Shevchuk: en la masacre de Sumy vi cómo la solidaridad superaba el miedo
Svitlana Dukhovych - Ciudad del Vaticano
"Si estás bien, no necesitas ninguna gracia, ni de Dios ni de los hombres". Pero cuando "experimentas el dolor, la tragedia" y experimentas "cada día que no te bastas a ti mismo, que necesitas la mano del otro, esto te hace descubrir el sentido de caminar juntos" y te ayuda a resistir. Fe y fortaleza de ánimo, resiliencia y esperanza en Cristo que ha vencido a la muerte, incluso a la muerte desgarradora tras una nueva masacre de civiles: Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk, arzobispo mayor de Kyiv, relata a los medios vaticanos una nueva Semana Santa en tiempos de guerra, que comenzó con el ataque ruso a la ciudad de Sumy el Domingo de Ramos, 13 de abril, que causó 34 muertos y unos 120 heridos, entre ellos una quincena de niños. Otro golpe cruel que, dice, no afectó ni al sentido de humanidad ni a las convicciones más profundas del alma.
Estamos en el Año Santo con el lema "Peregrinos de la esperanza". La solemnidad de la Resurrección también nos lleva a pensar en la esperanza. ¿Cómo ha cambiado la esperanza de la gente en Ucrania, y en particular de los fieles católicos, durante estos años de guerra?
Para nosotros hoy, la esperanza es realmente la fuente de nuestra supervivencia, de la capacidad de resistir, de seguir adelante. Creo que la esperanza como tal no ha cambiado, porque siempre nuestra esperanza es el Señor Jesucristo. No confiamos en algo, sino en alguien.
Y esta relación con Jesús que sufrió por nosotros, que murió y resucitó, es la fuente de nuestra esperanza. Quizá lo que cambia es la manera de percibir esta esperanza y de comprender lo importante que es no sólo tener sentimientos de esperanza -como solemos decir: "Esperemos que todo vaya bien", sino tener esperanza como virtud.
La esperanza es verdaderamente una realidad que vivimos. Por eso estamos verdaderamente muy agradecidos al Papa Francisco, que nos ha abierto las puertas de la esperanza. Tengo que decir que muchas personas vienen en peregrinación, especialmente en este período de Cuaresma, a nuestras catedrales, a nuestros santuarios, precisamente para acrecentar esta esperanza. Los peregrinos participan en los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía, rezan por el Papa y por su salud, y reciben estas gracias que el Año Santo nos ofrece y el Santo Padre nos hace experimentar no sólo en Roma -porque muchos peregrinos van a Roma-, sino también aquí con nosotros.
Muchas personas en Ucrania sufren el duelo, traumas que afectan al cuerpo y al alma. Precisamente el domingo pasado, durante la solemnidad de las Palmas, un atentado ruso causó una terrible masacre en Sumy. ¿Existe el riesgo de que todo este sufrimiento oscurezca el sentido de la Resurrección?
Esta Semana Santa, la semana de la Pasión del Señor, comenzó desgraciadamente con una gran tragedia. En Sumy, mientras la gente rezaba en las iglesias por el Domingo de Ramos y en la catedral ortodoxa del Patriarcado de Moscú se estaba desarrollando la homilía, cayeron dos misiles, dejando 34 muertos, entre ellos dos niños, y 119 heridos, entre ellos 15 niños.
Obviamente, cualquier análisis de este ataque, de esta masacre, muestra que la intención era golpear a la población civil. El primer misil impactó en el centro de la ciudad y después -cuando sabían que los rescatadores, los bomberos y el personal médico llegarían inmediatamente para ayudar a los heridos- en ese momento llegó el segundo misil, un ataque aún más mortífero porque dicen que este misil explotó en el aire para alcanzar a la gente que circulaba por el centro de la ciudad. Una tragedia que realmente conmocionó a todo el mundo.
Incluso aquí, en la ciudad de Kyiv, vivimos bajo bombardeos todas las noches. Esto no ocurría con esta intensidad en los meses anteriores. Se puede ver una escalada, una obstinación muy, muy fuerte. Y, sin embargo, nuestro pueblo no siente este sufrimiento como algo insuperable, sino como un camino. Sabemos que estamos en el Vía Crucis.
Incluso el dinamismo del Vía Crucis no es estar quieto, sino caminar, un viaje del sufrimiento a la Resurrección. Y caminamos juntos. Hablé con nuestro sacerdote que presta servicio en Sumy, el padre Olexandr Dyadya, que es también el director de nuestra Cáritas local. Me contó cosas extraordinarias: tras los atentados, la gente no huyó de la ciudad, sino que colaboró para ayudar, para limpiar las calles, incluso para preparar la Pascua.
Tras el atentado, la gente no se asusta; al contrario, está más motivada para quedarse, resistir y ayudar a resolver las secuelas del atentado. Es extraordinario porque humanamente uno diría: "Huye de este lugar donde sólo parece reinar la muerte". En cambio, no. Demuestra que la gente tiene un enfoque diferente de esta tragedia, el enfoque no de los asustados sino de los que consiguen superar el miedo mediante la fe en Dios.
Nuestro sacerdote me contó que esos dos misiles cayeron a sólo 200 metros de la sede de Cáritas, donde trabajan 50 personas. Al día siguiente todos estaban allí, trabajando, ayudando a los que han perdido sus casas, a los que están en los hospitales, a los que necesitan mucho apoyo. Lo que más nos preocupa son los niños.
