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Una imagen de la Statio Orbis del 27 de marzo de 2020, el Papa Francisco solo en la explanada de la Basílica Vaticana Una imagen de la Statio Orbis del 27 de marzo de 2020, el Papa Francisco solo en la explanada de la Basílica Vaticana 

Hace cinco años la Statio Orbis: «Gracias al Papa no nos sentíamos solos»

En el aniversario del 27 de marzo de 2020, cuando Francisco, en una Plaza de San Pedro desierta, rezó por el mundo azotado por la pandemia, el relato de Don Matteo Cella sobre la respuesta de la comunidad de Nembro a la tempestad de Covid-19.

Alessandro Gisotti

El Papa rezando solo, bajo la lluvia, en una Plaza de San Pedro desierta. A su lado, el Crucifijo de San Marcello al Corso y el icono de la Salus Populi Romani. A lo lejos, el sonido de las sirenas de las ambulancias. Han pasado cinco años desde la Statio Orbis del 27 de marzo de 2020, en plena pandemia del Covid-19. Cinco años muy largos porque aquella herida -aparentemente invisible hoy- sigue siendo profunda y lastima la vida de tantas personas. Aquel día, el tiempo parecía suspendido, el miedo al mañana casi paralizaba. La humanidad necesitaba aferrarse a alguien que pudiera ofrecerle una palabra de esperanza. Esperanza auténtica, no mera retórica. Esa persona, esa roca a la que anclarse fue el Papa Francisco, que -con ese acontecimiento extraordinario- abrazó a todos los que no podían estar físicamente allí, pero que sin duda estaban espiritualmente, unidos por la oración. En la experiencia cristiana, rezar es el acto más concreto y revolucionario que se puede realizar. Ciertamente este es el mensaje más valioso que aquella tarde de hace cinco años nos transmite todavía hoy. Siguiendo con particular emoción la Statio Orbis presidida por el Papa Francisco estaba, aquel 27 de marzo, toda la comunidad de Nembro, el municipio bergamasco que desgraciadamente se ha hecho conocido en todo el mundo por ser el lugar más afectado por la pandemia: en apenas dos meses, la pequeña localidad de poco más de 10.000 habitantes vio morir a 188 personas a causa del Coronavirus. En esta entrevista concedida a L'Osservatore Romano, Don Matteo Cella, ahora párroco de Bérgamo, y en aquel momento sacerdote responsable del Oratorio de Nembro, cuenta lo que representó aquel momento para su comunidad abrumada por la tempestad del Covid-19.

En aquel periodo dramático vivido por toda la humanidad, de esta humanidad herida seguramente la de Nembro fue, aunque sea difícil de clasificar, de las más heridas. ¿Cuál es el recuerdo más fuerte que tiene de aquel momento, también personal, de aquella Statio Orbis?

La imagen del Papa en esta plaza vacía delante del crucifijo es, efectivamente, un icono de aquel momento. Todos la hemos visto en la televisión, en las fotos, en los periódicos. Sin duda alguna, esa situación supo reflejar los sentimientos de todos y descubrí que esa imagen era en realidad la transposición de lo que yo sentía en mi interior, es decir, la necesidad de encontrar un interlocutor y de encontrarlo en el Crucifijo, de dialogar con alguien que comprendiera el sufrimiento, la experiencia de sufrimiento y de muerte que todos teníamos a nuestro alrededor, que todos estábamos viviendo, porque ciertamente está el sufrimiento de la enfermedad y de la muerte de quien lo vive en primera persona, pero también de quien se encuentra con personas en duelo. Aquí, el Papa que en medio de la plaza vacía dialoga con el Crucifijo es capaz de expresar realmente el momento que estábamos viviendo, esta necesidad de encontrar un diálogo, un interlocutor que sea también expresión de esperanza.

Nembro fue, por desgracia, la localidad más castigada por el Covid-19 en Italia, también en Europa, tantos muertos en aquel mes de marzo y también después. En medio de esa tragedia que vivieron, ¿cómo fue captado ese acto extraordinario del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro por la población, los fieles de su parroquia, incluso los jóvenes a los que usted estaba y está particularmente unido?

Creo que se reconoció que una autoridad moral y espiritual tan fuerte como el Papa era capaz de asumir las necesidades de todos, porque la necesidad de todos era, en primer lugar, tener respeto, y el Papa era extremadamente respetuoso en aquel momento, con el sufrimiento, el dolor, la preocupación de la gente. El Papa era una referencia fundamental en aquel periodo, y era reconocido como una referencia con una actitud tan serena, no sólo por los creyentes, sino también por los no creyentes. La otra referencia que nos pareció en sintonía, además, con el Papa Francisco es la del presidente Mattarella, otra persona que ha demostrado que realmente se preocupa por la vida de las personas, de las comunidades, que es capaz de leer los acontecimientos, de hacerse cargo de ellos, de recordar la vida de las personas.

