Juegos Olímpicos: Como hace cien años un encuentro interreligioso
Jean-Benoît Harel - Ciudad del Vaticano
Han pasado cien años desde que, durante los últimos Juegos Olímpicos celebrados en París, en 1924, la catedral de Notre-Dame acogiera una ceremonia interreligiosa. En recuerdo de este acontecimiento, ayer, domingo 4 de agosto se organizó un encuentro para celebrar la fraternidad entre los pueblos y las religiones, encarnada durante acontecimientos mundiales como los Juegos Olímpicos.
Movilizarse por la humanidad
Alrededor de las 10 de la mañana, representantes de diferentes religiones se reunieron en la plaza frente a la catedral que aún se está reconstruyendo tras el incendio de 2019. Junto con un centenar de capellanes del centro multirreligioso de la Villa Olímpica de París, compartieron sus reflexiones sobre cómo el deporte puede movilizarse por el bien de la humanidad. Por la Iglesia católica estuvo presente monseñor Philippe Marsset, obispo auxiliar de París; también Christian Krieger, presidente de la Federación Protestante de Francia, y Anton Gelyasov, arcipreste de la metrópoli greco-ortodoxa de Francia, así como delegados de las confesiones islámica, judía, budista e hindú.
La belleza de reunirse
La elección de la plaza de Notre-Dame parecía obvia, explicó monseñor Emmanuel Gobilliard, delegado para los Juegos Olímpicos de la Conferencia Episcopal Francesa, en una entrevista a los medios de comunicación vaticanos, porque es "un lugar profundamente religioso y a la vez reconocido por todos como un sitio que dice algo universal". Los discursos fueron libres, hubo oraciones, exhortaciones, lecturas, pero Mons. Gobilliard insistió en la belleza y la fuerza del momento de silencio que tuvo lugar: "Creo que es la manera más bella de expresar una oración común, permite decir algo grande y hermoso".
El encuentro interreligioso de 1924
La celebración del domingo se hizo eco de la del 5 de julio de 1924, organizada también durante los Juegos Olímpicos de la capital francesa. Se planteó la cuestión de si considerarla "una celebración religiosa o más bien un encuentro fraternal", prosiguió monseñor Gobilliard. Como se indica en la nota del Comité Nacional Olímpico y Deportivo Francés, en 1924, Pierre de Coubertin había precisado que la ceremonia no incluiría "ni misa, ni bendición, ni sacerdotes en el altar, absolutamente nada de lo que caracteriza a una ceremonia católica, nada más que bellos cantos, en un bello decorado, y algunas palabras de bienvenida muy profanas...". En aquella época, el acontecimiento, que reunía a casi todos los atletas, fue elogiado por la prensa. Paris Soir escribió, por ejemplo: "Esta mañana Dios ha hecho un milagro. Ha reunido en su santuario a protestantes, budistas, semitas y cristianos ortodoxos".
Una fraternidad común
El deseo de un momento de convivencia entre creyentes de distintas religiones durante los Juegos Olímpicos no es, pues, nada nuevo. "Fue bastante sorprendente para la época, y esto es maravilloso, porque significa que, incluso hace cien años, ya teníamos esta inquietud de manifestar algo común y expresar una fraternidad común. Y esto ocurrió a través de los Juegos Olímpicos", recuerda el delegado de los obispos franceses para los Juegos Olímpicos. La reunión de ayer también permitió celebrar la unidad de las religiones en torno al deporte, en presencia de Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, y Tony Estanguet, presidente de París 2024. Una unidad que se encuentra a lo largo de los Juegos Olímpicos en el centro multirreligioso que acoge a los atletas de todas las confesiones para acompañarles y ofrecerles apoyo espiritual.
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