Padre Duclervil anima al anuncio del Evangelio en Haití pese a la crisis
Jean-Charles Putzolu - Ciudad del Vaticano
En Haití, el primer trimestre de 2024 ha sido el más violento registrado por Naciones Unidas desde 2022. Más de 2.000 personas han sido asesinadas desde principios de año. En Haití, el país más pobre del continente americano, 5 millones de personas -la mitad de la población- están directamente amenazadas por la inseguridad alimentaria. El país está sumido en una profunda crisis desde el asesinato de su presidente, Jovenel Moise, en julio de 2021. Desde entonces, el vacío de poder ha favorecido el resurgimiento de las bandas, que siguen empeorando la situación.
Haití ya no ocupa los titulares, pero desde la dimisión del Primer Ministro Ariel Henry, una renuncia fuertemente exigida por las bandas, la situación ha cambiado muy poco.
El 12 de junio se nombró un nuevo primer ministro, Garry Conille, para formar un gobierno de transición que restaure las instituciones del país y organice elecciones antes de febrero de 2026.
Este primer paso hacia la estabilización del país coincide con el despliegue de la Misión de la ONU. Un contingente inicial de 400 soldados keniatas ha llegado a Puerto Príncipe. Esta fuerza internacional, comandada por Kenia, debe prestar apoyo a las fuerzas del orden haitianas para llevar la paz al país.
En este contexto, compartimos el testimonio del padre Claudy Duclervil, director de Radio Télé Soleil en Puerto Príncipe, quien se refiere a la violencia de las bandas y la esperanza ligada a la llegada de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas desplegada actualmente en su país.
Padre Claudy Duclervil, ¿cómo describiría la situación actual en Puerto Príncipe? Parece que las bandas han dejado de luchar entre ellas y ahora están unidas contra el gobierno. ¿Qué piden?
Nadie sabe lo que quieren. Un día dicen una cosa y al siguiente otra. Pero, de momento, la situación no está tranquila. En Puerto Príncipe, con la llegada de las tropas extranjeras, que han empezado a recuperar terreno, las bandas se están retirando un poco, pero hay determinadas zonas en las que las bandas aún reinan y mucha gente ha tenido que dejar sus casas, abandonándolo todo, algunos viviendo en la calle. Los que tienen amigos o vecinos que pueden acogerlos se van a vivir con ellos. Pero la gran mayoría vive en la calle. En el casco antiguo de Puerto Príncipe, la capital, el centro administrativo y político, prácticamente no queda vida. Las bandas lo han arrasado casi todo.
Pero en términos prácticos, en su día a día, ¿eso significa que es incluso difícil desplazarse, por ejemplo, para ir de casa al trabajo?
Donde yo vivo, es un poco más tranquilo. Las bandas no han podido entrar, aunque de vez en cuando hay algunas incursiones de miembros de bandas, pero no se han instalado. Yo vivo entre Delmas y Pichon, y desde donde vivo sólo se tardan cinco minutos en llegar a Radio Télé Soleil. Así que para mí es fácil, pero la ciudad está prácticamente rodeada. No se puede ir a diez o quince kilómetros porque las bandas ocupan las principales arterias de la capital.
En las últimas semanas se ha hablado mucho menos de Haití. Pero como usted dice, la situación no es nada pacífica. Estas bandas están armadas, fuertemente armadas. Pero, ¿cómo consiguen esas armas?
Esa es la gran pregunta, y usted lo sabe tan bien como yo: es difícil hacerse con armas de fuego. No se entra en una tienda o en un supermercado como para comprar pan. Tienen armas automáticas, armas de guerra en sus manos. Algunas personas, algunos grupos, ayudan a las bandas a conseguirlas.
¿Grupos nacionales o extranjeros?
Según algunas investigaciones, hay gente en el país que provee de armas a las bandas. Internacionalmente también, las armas vienen de fuera. En cualquier caso, existe cierta complicidad entre algunas personas sobre el terreno y otras que viven fuera del país.
