemos solos a los marinos y a los capellanes en los barcos

El 14 de julio se celebró en todo el mundo el Domingo del Mar, recordado también por el Papa Francisco en el Ángelus y a través de un post en X. En Italia, se celebró una misa en Ravena por el aniversario, presidida por el obispo de la diócesis: "Las instituciones deben estar vigilantes para prevenir los delitos y garantizar que las normas de salud y seguridad sean observadas por todos los buques, teniendo en cuenta los derechos fundamentales de estos trabajadores".

Marina Tomarro - Ciudad del Vaticano

“OremosJuntos pidiendo a Santa María, Estrella del Mar, que acompañe a todos aquellos cuyo trabajo está vinculado al mar, así como a sus familias, y que los guíe en el camino hacia Cristo”.

Con un post en X, seguido de un llamamiento durante el Ángelus, el Papa Francisco quiso conmemorar el Domingo del Mar, que se celebró ayer, 14 de julio, en todo el mundo. Esta conmemoración, que tradicionalmente se celebra cada segundo domingo de julio, quiere recordar la labor de más de un millón de marinos que, todos los días del año, trabajan en los barcos, pero también a los capellanes y voluntarios del Stella Maris que se ponen a su servicio. En Italia, la Oficina nacional para los problemas sociales y el trabajo de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) eligió celebrarla por primera vez en Ravena, con una misa presidida por el obispo de la diócesis, monseñor Lorenzo Ghizzoni.

No olvidar a quienes que trabajan en el mar

"Este aniversario es muy importante -subraya monseñor Ghizzoni- porque son muchas las personas que trabajan en el mar, tanto los pescadores como los que trabajan en los grandes barcos mercantes que recorren el mundo, a menudo estos últimos están aislados, trabajan en condiciones difíciles y de explotación. Y es precisamente a ellos a quienes el Apostolado del Mar debe dirigir su atención, para que también ellos sean escuchados, recordados y protegidos".

Stella Maris: un ancla de esperanza

De hecho, estos trabajadores marítimos pasan a menudo largos meses en el mar, lejos de sus familias, desembarcando de vez en cuando en distintos puertos, a veces lejos de las ciudades, lo que les convierte a menudo en víctimas de lógicas ligadas únicamente al beneficio económico en detrimento de su dignidad. Precisamente en apoyo de estas personas están los voluntarios de la asociación internacional Stella Maris. "Esta organización es realmente muy importante para el personal marítimo -señala Ghizzoni-. Está formada por sacerdotes, monjas, pero también por muchos voluntarios laicos. Aquí en Ravena tenemos a los padres Scalabrinianos, que están comprometidos con esta realidad y ayudan a todos los trabajadores que llegan a nuestro puerto". Muchos voluntarios han estado ellos mismos relacionados con el mar y, a veces, después de jubilarse deciden seguir cuidando de los que todavía se dedican a actividades marítimas. Los marinos acogen a estas personas con gran alegría, entre otras cosas porque a menudo son el único contacto con el mundo fuera del barco donde trabajan. Estas personas intentan darles no sólo apoyo espiritual, sino también ayuda concreta cuando desembarcan, o para ponerse en contacto con las familias lejanas".

Incluso para los capellanes de estos buques mercantes, contar con la presencia de sacerdotes a bordo es a menudo un consuelo importante. "Desgraciadamente -continúa el obispo-, la situación de aislamiento no es sólo para los trabajadores, sino también para los capellanes de estos barcos. Junto a los consagrados de la asociación Stella Maris, redescubren su pertenencia a la Iglesia, se sienten parte integrante de ella, y esto es también muy importante para el desempeño de su misión en los barcos".

El aislamiento de Covid sigue pesando

Si el periodo de Covid-19, fue un drama para mucha gente, para los que trabajaban en el mar, la situación se hizo más dramática, debido a las restricciones en los desembarcos, que provocaron un aislamiento aún más duro. "Durante casi dos años, todas estas personas sufrieron mucho -asegura el obispo de Rávena-, para muchos de ellos el único medio de comunicación con el mundo exterior era el teléfono móvil o el PC, pero el contacto humano era casi inexistente. Ahora la situación ha mejorado, pero persisten los problemas de personas que realizan una actividad arriesgada, a menudo sin asistencia médica adecuada, con tiempos burocráticos muy largos para cualquier solicitud. Las instituciones que se ocupan de estas realidades, también a nivel internacional, deben estar vigilantes tanto para prevenir los delitos, como para garantizar que las normas relativas a la salud y la seguridad sean respetadas por todos los buques, teniendo en cuenta sobre todo los derechos fundamentales de todos estos trabajadores".

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15 julio 2024, 21:19