La mano tendida de la Iglesia en Canarias con los migrantes
Rocío Lancho García - Ciudad del Vaticano
Entre la costa occidental de África y Gran Canaria hay apenas 200 kilómetros. Una distancia que para muchas personas significa el camino hacia una nueva vida. Durante 2023 y 2024 más de 87.000 personas llegaron a las costas del archipiélago desde África, según datos del Gobierno de Canarias. El comienzo de este año 2025 augura la continuidad de esta situación, puesto que en lo que va de año se mantiene la llegada casi diaria de migrantes a las islas con 3.429 personas rescatadas, antes de acabar enero. Por su parte, el Ministerio del Interior de España ha informado que en 2024 el país recibió 63.970 migrantes irregulares, lo que supone un incremento significativo respecto a los 56.852 registrados en 2023. La mayoría de estas llegadas ocurrieron a través de las Islas Canarias, una de las rutas más utilizadas por quienes intentan llegar al viejo continente desde África.
La Iglesia en Canarias trabaja para acompañar a los migrantes que llegan a su tierra, buscando esperanza. Hemos iniciado el Año Jubilar, un Año Santo caracterizado por la esperanza que no declina, la esperanza en Dios. La diócesis de Canarias, que afronta la crisis migratoria, trata cada día de transmitir la esperanza evangélica a las personas que llegan escapando de guerras, hambre, pobreza y que han vivido situaciones dramáticas para llegar hasta allí. El obispo de Canarias, monseñor José Mazuelos Pérez, explica a L’Osservatore Romano que esta esperanza “los migrantes la viven cuando después del peligroso y largo camino se encuentran una mano tendida que los acoge, los escucha con cercanía y fraternidad”. Es eso lo que intentan transmitir como Iglesia, “a través de las entidades diocesanas, la pastoral de la migración, Cáritas, sacerdotes, religiosos y parroquias, que están luchando por y con los migrantes”. Pero también - añade el obispo - transmiten esperanza todos esos ciudadanos, católicos y personas de buena voluntad, anónimos que están teniendo gestos cotidianos para dar de comer a estas personas jóvenes, para darles cobijo, para darles un trabajo. “Hay mucha gente que se están volcando de forma callada. Parece que no pasa nada en Canarias en medio de esta emergencia humanitaria, y eso es porque hay una gran generosidad y una gran solidaridad del pueblo canario”, aseguro monseñor Mazuelos.
Son muchos los retos que deben afrontar en el trabajo con los migrantes y el obispo de Canarias enumera algunos de ellos. En primer lugar “la sensibilización de la comunidad cristiana y de la ciudadanía ante esta realidad que nos abruma. Poder trabajar de forma positiva y coordinada el sentimiento de rechazo que surge en momentos de crisis social”. En segundo lugar “la acogida e integración de la persona”. En todo el proceso que lleva consigo la integración de la persona, “tenemos el reto de dar un valor fundamental al acompañamiento que va más allá de lo que supone regularizar su situación administrativa, teniendo en cuenta que es necesaria, pero es la calidez y cercanía con la persona la que nos hace conectar con el otro, gesto que ayuda a generar ese sentimiento de esperanza ante la realidad que traen consigo y hace que las relaciones sean más cercanas y humanas”. Otro de los retos es que “la escucha es un valor a rescatar, porque desde ahí es posible llegar al otro de forma integral”. Recuperar su historia, dignificar a la persona hasta el punto que pueda visualizar de nuevo su proyecto de vida, señala el obispo. “A veces nos ponemos a definir, a etiquetar: llegado en patera, procede de América Latina, es una persona cubana, colombiana... pero cuando acogemos con nombre propio su recorrido, las razones por las que migra, e intentamos rescatar su proyecto en medio de las dificultades, se da el Misterio, algo despierta, se aviva y se siente que merece la pena este combate en un principio perdido. Siempre hay una puerta de salida, de esperanza cuando se conecta desde ese Amor que solo puede ser la presencia de Dios”, subraya monseñor Mazuelos. Asimismo, señala la importancia de abrir caminos para reagrupación familiar en Europa. Al respecto explica que a Canarias llegan muchas personas que ya tienen familia en el territorio continental. “Sería deseable que se facilitara la reunificación familiar cuanto antes. De esta forma, se produciría una disminución de la presión en los centros de atención y una menor dependencia de las administraciones públicas y entidades del tercer sector”. Ahora mismo, no sólo se dificulta la reunificación de quienes tienen familiares fuera de España, sino que incluso dentro del territorio nacional se producen separaciones familiares, lamenta, asegurando que han acompañado varios casos. También recuerda que es necesario mejorar en la asistencia jurídica: “formación específica para los letrados que atienden a los recién llegados; contar con espacios que permitan entrevistas reservadas entre los letrados y sus representados; disponer de medios y herramientas suficientes para poder desempeñar la asistencia jurídica de manera digna”. Un último reto sería “asegurar la presencia de intérpretes suficientes y que hablen las lenguas maternas de las personas asistidas”. Además de la escasez de intérpretes, el obispo asegura que “con frecuencia se realizan traducciones en francés, dando por sentado que todas las personas son francófonas, incluso a quienes proceden de países donde no se habla francés, como Gambia o Nigeria”. Esto – lamenta - provoca una indefensión absoluta, pues los destinatarios de la información no la entienden de manera comprensible y no pueden ejercer sus derechos.
