Misionero en Siria: Sigamos trabajando por un mundo mejor y pidiendo por la paz
Vatican News
“Poco a poco la vida va retomando su curso, pero todavía se respira un cierto aire extraño por todo lo que ha pasado, por el miedo que ha pasado la gente en este tiempo”. “Hay una cierta incertidumbre por el tiempo que vendrá”. Así describe el Padre Hugo Alaniz, misionero argentino del Instituto del Verbo Encarnado, residente en Alepo, la situación actual en la ciudad siria, en este período de posrégimen.
Ante los micrófonos de Vatican News, el religioso comprometido con el país de Oriente Medio habla también de la labor llevada a cabo por la Iglesia local para ayudar a la población y subraya la esperanza del pueblo sirio deseoso de un futuro de paz y estabilidad.
Padre Alaniz, ¿cuál es la situación de los cristianos en Siria y hacia dónde se dirige el país con los nuevos gobernantes?
La situación de los cristianos en Siria no ha cambiado. Antes, bajo el Gobierno de Bashar al Assad siempre ha habido mucho respeto hacia las comunidades cristianas, hacia las minorías. Y ahora estamos tratando de acomodarnos a esta nueva situación, es algo muy nuevo y no podemos hacer un juicio todavía. En este momento estamos bien, gracias a Dios, y hemos pedido oraciones a todo el mundo, a todas nuestras comunidades, familiares, amigos, oraciones para que esto no sea solamente algo pasajero sino para que esa paz se pueda radicar. Sí, hay incertidumbre, tratamos de ser prudentes, porque no sabemos, la situación es muy nueva.
Las nuevas autoridades están tratando - si bien ha habido problemas especialmente en Damasco y en otros pueblos - están tratando de dar una buena imagen y han mantenido muy buena comunicación con los responsables de la Iglesia.
Una de las primeras cosas que han hecho, no solamente aquí en Alepo sino también en el resto de las de las provincias y ciudades importantes y pueblos es darse a conocer, presentándose ante las autoridades religiosas, también transmitiendo ese mensaje, que la gente esté tranquila, pero que se queden en sus casas porque es un momento de caos y otros grupos pequeños pueden aprovechar este momento para sacar provecho.
Lamentablemente, ha ocurrido también que familias que habían dejado sus casas, al volver las encontraron robadas. Hemos tenido la oportunidad de reunirnos en más de una ocasión con ellos. Junto con monseñor Hanna Jallouf, vicario apostólico latino de Alepo, fuimos entre los primeros que conocimos a uno de los líderes, al segundo más importante.
Cuando empezó la invasión a Alepo, eso fue el miércoles 27, a los tres días la ciudad ya era de ellos. Con monseñor Jallouf salimos en el auto y después me enteré que estábamos yendo a buscar a los responsables, a los líderes. No los encontramos y al día siguiente, domingo, el número dos de ellos vino a visitarnos al obispado. Estábamos solamente monseñor y yo porque a las hermanas y a las chicas de la residencia que viven ahí, en el mismo el mismo edificio del obispado, en las residencias universitarias, las habíamos mandado a una zona más más segura. Se conocían, porque Monseñor Hanna hasta su nombramiento como obispo en septiembre de 2023, trabajó como párroco en la provincia de Idlib y había conocido a los líderes de todos estos grupos, y también a los que lideraban la revolución de ahora. A través de monseñor Jallouf se organizaron también otras reuniones con los obispos, y en todas estas reuniones, ellos se han manifestado con mucho respeto y haciendo el pedido de que transmitamos ese mensaje a los cristianos: que se van a respetar las tradiciones de las iglesias.
¿Cuál es el rol que está jugando la Iglesia para acoger a los desplazados internos?
Hemos trabajado en estos días, ha habido mucho movimiento. Antes de acoger a los desplazados que buscaban un lugar más seguro, especialmente a familias con hijas, recibimos en las pequeñas habitaciones de nuestro centro a muchas familias que buscaban un lugar seguro porque, en esos primeros días, nadie sabía quiénes eran los que habían invadido Alepo. Entonces, había mucho miedo, un miedo generalizado. Otros, en esos primeros días se fueron, abandonaron Alepo buscando seguridad en otras ciudades, pero con el pasar del tiempo, esas ciudades fueron tomadas por los rebeldes. Nosotros tratamos de seguir en contacto con las familias conocidas que estaban en otras ciudades para ayudarlos de algún modo, a través de contactos de sacerdotes. En los días siguientes, tratamos de transmitir cierta tranquilidad a la gente según lo que nosotros conocíamos ya de estas autoridades, transmitir cierta tranquilidad para que puedan volver a sus ciudades, a sus casas.
A pocos días de la Navidad y del inicio del Jubileo de 2025, ¿cuál sería su mensaje de esperanza para los cristianos que se han quedado en el país dando testimonio de su fe?
Yo hace siete años que vivo aquí y llegué en los últimos años de conflicto a Alepo. En 2020 Alepo fue liberada totalmente, empezó el covid, los terremotos del 2023, el bloqueo económico de 2019 que produjo que la gente, que ya estaba en una situación económica muy mala, estuviese peor. Quien más ha sufrido es la gente. Hemos llegado a estar a un 92% bajo el nivel de pobreza. Es muchísimo. Todos estos años hemos acompañado a la población en todo este período de pruebas: familias que se van del país, hijos que eran llamados al ejército obligatorio de ocho años, la grave situación económica... Todo esto hacía que las familias prefiriesen mandar a sus hijos afuera o toda la familia se iba.
De los más de 200.000 cristianos que vivían aquí en Alepo hemos quedado alrededor de 25.000. En todo este tiempo de pruebas, son ellos los que nos han dado el mensaje de esperanza. Estas personas, que descienden de los primeros cristianos, saben muy bien de qué se trata la fe, la fe vivida. Como experiencia de fe vivida para mí ha sido muy fuerte lo que ellos nos han transmitido, en todo este tiempo. Lo que hemos pasado en estas últimas tres semanas es todavía una más de tantas. Y la gente, gracias a Dios, sigue siendo firme en su fe. Porque ellos están seguros de que Dios nos acompaña, Dios sabe de nuestras pruebas. También experimentan el consuelo de la presencia de Dios, el fruto de la fe y de la esperanza.
¿Qué mensaje desea dirigir desde Siria a la comunidad internacional y a los creyentes de todo el mundo?
Es justamente el mensaje de Navidad, de esperanza, la presencia del Emanuel, Dios con nosotros. Que tratemos de ser personas de bien, es decir, que más allá de la fe de cada uno, sigamos trabajando por un mundo mejor: que tanto los que tienen responsabilidades importantes como cada uno de nosotros tratemos de ser personas de bien. Lamentablemente, muchas veces, en estos países en donde vivimos vemos que hay muchos intereses de otras naciones que no tienden al bien común de nuestra gente.
Y con respecto a los creyentes de todo el mundo, les pediría que den la posibilidad al Espíritu Santo de trabajar más en los corazones. Se puede ser mejores, pues creemos en la presencia de Dios en este mundo, que muchas veces está en tinieblas. Al mismo tiempo, hay mucha gente de bien que cree que algo mejor es posible. Por ello, hay que seguir pidiendo por la paz, especialmente por los que necesitamos más de las oraciones.
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