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Teodor Martynyuk, arzobispo metropolitano de la archieparquía greco-católica de Ternopil-Zboriv (Ucrania) Teodor Martynyuk, arzobispo metropolitano de la archieparquía greco-católica de Ternopil-Zboriv (Ucrania) 

Ucrania: es necesario desbloquear el aislamiento

Durante su participación en el Sínodo que se celebra en el Vaticano, donde tuvo conocimiento de su nombramiento como arzobispo de la archieparquía greco-católica de Ternopil-Zboriv, el prelado se refirió a una situación recurrente que ha modificado la práctica pastoral: muchas personas en nuestro país están asumiendo el drama del duelo, los sacerdotes estamos con ellos para que el dolor no les ahogue

Svitlana Dukhovych – Ciudad del Vaticano

«Mucha gente en Ucrania ha perdido a sus seres queridos. A menudo dicen: '¿Qué esperanza tenemos de seguir adelante? No hay respuestas fáciles. En primer lugar, estas personas no deben sentirse abandonadas. Debe haber alguien que esté cerca de ellos – un sacerdote, un párroco, un religioso y una religiosa – que comprenda su dolor, que les acompañe con la oración y la cercanía».

Lo dijo en una entrevista a los medios de comunicación vaticanos monseñor Teodor Martynyuk, que el 17 de octubre fue nombrado arzobispo metropolitano de la archieparquía greco-católica de Ternopil-Zboriv (Ucrania), de la que hasta entonces era auxiliar. Este nombramiento se anunció mientras el obispo, de 50 años, se encontraba en Roma, donde asiste a la segunda sesión de la XVI Asamblea General del Sínodo, dedicada al tema de la sinodalidad.

Servicio responsable

Precisamente en el espíritu de la sinodalidad entendió la noticia de su nombramiento: «En la Iglesia de Cristo hay diferentes ministerios, porque Cristo quiso que formáramos un solo cuerpo, y por eso cada uno, según su propio carisma, según sus dones de Dios, cumple su propia función. Y el ministerio de un obispo o arzobispo también está íntegramente entretejido con este ministerio en el Cuerpo de Cristo».

«Así pues, no hay ninguna novedad particular en el hecho de que uno tenga que servir. Sin embargo, se trata, por supuesto, de un servicio responsable. Jesús dice que a quien mucho se le ha dado, mucho se le pedirá. Por lo tanto, he acogido la decisión de nuestro Sínodo [Sínodo de la Iglesia greco-católica ucraniana – ndr.] con un sentido de esta responsabilidad especial y quiero llevar a cabo este ministerio con la ayuda de Dios».

No estamos solos

Para monseñor Martynyuk, así como para otros delegados llegados al Sínodo desde Ucrania, o desde otros países donde la gente sufre guerras y conflictos, probablemente no sea fácil concentrarse en el trabajo. En el trasfondo siempre hay pensamientos y preocupaciones sobre el propio país, donde puede ocurrir cualquier cosa de un momento a otro... Pero también aquí, en el Sínodo, la Iglesia ha demostrado que sabe acoger las heridas y el dolor y expresar solidaridad.

«Durante los discursos – dijo el prelado ucraniano – muchos delegados hablaron de las heridas que está sufriendo el mundo moderno a causa de las guerras en distintas partes del mundo. Así que no estamos solos. Hay gente que nos comprende bien, porque sólo quien vive una situación similar puede comprenderte de verdad».

Monseñor Martyniuk añadió que, en el marco del Sínodo, también se organizaron iniciativas de oración con testimonios de representantes de estos países.

La estrategia de la «curación»

Para el joven arzobispo metropolitano de Ternopil-Zboriv, como para todo el clero de Ucrania, el mayor desafío en estos tiempos de guerra es acompañar a la gente que está experimentando tanto sufrimiento y dolor por los lutos.

«La agresión de la Federación Rusa contra Ucrania – afirmó – ha causado muchas heridas en nuestro pueblo. En concreto, unos 14 millones de habitantes se vieron obligados a abandonar sus hogares. Así que el primer reto fue acoger a los refugiados y luego ofrecerles asistencia espiritual. En su labor pastoral, nuestros sacerdotes tratan sobre todo de acoger a estas personas que necesitan compartir su dolor, porque la Iglesia es un lugar donde la gente puede expresar todo lo que hay en su alma».

«Otra tarea difícil es acompañar a las familias que han perdido a sus seres queridos. Nuestra estrategia pastoral, que hemos decidido promover, se titula 'Curar las heridas de la guerra' y su objetivo es estar cerca de las personas que sufren, ofreciéndoles no sólo ayuda humanitaria, sino sobre todo acompañamiento espiritual. Así pues, la atención pastoral a estas personas es ahora la prioridad de las parroquias, de los institutos de vida consagrada y también de Cáritas».

Nueva formación para sacerdotes

Antes de la guerra en Ucrania, los programas de formación para sacerdotes y religiosos no incluían cursos especiales para acompañar a las personas que sufren traumas y duelo. Las trágicas circunstancias llevaron a la Iglesia greco-católica ucraniana a lanzar en septiembre de 2023 el curso para clérigos «Sanar las heridas de la guerra», que incluye temas de salud mental, atención pastoral y teología.

La oración que da fuerza

En el santuario mariano de Zarvanytsia, situado en la archieparquía de Ternopil-Zboriv, se ven a menudo grupos de personas, en su mayoría mujeres, reunidas en oración. Son comunidades de madres o esposas de soldados caídos a las que se ofrece un continuo acompañamiento espiritual.

«Estas personas – informó el arzobispo Teodor – son invitadas a la oración, a la oración comunitaria. A menudo traen fotos de sus hijos o maridos. Las esposas también vienen con sus hijos pequeños. Esta oración litúrgica les da la fuerza interior para sobrevivir a estos momentos tan difíciles de sus vidas».

Cerca de los afligidos por un luto

Es muy importante ayudar a estas personas a no caer en la desesperación. «Es un gran reto – dijo el prelado – porque muchas personas que han perdido a sus seres queridos suelen decir: ¿Pero qué esperanza tengo para seguir adelante? No hay respuestas fáciles».

«En primer lugar, estas personas no deben sentirse abandonadas. Debe haber alguien cercano – un sacerdote, un párroco o un religioso – que comprenda el dolor de esta persona y pueda ayudarla moral y espiritualmente, con la oración, la conversación o simplemente estando cerca de ella sin decir nada».

«Porque existe el peligro de que se aíslen y tenemos que desbloquear este aislamiento. Nuestros párrocos van a menudo a casas donde una familia ha perdido un hijo o un marido y se quedan allí, se quedan con ellos, rezan con ellos, les invitan a formar parte de una comunidad donde hay otros en situaciones similares. Así que desbloquear este aislamiento tan peligroso es un reto para todos nosotros».

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24 octubre 2024, 15:34