El Papa Francisco habla siempre de la importancia de acoger, proteger, promover e integrar cuando se habla de la migración. El obispo de Canarias cree que para lograrlo en primer lugar hay que luchar desde los colegios “por conseguir una educación en valores y el respeto a la dignidad de todos los seres humanos” y “no entrar en la demagogia de que los migrantes vienen a invadirnos”. Y habla del ejemplo del pueblo de Artenara. “Su alcalde ha sido muy valiente, porque esta localidad forma parte de esa España rural despoblada. Gracias a su capacidad de acogida a treinta niños migrantes se ha logrado que no se cierre el colegio, eso traerá consigo un refuerzo de los servicios públicos para todos, rejuvenecerá la vida diaria… Es, por tanto, una oportunidad”, cuenta monseñor Mazuelos. Por eso recomienda una acogida que dignifique a la persona migrada: “la escucha serena, acoger sus necesidades y buscar juntos alternativas”. En esta misma línea el obispo recuerda que “los migrantes no vienen por placer, sino que a muchos les gustaría no tener que salir de su país”. De hecho, asegura, para África ese éxodo masivo es un problema ya que se está marchando su juventud, su futuro. También asevera que hay que tener “confianza en las personas que llegan, en sus posibilidades de integración, promoviendo sus capacidades”.
Un tema especialmente complejo es el de la llegada de menores no acompañados. Desde la experiencia de la diócesis, el obispo indica que urge una estrategia conjunta de transición a la vida adulta, para evitar que los proyectos vitales de estos jóvenes se vean interrumpidos al cumplir la mayoría de edad (documentación, formación profesional, etc.). “Tenemos constancia de que actualmente existen numerosos jóvenes que han estado tutelados y ahora se encuentran en situación de calle. Desde Cáritas y otras entidades de la Iglesia, se intenta dar respuesta proporcionando comida, asistencia básica y gestión de documentación. Es necesario evitar que la bolsa de ex tutelados se incremente y dar respuesta a los que ya se encuentran en esta situación”, asegura. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que supone un factor importante de vulnerabilidad “que sitúa a las personas en condiciones de ser explotadas por mafias de todo tipo” y de “caer en situaciones de las que es muy complicado salir.” En relación a los menores también “tenemos claro que no se trata de imponer un reparto de migrantes como si fueran paquetes, ni se pueden disponer de centros para menores con el único fin de darles cama y comida. Y menos aún, cogerlos y soltarlos por las ciudades cuando cumplen la mayoría de edad, sin ningún tipo de ayuda y de protección. Así no se va a solucionar esta crisis”, observa el obispo. El acuerdo desde la Conferencia Episcopal Española para acompañar a estos jóvenes en el paso a la vida adulta “es un desafío que tenemos en nuestras manos como Iglesia de Canarias y que hemos puesto en marcha con los corredores de hospitalidad entre las diversas diócesis españolas”. Están trabajando en articular y dinamizar este proyecto y se está avanzando en consolidar esta alternativa de tener unos corredores de hospitalidad entre las diócesis que “se basan en el acompañamiento, formación y búsqueda de empleo de cada una de estas personas”. Las dos diócesis de las Islas Canarias están siendo “la puerta de acogida, protección y propulsora de estos corredores, acogiendo a los jóvenes migrantes que cumplen la mayoría de edad y proponiéndoles una alternativa de vida en otras diócesis de España que ofrecen su hospitalidad. Ante el número importante de jóvenes migrantes que se quedan en la calle, Canarias no cuenta con una red suficiente para acogerlos a todos”. Asimismo, Cáritas, Pastoral de la enseñanza junto con los hermanos de la Cruz blanca y otros religiosos están proponiendo y trabajando “vías donde los menores no sólo puedan ser acogidos, sino que reciban formación y se les pueda preparar la regularización para cuando cumplan la mayoría de edad puedan acceder a un trabajo”.
