Robert Kennedy Jr: mi padre y sus esperanzas
Alessandro Gisotti – Ciudad del Vaticano
El 6 de junio de 50 años atrás era asesinado en los Ángeles Robert F. Kennedy. Con sólo 43 años terminaba la vida de uno de los líderes políticos americanos más carismáticos de la segunda postguerra. Se interrumpía además trágicamente la carrera hacia la Casa Blanca de Bob Kennedy, cinco años después del asesinato de su hermano, el presidente John F. Kennedy.
El homicidio del senador de Nueva York, solo dos meses después del asesinato de Martin Luther King, apagaba la esperanza para muchísimos americanos y no sólo, de una nueva estación en la política norteamericana y mundial. Tres días después del homicidio, Pablo VI en el Ángelus, recordó conmovido la figura de Robert Kennedy. Un testimonio, dijo, “del cual haremos bien en recordar la voz en favor de los pobres, de los desheredados, de los segregados, del urgente progreso, en una palabra, de la justicia social”.
A 50 años de aquel trágico 6 de junio de 1968, nuestro colega Alessandro Gisotti ha entrevistado en exclusiva para Vatican News a Robert Kennedy Jr., hijo del político norteamericano. Abogado, ambientalista, presidente de la asociación Waterkeeper, Kennedy ha publicado precisamente en estos días, con la Harper Collins, el volumen American Values, “Los valores americanos”, en el cual relata la historia de su padre y de la familia.
Cuál es la herencia personal más significativa que su padre le ha dejado y de la cual habla en su libro American Values, fue la primera pregunta de Vatican News a Robert Kennedy Jr., que respondió:
R.- El libro es parte de una memoria. Relata lo que quería decir crecer en la era de Camelot (presidencia Kennedy) y luego en el periodo en el que mi padre estaba en carrera hacia la presidencia. Para mí, para mis hermanas, mis hermanos, mis primos, ha sido un periodo mágico porque estábamos involucrados en una batalla que abrazaba a todos los grandes argumentos del momento. En invierno, nuestra casa de Hickory Hill, en Virginia, se volvía un satélite de la Casa Blanca. Muchas de las grandes cuestiones de la época, entre las cuales la integración racial en Misisipi, en Alabama, los derechos civiles, la invasión de la Playa Girón, la crisis de los misiles de Cuba, todo esto era administrado desde mi casa. Y nosotros chicos estábamos involucrados porque escuchábamos los debates y veíamos la historia correr delante de nuestros ojos.
P.- El mundo ha conocido a Robert Kennedy como político y como estatista, ¿cómo era como padre?
R.- Era un padre maravilloso y muy atento. Como explico en el libro, se ocupaba de cada uno de nosotros y comprendía que somos personas diferentes, con talentos diferentes, y estaba atento a estos talentos y a estos intereses. Por lo que me respecta, desde chico yo andaba mal en la escuela y sentía que si hubiera percibido su desaprobación, esto me habría partido el corazón. En cambio, él demostraba gran interés en las cosas en las que yo era bueno: mi cuidado por los animales – criaba pichones viajadores, entrenaba halcones, iba a pescar y a cazar – y él demostraba un real interés y me alentaba a continuar con estas cosas. Veía que yo era bueno para hacer ciertas cosas y me elogiaba por esto sin desaprobarme por las cosas para las que, en cambio, yo no era tan bueno.
P.- A 50 años de su muerte, su padre es aún muy amado y estimado en los Estados Unidos y en el resto del mundo, ¿Según usted, por qué?
R.- Creo porque ya sea mi tío (John F. Kennedy) como mi padre estaban convencidos que América debía ser un ejemplo como nación. Esto para ellos significaba que deberíamos plasmar la democracia y perfeccionar nuestro país, pero que no deberíamos imponer nuestros puntos de vista a los otros pueblos del mundo. Mi padre y mi tío querían mostrar el rostro mejor de América al resto del mundo. Y querían que el mundo no pensara que la cara de los Estados Unidos de América era la de un marinero o de un soldado. Debía ser aquella de un voluntario de los Cuerpos de Paz. Y que debería ser una alianza para el progreso: trabajadores que construyen caminos y distribuyen alimentos a las personas más pobres del mundo. Ésta debería ser la política de los Estados Unidos de América.
P.- El título de su último libro es precisamente American Values, “Los valores americanos”. ¿Cuáles son hoy estos valores-clave, los valores de Robert Kennedy que más necesita la sociedad americana?
R.- Es precisamente esta idea que América sea una nación ejemplar, que significa que somos un modelo, pero que no obligamos a los otros a hacer lo que queremos nosotros. Más bien, buscamos llevar a la práctica lo mejor de estos valores a casa. Buscamos perfeccionar nuestra Unión de Estados, para hacer que los Estados Unidos de América se vuelva un modelo para los derechos humanos y para los derechos civiles, para la justicia, la generosidad, la democracia y la gentileza. Y que nuestra política exterior no está basada sobre la potencia militar.
P.- ¿Cuánto ha influido la fe católica en el compromiso político de su padre?
R.- La fe de mi padre es la de Dorothy Day, aquella del Evangelio. Y aquel aspecto del catolicismo en el cual creían Juan XXIII y San Francisco de Asís: que la Iglesia debería ser un instrumento de amor, justicia y gentileza en el mundo.
P.- Cuando hablamos de defensa de los pobres, promoción de la paz y lucha a las discriminaciones, parece existir una convergencia entre el Papa Francisco y su padre. ¿Está de acuerdo?
R.- ¡Sí! Y pienso que también Juan XXIII, con quien mi tío tenía una sintonía de pensamiento muy intensa, la pensara al mismo modo. Vea, he escrito un libro para niños sobre San Francisco de Asís. Francisco era también el segundo nombre de mi padre. ¡Y San Francisco era el protector de la casa donde crecimos! Considero que la visión que el Papa Francisco tiene del papel de la Iglesia es idéntica a la visión que mi padre tenía del papel que la Iglesia y también un gobierno deberían tener en la sociedad, es decir, empeñarse por la justicia, la gentileza y la bondad del mundo, no de las guerras.
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