Aprovecho la ocasión para dar las gracias a Cáritas Italia, que se ofreció a acoger a veinte niños de la ciudad de Sumy y ofrecerles la oportunidad de participar en campamentos de verano en Italia. En cualquier caso, como me dijo el sacerdote, hay cientos de niños que necesitarían pasar dos o tres semanas en lugares más tranquilos del mundo, un período que les ayudaría psicológica y espiritualmente. Así que, incluso después de esta tragedia, la gente no se desespera: muestra su humanidad, su fe cristiana, su solidaridad, la solidaridad que vence al miedo.
En circunstancias tan difíciles, ¿cómo consigue la Iglesia ucraniana celebrar el Año Santo junto con la Iglesia universal?
Comparado con otros Años Santos vividos en el pasado, este Jubileo es ciertamente especial porque la gente está redescubriendo cada vez más el sentido de la gracia. Porque si estás bien, tienes la ilusión de que no necesitas ninguna gracia, ni de Dios ni de los hombres. Pero cuando experimentas el dolor, la tragedia -cuando descubres tus limitaciones humanas y experimentas cada día que no te bastas a ti mismo, que necesitas la mano de otro-, entonces esto te hace descubrir el sentido de la peregrinación, el sentido de caminar juntos.
También te hace descubrir el espacio de intercambio de dones que existe no sólo dentro de la Iglesia que peregrina en la tierra, sino también entre la Iglesia celestial y la Iglesia terrenal. En este año jubilar redescubrimos lo que siempre hemos profesado en la fe, la comunión de los santos.
Esto nos hace cada vez más resilientes, nos ayuda a resistir. Caminando juntos aprendemos realmente a ser empáticos, a interesarnos no sólo por nuestro propio camino, sino también a entrar un poco en la situación de la otra persona. Esta es la solidaridad que realmente salva vidas de una manera muy concreta. Así que aprovecho esta oportunidad para dar las gracias a todos los que caminan con nosotros.
Porque el Año Santo no lo vive sólo Ucrania, sino toda la Iglesia universal, y sentimos mucho esta solidaridad de la Iglesia católica, que ahora para nosotros en Ucrania es la fuente de nuestra capacidad de servir. Cada uno comparte todo lo que tiene: Ucrania comparte con el mundo su esperanza, su espíritu, incluso en un contexto de guerra. Y vemos cómo esto resuena en los corazones de millones de católicos de todo el mundo. Por eso os damos las gracias por estar con nosotros, por caminar con nosotros.
¿Estos tres años de guerra han cambiado en algo su percepción de su misión al frente de la Iglesia greco-católica ucraniana?
Debo decir que sí, quizá incluso de un modo muy radical. Porque la Iglesia bizantina, en su espiritualidad y liturgia, es la Iglesia que en cada celebración celebra la alegría de la Pascua. Somos una Iglesia de cultura pascual. Pero estamos redescubriendo que el misterio pascual no es sólo celebración, no es sólo alegría o solemnidad. Incluye también el misterio del sufrimiento y el misterio de la muerte, misterios que la cultura actual quizá trata de olvidar, de eludir o incluso de desacralizar.
A menudo, en el mundo actual, el sufrimiento y la muerte se convierten en un espectáculo, y nosotros, que tenemos la tentación de vivir parte de nuestra vida en el "continente digital", corremos el riesgo de perder nuestra percepción del sufrimiento y de la muerte.
Pero precisamente en este drama del sufrimiento redescubrimos la presencia de Cristo sufriente y también en el misterio de la muerte contemplamos a Jesús crucificado, Aquel que murió en la cruz para tomar sobre sí nuestra muerte y darnos su vida. San Agustín dice palabras muy profundas al respecto: "Hizo suya nuestra muerte y nuestra su vida". Es algo muy profundo que tienes que redescubrir, no estudiando un bonito artículo o leyendo un lindo libro, sino experimentando esa realidad en tu carne, en la carne de tu pueblo, en la vida de tu Iglesia.
Y ahora estamos acompañando a tanta gente que sufre, estamos celebrando tantos funerales, cada día tenemos que enfrentarnos a esta realidad de la muerte, que parece querer reinar entre nosotros. Pero en este reino de muerte que el agresor ruso está extendiendo en Ucrania, estamos predicando a Cristo resucitado, y esto cambia totalmente nuestra percepción tanto de la propia liturgia como del Misterio Pascual. Esto afecta a nuestro trabajo pastoral, al modo en que acompañamos a las personas y les ayudamos a tener la esperanza de que este sufrimiento no es un punto de llegada, sino de partida. No es un punto insalvable que hace desesperar, sino una puerta por la que avanzar hacia la Pascua del Señor.
¿Le gustaría añadir algo?
Me gustaría aprovechar esta oportunidad para compartir mis saludos de Pascua con todos nuestros oyentes y lectores.
Quiero que sepan que también en Ucrania resucita Cristo, que Ucrania vive. Somos un pueblo en camino hacia la Pascua definitiva de Cristo. Con ocasión de la mayor fiesta cristiana, que nos devuelve a la fuente de nuestra fe, os deseamos una Santa Pascua del Señor. Os deseamos esta alegría que supera incluso nuestras lágrimas. Cristo resucitado es nuestro sanador, cura nuestras heridas y vence a la muerte. En el tiempo de Pascua, saludémonos unos a otros diciendo: "¡Cristo ha resucitado!" y respondamos: "¡Verdaderamente ha resucitado!".
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