Son muchas otras asociaciones y entes que trabajan en la acogida de migrantes. Por eso la colaboración es importante. El obispo de Canarias asegura que se está viviendo momentos difíciles, de sobrecarga. “Cada organización mira de forma diferente: desde salvar vidas, cubrir necesidades básicas, otras con la mirada puesta en la promoción e integración”. Por tanto, “urge fortalecer esa coordinación de caminar juntos”.
El sacerdote Víctor Domínguez es el delegado de migraciones de la diócesis de Canarias. Él nos explica los objetivos y las prioridades de este trabajo siguiendo la línea y aportación de la exhortación de los obispos españoles ‘Comunidades acogedoras y misioneras’. En este sentido los objetivos planteados son tres: en primer lugar “pasar de una pastoral para las personas migradas a una pastoral con ellas, promoviendo el encuentro y su participación en el secretariado y en sus actividades”. En esta línea el sacerdote destaca que ya llevan dos cursos en el que en el mes de diciembre y por el día de las personas migradas y refugiadas realizan un encuentro - diálogo en el que los protagonistas son las personas migradas. Ese encuentro lleva por título “Ellos y Ellas toman la palabra”. En segundo lugar, se busca “potenciar el trabajo en red con entidades eclesiales y también con otras organizaciones civiles que trabajan en la acogida y la promoción de las personas migradas, promoviendo o apoyando iniciativas que están en consonancia con la pastoral de migraciones”. El tercer objetivo es “trabajar por proyectos y en procesos”. A este nivel destacan algunos como la mesa de migraciones, un espacio de coordinación eclesial con las entidades de la Iglesia que trabajan desde y con las personas migradas. Importante también el apoyo jurídico en el que ofrecer orientación y ayuda a personas migradas en situación de irregularidad administrativa o vulnerabilidad. Así como los círculos de silencio realizados en lugares públicos o plazas con la finalidad de sensibilizar a la sociedad con respecto a la problemática y realidad migratoria. Y por último la formación y sensibilización en las comunidades acogedoras.
Como es tan desbordante la realidad migratoria que se vive en Canarias, monseñor Mazuelos indica que “se va dando la necesidad de sumar fuerzas ante el desafío de la acogida e integración de las personas migradas”. El trabajo conjunto de las dos Diócesis (Canarias y Tenerife), a través de las instituciones diocesanas, junto con los religiosos y religiosas trabajan en red y se complementa, desde lo local y cercano, con todas las organizaciones de la sociedad civil, incluidas las asociaciones de migrantes y las administraciones públicas, especialmente el gobierno autonómico de las Islas Canarias. Intentan que, como Iglesia, ser acogidos en la mesa de migraciones del gobierno central, “pero seguimos sin voz y sin voto y teniendo dificultades para hacernos presente en los campamentos de refugiados”, lamenta el obispo. Algunos sacerdotes se han dado de alta en la cruz roja para poder acceder a la acogida de las pateras que llegan, pues en nombre de Cáritas no se nos permite ya que en las diferentes crisis migratorias Cáritas ha denunciado las vulneraciones de derechos. A pesar de todo “tenemos las manos tendidas siempre como Iglesia en lo local a través de nuestras comunidades parroquiales y en lo global a través de proyectos de Cooperación internacional”, explica el prelado.
Según el Ministerio de Interior, el archipiélago canario recibió en 2024 a 46.843 personas por vía marítima. Cifras absolutamente abrumadoras, si se piensa también en las personas que fallecen antes de llegar. Existe el riesgo de pensar en los migrantes solo como si fueran cifras, y es necesario humanizar y dar rostro a este drama. El obispo invita a sensibilizarnos ante la muerte de aquellos que viajaban en las barcas, por esos niños, jóvenes y adultos que han enterrado sus sueños y sus vidas en las aguas del Atlántico. “Nunca sabremos cuantos miles de personas han perdido sus vidas de manera trágica y dramática entre las dos orillas en estos últimos años”, reflexiona el prelado. Como Iglesia - subraya - sentimos el profundo dolor y la impotencia de ver cómo muchos hermanos mueren frente a las costas de nuestros pueblos y ciudades sin que parezca que hayamos hecho lo suficiente para evitarlo. Al respecto, el obispo de Canarias asegura que “es la hora de poner en marcha una política migratoria común, donde estén presentes todos los partidos. Y asevera que, si hay una conciencia clara de lo que es el bien común, todos podemos poner granitos de arena y tirar para adelante. Y, por supuesto, “esto no se va a resolver si no hay una implicación real de Europa”.
