Lojudice: «La ley regional toscana, una deriva peligrosa»
Federico Piana – Ciudad del Vaticano
«Es realmente una derrota para todos». El cardenal Augusto Paolo Lojudice no tiene pelos en la lengua. Al día siguiente de que el Consejo Regional italiano de Toscana aprobara la ley regional sobre el suicidio médicamente asistido, volvió a reiterar la oposición de la Iglesia a una medida que otorga a Toscana el triste récord de ser la única región italiana que ha aprobado una ley sobre el final de la vida.
Camino sin retorno
El presidente de la Conferencia Episcopal Toscana, arzobispo de Siena - Colle di Val d'Elsa - Montalcino y obispo de Montepulciano - Chiusi-Pienza, en una larga conversación con los medios vaticanos vuelve a salir al campo para defender el principio de la inviolabilidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Y para expresar un temor:
Trágico, sencillo, procedimiento
La norma, estructurada a partir de una ley de iniciativa popular presentada por la asociación Luca Coscioni y modificada posteriormente durante el proceso de aprobación, establece ciertas condiciones para acceder al procedimiento. El enfermo que ha decidido quitarse la vida presenta una sencilla solicitud a la autoridad sanitaria de su localidad.
En ese momento, se crea una comisión mixta – ética y médica – que dispone de un plazo obligatorio de veinte días para examinar la documentación y decidir sobre la legitimidad de la solicitud. Si el resultado es positivo, en un plazo de diez días la comisión debe decidir cómo llevar a cabo el suicidio médicamente asistido: elegir qué fármaco utilizar e indicar qué médico lo administrará. El coste correrá íntegramente a cargo de las instituciones locales, que han asignado una financiación inicial de 30.000 euros para los próximos tres años.
Defender la vida
Aunque las normas contenidas en la medida parten de un principio que el prelado considera legítimo, el de impedir que el suicidio asistido se produzca en la sombra, la respuesta toscana para el cardenal Lojudice no es la solución:
«Es un poco como el aborto clandestino: por supuesto que crear una situación en la que ya no haya aborto clandestino es teóricamente sensato, pero en realidad debemos asegurarnos de no legalizar lo que objetivamente no está bien».
Ahora, prosigue el cardenal, estamos ante un abismo sin fondo que va mucho más allá de un peligroso relativismo moral.
Volver a partir desde los valores
No se trata, sin embargo, de librar una guerra contra esta ley sobre el final de la vida. «Las guerras hacen perder a todos. Por el contrario, nuestra tarea es ayudar a la gente, especialmente a los más jóvenes, a medirse con temas de vida cristiana que contengan valores elevados. El pensamiento cristiano que atraviesa épocas y generaciones es la verdadera columna vertebral de nuestra sociedad».
A continuación, el cardenal se dirigió directamente a los capellanes de los hospitales, a los religiosos y religiosas y a los voluntarios que trabajan en los hospicios y en todos aquellos lugares donde cada día se afronta la enfermedad, el dolor y la muerte:
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