El Papa se acercó a Nembro y especialmente a los jóvenes de su comunidad de una manera muy concreta...

Sí, el Papa me telefoneó, me telefoneó para agradecerme lo que estábamos haciendo en Nembro. En ese gesto leí la capacidad de una persona de ser guía, porque está presente en la vida de las personas aunque estén lejos, así que me parece que todos vimos en el Papa esa manera de hacerse cargo de la vida y del sufrimiento de los demás, tanto que cuando compartí el hecho de que el Papa había telefoneado a la comunidad, especialmente a los más jóvenes, todos tomaron ese testimonio como una muestra de gran afecto, de gran cercanía, de profunda humanidad.

En aquella Statio Orbis, el Papa se dirigió a la humanidad con palabras de esperanza y aliento, pero también advirtió que la pandemia había desenmascarado muchas de nuestras convicciones y que sólo juntos podríamos superar la tempestad que nos había azotado y ser mejores, una tempestad que en aquel momento no sabíamos realmente cómo ni cuándo terminaría. ¿Hay algún pasaje de esa meditación que le haya impactado más, pensando obviamente en su experiencia en Nembro?

La afirmación de que el Covid-19 traería claridad, traería verdad y desenmascararía las falsedades que había. Efectivamente, esa era la situación que estábamos viendo, para bien o para mal. Aquella situación de emergencia puso de manifiesto el valor de tantas personas, porque muchas estaban trabajando para ayudar a los demás, para ofrecer palabras auténticas. Las relaciones que se manifestaron, sinceras, solidarias, en aquel momento no eran necesariamente tan evidentes ni tan fuertes antes, y tanto bien surgió realmente de las personas y las comunidades, pero al mismo tiempo también se desenmascararon tantas fragilidades o tantas posturas de fachada. Tuve la suerte de estar en una comunidad en la que la gran mayoría de la gente eligió ser una comunidad de personas positivas y resilientes, allí se puso de manifiesto la verdad del camino de construcción de la comunidad y de las relaciones hechas lentamente a lo largo de los años anteriores, forjando muchos lazos, adquiriendo muchas experiencias, compartiendo muchos caminos, incluidos de formación. Allí vimos realmente surgir lo bueno de las personas, pero ciertamente también vimos a otros replegarse, dejarse vencer por el miedo, y entonces lo que ya estaba en el corazón de las personas se hizo exponencial. También lo vimos a mayor escala, donde había guías fuertes y seguros, como el Papa, todo el mundo era capaz de apreciar esas actitudes y esos testimonios, y donde había falsedad, la gente también se distanciaba fácilmente.

«El hombre reza con las manos en el timón de la historia», decía San Juan Crisóstomo. Quizá más allá de las imágenes, de las emociones de aquel momento histórico, lo que queda es precisamente esto, el poder de la oración. Los jóvenes, sus jóvenes, los jóvenes del oratorio de Nembro, ¿cómo han respondido a la llamada del Papa Francisco a la oración, pero también a la fraternidad?

En el frente de la oración, los jóvenes no siempre están en primera línea, pero allí me di cuenta de que la necesidad de espiritualidad existe y también es cierta en los jóvenes. Algunos se acercaron a la Iglesia, al oratorio, incluso para ayudar, porque el oratorio, la parroquia, tenía la suerte de ser un lugar donde se podían concentrar las energías de la gente, el deseo de solidaridad, el voluntariado, etc. Muchos se acercaron para aportar su granito de arena, para hacer su parte, y luego también se encontraron dentro de unos mensajes fuertemente evangélicos, mucha oración, espiritualidad que durante un cierto tiempo también pasó por las herramientas de comunicación, el live streaming, las redes sociales. Algunos de los jóvenes que estaban allí para echar una mano, para colaborar, se interrogaron, se pusieron en diálogo con estas palabras del Evangelio y con la praxis de la oración comunitaria, demostrando una sensibilidad que quizás se manifestó en lenguajes y tiempos que no son los habituales de la vida parroquial. Donde sí se intenta decir cosas de sentido, de profundidad y leer lo que habita en el corazón del hombre, los más jóvenes no se muestran distantes ni contrarios, quizá no comparten las formas más habituales dentro de la vida cristiana, pero saben reconocer cuando uno se centra en algo que es auténtico. el Evangelio es auténtico, y por eso, si uno es capaz de comunicarlo, los jóvenes allí están dispuestos y dialogantes.

El Papa dijo que en la Statio Orbis que no se sintió solo. «Estuve en contacto con la gente, no estuve solo en ningún momento», afirmó. De alguna manera, aunque en un contexto diferente, se puede decir que incluso hoy en esta condición de enfermo el Papa no está solo, el pueblo de Dios reza por él y reza con él. ¿Qué experiencia puede compartir al respecto?

