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2024.11.09 Giovanni Paolo II e il Patriarca Ilia nel 1999

El Papa Juan Pablo II hace 25 años en Georgia

El Administrador Apostólico del Cáucaso de los Latinos reflexiona sobre la importancia de aquel histórico viaje «improvisado», durante el cual Wojtyla se reunió también con el Patriarca Ilia II, que impulsó el diálogo ecuménico, aportó luz y esperanza a un país en el que había dificultades políticas y económicas, y alentó a la Iglesia que acababa de salir del comunismo

Tornike Kakalashvili – Ciudad del Vaticano

Era el 8 de noviembre de 1999 cuando Juan Pablo II aterrizó en Tiflis, en Georgia – el primer Pontífice de la historia – para un viaje apostólico que le vería llegar desde la India y regresar al Vaticano al día siguiente, 9 de noviembre.

Fue una visita histórica, durante la cual el Papa polaco, entre otras muchas citas, se reunió con Ilia II, Patriarca Catholicos de toda Georgia, y con él firmó la declaración conjunta que reafirma la importancia del valor fundamental de la paz y lanza un llamamiento al mundo invocando su compromiso para evitar la catástrofe de las guerras y el terrorismo.

Veinticinco años después de aquel acontecimiento, monseñor Giuseppe Pasotto, Administrador Apostólico del Cáucaso de los Latinos, en una entrevista concedida a los medios de comunicación vaticanos, reflexiona sobre la importancia de aquel histórico viaje «improvisado», que, según él, aportó luz y esperanza a un país en el que había dificultades políticas y económicas.

Excelencia, ¿cómo fue el primer viaje apostólico del Papa a Georgia? ¿Cómo fue aquel momento histórico para el país y qué repercusión tuvo la visita en aquel momento?

Fue un acontecimiento excepcional. Había una expectación muy grande por parte de nuestra Iglesia, que se encontró con un regalo que nunca esperó, si pensamos que era una Iglesia, nuestra Iglesia católica, que acababa de salir del comunismo. Venía el Papa, por primera vez en los dos mil años de la Iglesia, y ni siquiera nos sentíamos preparados.

Fue algo que nos asombró, yo, personalmente, lo viví como un acontecimiento muy hermoso, acababa de ser administrador apostólico, y recuerdo que todos nos volcamos en ello con entusiasmo. Fue también un momento especial para el país. Después del período comunista, con Eduard Shevardnadze aún de presidente, avanzábamos hacia algo nuevo, sentíamos que algo iba a suceder. Fue como si se encendiera una bombilla, enviando varios rayos en muchas direcciones. Después, la importancia se hizo aún más evidente.

¿Cuáles son sus recuerdos personales de ese viaje?

Tengo muchos. Fueron dos días muy intensos, que viví enteramente, incluso en la preparación. Recuerdo que cuando iba a celebrar la Misa, el maestro de ceremonias (entonces era monseñor Marini), me dijo: “Ve y ayúdale, porque debería decir algunas palabras en georgiano, al menos repetirlas juntos”. Entré en la sacristía y le dije: “Santidad, ¿está preparado?”. Empezó a hablar en georgiano y luego dijo: “Es demasiado difícil, no hagamos nada, hagámoslo todo normal en latín”.

En ese momento le dije: “Pero usted viene a Georgia, se baja del avión y dice 'Gamarjoba' (Buenos días/ hola/ hola en georgiano), enamora a todo el mundo con una palabra georgiana y ni siquiera dice la bendición aquí en misa...”. Me miró, y entonces dijo: “Vale, ayúdame, vamos a repetir”. Repetimos diez veces, y luego lo hizo él, en georgiano.

¿Cuáles fueron esos tiempos para Georgia y qué significó esa visita para el país y para la comunidad católica local?

Eran tiempos de pobreza, porque después de la independencia había guerra civil y Rusia había cerrado todos los enlaces, la situación económica era difícil. Llegué en 1994, recuerdo que todavía había agua y gas en el piso, a finales de año ya no había, salvo a ratos, había pobreza y la ciudad estaba a oscuras, no había luz.

Pero parecía que en aquel momento la gente tenía mucha esperanza en el corazón, miraban más allá de lo que estaba ocurriendo. Para mí esto era bueno, positivo, porque cuando tu corazón está lleno de esperanza puedes hacer cosas que antes no creías poder hacer.

Había esperanza e incluso la visita del Papa, que yo diría que fue repentina porque sólo un año antes nadie pensaba en ella, se vio como una apertura hacia Europa, hacia otras cosas fuera de Georgia. También a nivel religioso. En aquel momento el Papa se encontró con algunos problemas a nivel ecuménico, era algo nuevo. Sin embargo, fue un momento en el que se veía el futuro.

¿Cuáles son los frutos que pueden verse hoy de ese camino apostólico?

Todo viaje es un signo; no es que un viaje cambie las situaciones, sino que se convierte en un signo, en una indicación. Siempre he dicho que cuando el Papa viaja da indicaciones, indica caminos a seguir. Los problemas, por ejemplo, a nivel ecuménico, entre ortodoxos y católicos, siguen siendo los mismos; a nivel de autoridad, es decir, a alto nivel, y los problemas económicos también, pero para los católicos fue una gran señal de estima del Papa venir a Georgia, para este pequeño grupo de católicos.

Fue una gran sensación para los católicos que prácticamente habían desaparecido, en cambio recuperaron parte de su identidad. Vi un gran resultado después, entre la gente que empezó a ver de otra manera, incluso los ortodoxos, porque muchos vinieron a los actos. Incluso ahora encuentro a alguien que todavía me dice: aquella época para mí fue un momento hermoso. Es decir, la sociedad, en mi opinión, recibió ese algo que hizo que la gente mirara más allá.

También se veía a un Papa sufriente, pero hacía comprender que hay valores tan grandes por los que se puede sufrir, se puede dar la vida. Creo que esta es la enseñanza de toda persona religiosa que acepta vivir su momento con sufrimiento. Y eso fue inspirador.

En su opinión, ¿ha contribuido este viaje apostólico a fomentar, favorecer, el diálogo entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa georgiana?

Sí, ciertamente contribuyó, aunque no se vieran cosas concretas, pero para los hombres de Iglesia se necesita tiempo para construir. Contribuir no es cuando llega un resultado tangible y perfecto. Contribuir es también cuando se dan orientaciones, cuando se demuestra que se cree, cuando se da un paso, cuando se dice «yo he dado el primer paso, ahora te toca a ti dar el segundo». Es decir, contribuir se compone de muchos momentos.

Para mí fue un viaje que me ayudó. Algunos dicen: pero los viajes así no son tan útiles. Para mí son muy importantes, porque nos recuerdan constantemente las orientaciones fundamentales que debemos seguir como cristianos. Además, mis vínculos con el Patriarcado eran más fáciles. Es decir, solía ir más a menudo al Patriarcado a hablar. No son los resultados concretos los que dicen la importancia de un viaje, son las direcciones que el viaje muestra lo que es importante para la vida cristiana.

También ayudó el viaje del Papa Francisco. La elección del Papa de ir a Georgia se ha convertido en una señal para muchos otros países hacia un enfoque en el diálogo ecuménico. Moscú todavía no es posible, pero sí reunirse con todas las demás Iglesias ortodoxas, allí donde es posible hacerlo.

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11 noviembre 2024, 13:14