¿Cuáles son los objetivos de quienes proporcionan armas a las bandas?
Crear el caos. Porque cuando no hay estabilidad, muchas cosas son posibles. Los traficantes de órganos, por ejemplo, se benefician de ello, al igual que los narcotraficantes. Cuando no hay seguridad, cuando no hay estabilidad, cuando nada está controlado, la gente de mala fe impone su ley.
Recientemente, el Primer Ministro Garry Conille hizo un llamamiento a las bandas para que depongan las armas. ¿Será escuchado su pedido? ¿Tiene medios para hacerse oír?
Esta declaración ha causado un gran revuelo en la sociedad. Porque la gente que ha sido víctima, o cuyos seres queridos han sido víctimas, no quiere oír hablar de deponer las armas. La gente quiere una cosa: neutralizar a las bandas del país. ¿Qué garantía tenemos de que depondrán todas sus armas? No hay ninguna certeza. Cuando no se está seguro, hay que llegar hasta el final. Porque durante tres años han reinado en el poder. No han tenido piedad con el pueblo, y a veces te preguntas con qué fin. ¿Qué es lo que quieren? Porque todos somos haitianos.
También han atacado a miembros de la Iglesia y a civiles, en particular mediante secuestros para pedir rescate. La Iglesia también ha sido víctima de estos secuestros.
Sacerdotes, religiosas y laicos han sido secuestrados, y en algunos casos las familias han tenido que pagar grandes sumas de dinero por la liberación de sus seres queridos. Es una situación traumática, casi insoportable. Hace dos o tres meses, las cosas se habían calmado un poco, pero luego la violencia se ha reanudado en los últimos diez días, teniendo en cuenta que la fuerza multinacional está empezando a desplegarse. No sé si es para asustar a la población, pero ahora no quieren que la gente que vive en las zonas más pobres abandone sus barrios. Los utilizarán como escudos humanos porque saben perfectamente que va a haber operaciones para expulsarlos. Así que la violencia se ha reanudado.
Actualmente se están desplegando los primeros contingentes kenianos de esta fuerza internacional. ¿Se siente ya el impacto de su presencia?
En el centro de la ciudad, sí. Se han recuperado algunos barrios y también algunas zonas, como el Hospital General, el mayor del país, donde las bandas habían establecido su cuartel general. La fuerza multinacional los expulsó. Y lo mismo ocurre en gran parte del centro de la ciudad. La policía está mucho más presente, y eso empieza a dar un poco de esperanza a la gente.
¿Qué instituciones siguen funcionando hoy en día, por ejemplo la policía, el ejército, la educación y el sistema de salud? ¿En qué estado se encuentra el tejido social?
Tengo que puntualizar una pequeña diferencia. La situación se deteriora en Puerto Príncipe y en algunas zonas de las provincias. Pero para la inmensa mayoría de los habitantes de los demás departamentos, las instituciones funcionan. Es en Puerto Príncipe y en algunas ciudades del departamento de Artibonite donde más se nota la presencia de grupos armados. En el resto, las escuelas funcionan y las personas pueden continuar sus actividades con normalidad.
¿Cuáles son las perspectivas a medio plazo de aquí a finales de año? ¿Qué podemos esperar?
La gran esperanza es que la gente pueda ocuparse de sus asuntos de aquí a finales de año y recuperar la esperanza. El pueblo haitiano es un pueblo que sabe luchar, que ha vivido situaciones difíciles a lo largo de su existencia. Hemos pasado por situaciones extremadamente difíciles y complicadas, pero siempre nos hemos levantado. Así que esperamos salir adelante.
Hemos visto que durante estos períodos de violencia, varias parroquias tuvieron que cerrar para proteger a los fieles. Esto sigue ocurriendo en algunas zonas. ¿Cómo se las arregla la Iglesia para proclamar el Evangelio?
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