Hay en la gente una gran estima, una gran simpatía por el Papa Francisco, que se ha manifestado en estos días en la oración. Lo hemos visto también en la parroquia, cuando se da la oportunidad de expresar una oración, el pensamiento va inmediatamente a la salud del Papa, sin pedir cosas milagrosas. Se siente en la oración sincera y espontánea de la gente un auténtico afecto. Creo que el Papa Francisco se ha ganado este papel de «gran padre», de figura capaz de ser acogedora, de ser capaz de asumir la vida real de la gente, más allá de las reglas a veces poco comprendidas del Magisterio. Un hombre capaz de abrirse camino junto a otros hombres. Creo que esta dimensión es muy compartida por los creyentes y a menudo aún más por los no creyentes. A veces nos detenemos, en la Iglesia, en ciertas formalidades o ciertas rigideces, pero me parece que el Papa ha encontrado la manera de ser verdaderamente un constructor de puentes incluso hacia el exterior.

Ya pasaron cinco años desde la pandemia. Por un lado, parece que fue hace un siglo, porque queríamos desterrar el recuerdo de aquel inmenso sufrimiento, pero por otro parece que fue ayer, tan profunda fue la herida infligida a tantas personas, especialmente niños, jóvenes y ancianos. ¿Qué lecciones debemos extraer entonces de aquel periodo terrible que, sin duda, no queríamos vivir?

El olvido de la experiencia Covid-19 también se produce aquí donde se ha estado inmerso en una experiencia de dimensiones gigantescas por desgracia. La razón del olvido es sólo en parte la necesidad de eliminar el dolor porque reabre heridas y nos hace asumir el sufrimiento padecido. A veces ocurre porque hay otras preocupaciones mayores que borran las anteriores. En estos cinco años hemos asistido a una escalada de problemas, después de la pandemia vino la guerra de Ucrania, después la guerra de Gaza. Todas las certezas del mundo occidental se están derrumbando poco a poco, hemos pasado de una situación de emergencia sanitaria a una serie continua de cuestiones y problemas. Sin embargo, las consecuencias permanecen porque el mal siempre deja huella hasta que se reelabora, hasta que no es reconocido. Por ejemplo, los niños más pequeños a veces muestran inseguridades, formas de ansiedad, cerrazón o incluso simplemente muestran que han perdido una parte de su crecimiento. Es necesario que alguien se haga cargo, que la sociedad se haga cargo de este sufrimiento.

¿Y qué puede enseñar Nembro, su comunidad, a Italia, teniendo en cuenta cómo afrontó el dramático periodo de la pandemia?

En el momento de la pandemia, Nembro ciertamente ha enseñado la fuerza de la comunidad, ha demostrado que hay un camino de cohesión, de diálogo en el territorio entre las personas, entre las instituciones, y de valorización de quienes son activos en el territorio. De ahí el voluntariado, la parroquia, todo el mundo, que en el momento de la emergencia se convierte en un paracaídas. La comunidad construida con fuerza hace que uno se vuelva más fuerte y resiliente, del mismo modo que la soledad se convierte en un drama dentro del drama, y muchos jóvenes experimentan precisamente esto, las consecuencias de ser abandonados, de quedarse solos. Nuestra experiencia en Nembro fue la de un continuo y creciente intento de estar dentro de lazos y conexiones capaces de abrirse al otro. Incluso los más jóvenes jugaron su papel, creo que podemos decir que aquellos que fueron capaces de implicarse, de sentirse reconocidos por los demás, por mucho que tuvieran que mantenerse a distancia y llevar máscaras, siguieron teniendo una buena experiencia vital. Los que no consiguieron implicarse, los que siguieron teniendo miedo, hoy son sin duda un poco más frágiles y un poco más débiles. Las comunidades que atesoraron la solidaridad que allí se manifestó son hoy sin duda más resilientes.

El compromiso de implicar a las comunidades no terminó con el fin de la pandemia...

No. Con el ex alcalde de Nembro, estoy recorriendo una serie de escuelas, llevando una reflexión precisamente sobre esto, sobre el valor de ser comunidad, una reflexión nacida de la experiencia Covid, y nos encontramos con que a veces hay historias muy bonitas de vida, de personas, incluso jóvenes que han visto la fecundidad de estar al servicio de todos. Muy a menudo encontramos, en cambio, historias de sufrimiento a causa del aislamiento, porque el tiempo se ha detenido, y casi implícitamente una petición que dice «ayúdanos a no recaer en una experiencia así». Hoy quizá no podemos decir que somos mejores. Teníamos la esperanza de que en 2020 saldríamos mejor, incluso el Papa. Quizás hoy dudamos un poco más de si somos mejores, quizás incluso a veces nos dan ganas de decir que hemos aprendido poco, pero no es demasiado tarde para volver a comprender la realidad y cuestionarnos de nuevo para ser mejores.

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26 marzo 2025, 11:16
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