Semeraro: El beato Torres un sacerdote fiel dispuesto a donarse a los demás
Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Fue un sacerdote siempre fiel, que vivió su ministerio en profunda unión con el Señor, que era su fuerza interior, pero también fue un sacerdote dispuesto a darse, a salir de sí mismo para ir en caridad a los demás”, esta fueron las características que resaltó el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos en la Santa Misa de beatificación del Beato José Torres Padilla, cofundador del Instituto de las Hermanas de la Cruz, celebrada la mañana de este sábado, 9 de noviembre, fiesta de la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, en la catedral metropolitana de Sevilla, España.
El agua que sacia la sed y restaura a todos los sedientos
El prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos inició su homilía recordando un texto de Isidoro de Sevilla que comenta el pasaje del libro del profeta Ezequiel, y que hace referencia al agua del bautismo, pero también a la muerte y resurrección del Señor.
“Esta agua, explica, indica el Bautismo, que es el agua que sacia la sed y restaura a todos los sedientos. A esto, sin embargo, Isidoro añade otro simbolismo más profundo: dado que la visión profética habla de un agua que mana del lado derecho del templo, se trata, explica, del costado abierto de Cristo crucificado del que, como narra el cuarto evangelista, ‘salió sangre y agua’ (Jn 19,34; cf. De fide catholica XXIV, 5: PL 83, 5319)”.
Un signo de amor y unión a la Cátedra de Pedro
Asimismo, el cardenal Semeraro señaló que, en este día toda la Iglesia celebra el aniversario de la dedicación de la Basílica de Letrán, tradicionalmente llamada "iglesia madre" de Roma y de todo el mundo católico; y lo hace como signo de amor y unión a la Cátedra de Pedro.
“Sin embargo, nos preguntamos: ¿Es un templo hecho de piedras, al que honramos, aunque monumental y bello? La respuesta es ¡no! Toda liturgia de dedicación de una iglesia nos recuerda la afirmación de San Pablo: ustedes son el templo de Dios (1 Cor 3,16-17). Somos todos juntos como Iglesia y también individualmente como bautizados”.
“El ser contemplativo en acción”
Esta imagen del templo, del que brota un torrente de agua que vivifica, renueva y produce mucho fruto, el Purpurado lo refirió al nuevo Beato José Torres Padilla, a quien describió como un sacerdote siempre fiel al Señor y dispuesto a donarse a los demás.
“Fue un sacerdote siempre fiel, que vivió su ministerio en profunda unión con el Señor, que era su fuerza interior, pero también fue un sacerdote dispuesto a darse, a salir de sí mismo para ir en caridad a los demás, semejante a las aguas que manan del Templo y hacen crecer toda clase de árboles frutales. Así era también nuestro Beato. Considerando esto, creo poder decir que en él destaca de modo particular la unidad de vida o, si queremos usar una fórmula ignaciana, el ser contemplativo en acción”.
Ciencia, oración y dulzura con los pobres
Y al resaltar otras características del sacerdote gomero, el Prefecto para las Causas de los Santos indicó que, un testigo en el proceso de beatificación y canonización señaló que el Beato José conseguía compaginar oración y estudio; y otro decía que, a pesar de ser estricto consigo mismo, estaba lleno de dulzura hacia los demás, especialmente hacia los más pobres.
“Esto me recuerda lo que escribe el Papa Francisco en la exhortación Gaudete et exsultate: ‘Ser santo no significa hacer brillar los ojos en un supuesto éxtasis’. San Juan Pablo II decía que 'si verdaderamente nos hemos alejado de la contemplación de Cristo, deberíamos saber verlo sobre todo en el rostro de aquellos con los que Él mismo quiso identificarse'... En esta llamada a reconocerlo en los pobres y en los que sufren, se revela el corazón mismo de Cristo, sus sentimientos y sus opciones más profundas, con las que todo santo busca conformarse”.
Su preocupación por los demás y su caridad
En su homilía el cardenal Semeraro también citó numerosos testimonios de la preocupación del Beato Torres Padilla por los demás y de su inmensa caridad hacía los más necesitados de su tiempo.
“Pagaba los estudios de quienes deseaban ser sacerdotes y no tenían medios para mantenerse, mientras él mismo sólo tenía una sotana remendada; pagaba la dote de las jóvenes con vocación y, si estaban en peligro, buscaba una familia que las acogiera... Los testigos también declararon que, cuando era profesor en el seminario, no sólo vivía en la pobreza, sino que recorría incansablemente los barrios de la ciudad, especialmente Triana, para atender a los pobres e indigentes. En aquella época, debido a la pobreza, la delincuencia y el ambiente popular, ese barrio era considerado el ‘lado malo’ del río Guadalquivir, pero el Beato José no tenía miedo de ir allí. Entraba en las casas de los más pobres, las limpiaba, les hacía la cama... Se decía de él que era 'una especie de prestamista a fondo perdido'; 'un canónigo extraño que tiene por amigos a vagabundos y vendedores ambulantes'”.
La dirección espiritual y su fama de santidad
Entre sus principales actividades apostólicas, precisó el Purpurado, estaba la dirección espiritual, y fue sobre todo esta misión la que extendió su fama de santidad.
“Por esta razón, de hecho, se le llamaba ‘el Santero’, ya que casi podía contagiar a los demás con su santidad. Entre los que se beneficiaron de su guía estuvo Santa Ángela de la Cruz, a quien apoyó en la misión de fundar el Instituto de las Hermanas de la Cruz. A este respecto, un testigo afirmó que la obra maestra de nuestro Beato fue precisamente la dirección espiritual de esta santa fundadora. Por eso se le considera cofundador del Instituto. Es cierto, una vez más, que los santos son como un detector de la santidad de las personas con las que entran en contacto, aunque sea ocasionalmente”.
La santidad nos anima a encontrarnos
Finalmente, el cardenal Marcello Semeraro propuso un último punto de reflexión sobre la santidad que nos anima a encontrarnos, siguiendo la oración de Jesús: "Que todos sean uno; como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros..." (Jn 17, 21).
“Como dijo una vez el Papa Francisco, ‘la matriz’ del vínculo entre nosotros, los cristianos: si estamos íntimamente insertados en esta 'matriz', en este horno ardiente de amor, entonces podemos llegar a ser verdaderamente un solo corazón y una sola alma entre nosotros, porque el amor de Dios quema nuestros egoísmos, nuestros prejuicios, nuestras divisiones interiores y exteriores. Inmediatamente, sin embargo, añadió que este movimiento que va de Dios a los hermanos se complementa con el otro que va de los hermanos a Dios: la experiencia de la comunión fraterna me lleva a la comunión con Dios. Estar unidos entre nosotros nos lleva a estar unidos con Dios, nos lleva a este vínculo con Dios que es nuestro Padre”.
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