Patton. En un mundo desgarrado por los conflictos: escuchamos la voz de los inocentes
Federico Piana - Ciudad del Vaticano
«En esta Navidad, todavía ensombrecida por las tinieblas del odio y de la guerra, todavía infectada por el virus de la indiferencia humana, todavía enrojecida por la sangre de demasiados inocentes asesinados, nos arrodillamos ante el pesebre en el que María acostó al niño Jesús». El Hermano Francis Patton, Custodio de Tierra Santa, tiene la mirada fija en Belén en su mensaje de Navidad dirigido a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Un gesto, el de arrodillarse, para decir sí al Príncipe de la Paz y un valiente «no a la guerra, a toda guerra, a la lógica misma de la guerra, viaje sin destino, derrota sin vencedores, locura sin excusas», subraya con fuerza el religioso, retomando los pasajes extraordinarios del mensaje Urbi et Orbi pronunciado por el Papa Francisco el 25 de diciembre del año pasado.
Entre los dolores del mundo
Las imágenes de muerte y dolor que asolan no sólo Tierra Santa, sino todos los rincones del mundo asolados por conflictos que, en número, superan incluso a los registrados en la época de la Segunda Guerra Mundial, están grabadas en los ojos de Patton.Una situación muy difícil, recuerda, existía también cuando nació Jesús, a pesar de que el relato navideño y la representación del pesebre nos inspiran dulzura y sentido poético: «Roma dominaba con fuerza todo el mundo mediterráneo.En Judea, pequeño satélite del gran imperio, reinaba Herodes.
Un rey tan apegado al poder que llegó a eliminar a sus propios hijos para no tener rivales. Un rey que teme a un recién nacido, porque las profecías lo señalan como posible rey y mesías. Un rey que, por ello, llega a realizar una masacre preventiva, haciendo matar a todos los niños de la zona de Belén de dos años para abajo, para evitar el riesgo de que alguno de ellos, una vez crecido, le arrebate el poder y el reino». No es difícil, en palabras de Patton, discernir un paralelismo con las crisis actuales generadas por la falta de amor, la proliferación del odio, el afán de dominación y la sed de acaparar recursos naturales.
Luz de esperanza
Pero las palabras del Custodio de Tierra Santa no están exentas de esperanza, de luz, de redención.Sobre todo cuando nos recuerda un pasaje crucial en esta historia de salvación: «Según nos cuenta el evangelista Lucas, María y José tuvieron que ir a Belén para el censo.Como no había sitio para ellos en ningún albergue, tuvieron que adaptarse; y encontraron refugio en una cueva, de las que usan también los pastores.Así tienen algo de intimidad y María puede dar a luz al niño Jesús, que, envuelto en pañales, es depositado en el pesebre.Parece casi una profecía del hecho de que ese niño que ha crecido se convertirá en nuestro alimento, pero también del hecho de que ese niño que ha crecido volverá a ser envuelto apresuradamente en pañales y luego en una sábana y colocado en otra cueva muy distinta, la del sepulcro.
Los Patriarcas y las Iglesias de Jerusalén
Una intensa esperanza destila también el mensaje de Navidad de los Patriarcas y Jefes de las Iglesias de Jerusalén.A pesar de las guerras sin resolver que «tiñen de sangre nuestra región y el mundo entero», reza el texto, «el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo ha desencadenado una revolución espiritual que sigue transformando innumerables corazones y mentes hacia los caminos de la justicia, la misericordia y la paz».Tras agradecer «al Todopoderoso el reciente alto el fuego entre dos de las partes beligerantes de nuestra región» y pedir que «se extienda a Gaza y a muchos otros lugares, poniendo fin a las guerras que han asolado nuestra parte del mundo», los Patriarcas y Jefes de las Iglesias de Jerusalén renovaron su llamamiento «por la liberación de todos los prisioneros,por el regreso de las personas sin hogar y desplazadas, por el cuidado de los enfermos y heridos, por el alivio de los hambrientos y sedientos, por la restitución de las propiedades injustamente confiscadas o amenazadas, y por la reconstrucción de todas las estructuras civiles públicas y privadas que han sido dañadas o destruidas».
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