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Monseñor Borys Gudziak Monseñor Borys Gudziak  

Ucrania, Monseñor Gudziak: Defender la dignidad es nuestra mayor esperanza

El Arzobispo Metropolitano de Filadelfia de los ucranianos dice que ha visitado el país once veces desde el comienzo de la invasión rusa: en nuestra historia hemos sufrido muchos traumas, la Iglesia siempre ha sido un espacio de ayuda y un lugar de renacimiento

Svitlana Dukhovych - Ciudad del Vaticano

“Cuando uno se encuentra en condiciones exasperantes, la esperanza es muy importante”. Monseñor Borys Gudziak, arzobispo metropolitano de Filadelfia de los ucranianos, cuenta a los medios vaticanos cómo la Iglesia ucraniana, a pesar de todo el horror de la guerra, ayuda a la gente a cultivar esta virtud. “Nuestra esperanza -explica- no es la esperanza del éxito o de la victoria, porque no podemos garantizarlos. Tampoco es optimismo. El optimismo dice que todo irá bien. Tal vez sí, nosotros lo deseamos.... Pero esperanza significa: mantendré mi dignidad, a pesar de las dificultades o las derrotas, porque la principal derrota en nuestra vida es la muerte".

Tragedia en la universidad

Desde el comienzo de la invasión rusa, monseñor Gudziak ha visitado ya once veces Ucrania y ha visto tanta destrucción, sufrimiento y dolor que afectan a casi todas las familias y grupos. La comunidad de la Universidad Católica Ucraniana (UCU) de Lviv, de la que es presidente, sufre también los numerosos duelos de antiguos alumnos o familiares de estudiantes y profesores caídos en el frente. Recientemente, esta comunidad se ha visto sacudida por otro suceso trágico y brutal: entre las siete personas muertas en el ataque ruso con misiles contra Lviv el 4 de septiembre se encontraba Daria, estudiante de segundo curso en la UCU. Junto con ella, también perdieron la vida su madre, su hermana mayor, Yaryna, de 21 años, y su hermana menor, Emilia. El único superviviente fue su padre, gravemente herido.

Más allá de las heridas de la historia

“Una persona - reflexiona - puede cargar con su cruz y afrontar todos los retos que se le presenten. Tenemos la dignidad de hijos de Dios. Jesús nos invita a poner los pies en el río Jordán, donde escuchamos la palabra: 'Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco'. (Cf. Lc 3,22). En Cristo nos convertimos en hijos e hijas del Padre. La vida eclesial, la vida cristiana, los sacramentos, la comunión refuerzan esta identidad y la vida eclesial alimenta esta verdad tan importante que da esperanza”.

La Iglesia greco-católica ucraniana ha demostrado esta capacidad de alimentar la esperanza, ayudando a la gente a recuperarse y siguiendo a sus fieles allá donde estén. “Este año -recuerda monseñor Gudziak- celebramos 140 años de vida de la Iglesia católica ucraniana en Estados Unidos, y durante este lapso de historia las personas que emigraron se vieron afectadas por traumas económicos, sociológicos, guerras, violencia. Durante esta historia, la Iglesia ha sido el lugar, la familia en la que la persona experimentaba la transfiguración, pasando, como en Pascua, de la muerte a la vida, recibiendo los Sacramentos y contando con el apoyo de los demás en comunidad”.

El lugar de la esperanza

El metropolitano de Filadelfia de los ucranianos experimentó esta dimensión en su propia familia. Sus padres llegaron al Estado de Nueva York desde el oeste de Ucrania a principios de los años cincuenta. “Tras seis años de guerra y cinco como refugiados en Europa occidental -dice-, llegaron a Estados Unidos sin nada, pero tenían la fe, tenían la comunidad eclesial, y pudieron formarse, trabajar, fundar una familia y convertirse en contribuyentes no sólo de la vida ucraniano-estadounidense, sino de la vida estadounidense en general. La Iglesia crea un espacio de apoyo que da esperanza. Así fue hace 140 años y así es también nuestra vocación hoy”.

No renunciemos a la libertad

Volviendo a la difícil vida que millones de ucranianos afrontan cada día de distintas maneras intentando resistir a la destrucción de su país, el metropolita reflexiona sobre las razones de esta resistencia: “La gente no quiere renunciar a su dignidad, a su libertad, a la posibilidad de vivir de una manera que les sea propia, de rezar en su propia iglesia, de utilizar su propia lengua, de desarrollar su propia comunidad. Todas estas cosas son dones de Dios. Existe esta adhesión positiva a la identidad dada por Dios. Pero también existe la visión muy clara de que la ocupación rusa trae la muerte. En el siglo XX, 15 millones de habitantes de tierras ucranianas fueron asesinados. Entre ellos, además de los propios ucranianos, había judíos, polacos, rusos y otros”.

Captar la gracia en el horror

De los acontecimientos más recientes, el arzobispo Gudziak recuerda las dramáticas escenas que tuvieron lugar en los territorios ocupados por el agresor y luego liberados: “Se encontraron fosas comunes, signos de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra”.  También recuerda la labor de la abogada y activista de derechos humanos Oleksandra Matviychuk, fundadora del Centro para las Libertades Civiles de Ucrania, comprometida con la documentación del sufrimiento causado en su país por el conflicto y galardonada con el Premio Nobel de la Paz por ello en 2022. Junto a su equipo, Matviychuk ha registrado más de 50 mil crímenes cometidos por las fuerzas de ocupación rusas.

“La gente -afirma el arzobispo- tiene claro que, si no nos defendemos ahora, el exterminio se producirá después. Si hay más ocupación, todos los hombres serán sacados del ejército ruso y tendrán que reforzar ese régimen. Hay muchos que dicen: 'Ya llevamos 300 años sufriendo e incluso ahora estamos dispuestos a sacrificar nuestras vidas para que nuestros hijos y nietos no tengan que sufrir más'. No es fácil entender todo esto sin ir a Ucrania. He estado allí once veces desde febrero de 2022 y hago esta invitación a todas las personas de buena voluntad: si pueden, vayan a Ucrania. Es uno de los epicentros del cambio global, donde hay esperanza en la eternidad, porque si creemos en la eternidad vemos la muerte de otra manera. Nuestra concepción de la muerte determina nuestra forma de vivir. Hay tantos que reflexionan sobre estas cosas, tantos que tienen una adhesión muy consciente, muy abierta, a estos valores y a pesar de todas las dificultades aguantan y siguen adelante. En cierto modo es algo sobrenatural, no podemos hacerlo sin la gracia. Es posible captar la gracia incluso en esta situación brutal, violenta y trágica”.

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07 noviembre 2024, 14:20