Por otro lado, el obispo de Canarias es consciente de que como Iglesia “debemos trabajar hasta la extenuación, pero hay que ser conscientes de que no tenemos una respuesta total y absoluta a la situación migratoria.” Hay que tener claro – prosigue - que estamos llamados a ser levadura en la masa. Es este el camino que hemos escogido y que vemos que empieza a sensibilizar a los políticos. Recuerda que “nuestra labor es subsidiaria y que ese pequeño grano que sembramos dará su fruto”. Es importante también – añade - tener presente los testimonios de personas voluntarias y de personas migrantes que han encontrado un camino digno.
Al respecto el sacerdote Víctor Domínguez, lamenta que muchas veces cuando los migrantes llegan “se encuentran con el rechazo, la xenofobia, la indiferencia y el miedo de una población que se cree invadida y amenazada por las personas migradas, ya que no ven en ellas una oportunidad de enriquecimiento sino una amenaza”. Por otro lado, como capellán en el centro de internamiento de migrantes (CIEs) ha tenido que experimentar la impotencia a la hora de ver como sus sueños y esperanzas quedan truncados y rotos cuando son deportados. Pero también recuerda situaciones positivas, como fue el proyecto de Comunidades acogedoras que se creó en la parroquia del sur de la isla de Gran Canaria, concretamente en Argineguín, “donde la comunidad creyente se volcó y acogió a muchos de los migrantes que llegaron en patera. Uno de esos chicos acogidos por familias ha podido formarse e incluso insertarse laboralmente. Hechos solidarios como este nos llenan sin duda de esperanza”.
Siendo conscientes de que la crisis migratoria es una realidad poliédrica, prosigue el obispo de Canarias, “es difícil hablar de una solución, aunque sí son posibles diferentes actuaciones que palien la situación” y sobre todo “hay que intentar que el Atlántico deje de ser un cementerio para las personas migrantes empobrecidas que huyen de guerras y de la pobreza”. Hay múltiples soluciones y vías para ir solventando esta situación, pero no se están poniendo medidas: desde exigir responsabilidades a ciertos gobiernos que están usando a los menores y a las personas migrantes como un arma arrojadiza, hasta focalizarse en los países de origen para paliar la pobreza extrema y garantizar una estabilidad frente a las guerras, para que los ciudadanos no tengan la necesidad de abandonar su tierra. En otros casos, como, por ejemplo, de Senegal, Gambia o Mauritania, hay que apostar por la formación para que vengan con un trabajo, con unas garantías. Esta es una inversión a medio y largo plazo para evitar que el Atlántico se convierta en un cementerio.
Del mismo modo, el prelado asegura que es necesario “denunciar y luchar contra las mafias que se enriquecen con el mercado de personas”. También “debemos procurar curarnos de la indiferencia hacia el sufrimiento del hermano y exigir la puesta a disposición de medios adecuados, suficientes y estables para mantener vías seguras para las personas migrantes”. Canarias – observa el prelado - siempre ha sido y seguirá siendo una sociedad de acogida y de paso de los flujos migratorios por su cercanía a África y su vinculación con Latinoamérica. Por eso invita a “construir otras narrativas de contraste que desmonten el mensaje mayoritario que pretende que veamos a las personas migrantes sólo como cifras, como mercancía o como amenaza a nuestra sociedad”. El obispo pide ponernos en el lugar del migrante “comprendiendo la realidad en otros lugares, tomando conciencia de la necesidad de cuidar y compartir justamente el Bien Común y los recursos naturales y respetando la dignidad de las personas y pueblos saqueados por un sistema corrupto, inhumano y violento que genera desigualdades, sufrimiento y pobreza en los países empobrecidos”.
Finalmente, recuerda que Dios, en la Cruz, se hace uno con las personas migrantes. “Cristo viene con ellos en la patera, se mete como uno más en el Océano y sufre con ellos hasta la muerte. Es ese Cristo quien nos llama a acogerlos, a no abandonarles y a buscar soluciones humanitarias.”
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí