Ecuador recuerda a Mons. Proaño, pionero de la pastoral indígena
Lisa Zengarini - Ciudad del Vaticano
Participaron en este evento más de un centenar de delegados indígenas procedentes de Ecuador, Argentina, Bolivia, República Dominicana, México, Brasil, Colombia, Nueva Zelanda, Canadá y Estados Unidos de América. Entre los que asistieron se encontraba también Monseñor Eugenio Arellano, Vicario apostólico de Esmeraldas y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
“No podemos creer en la Iglesia si no da testimonio de sencillez y pobreza, tal como vivió Monseñor Proaño” – dijo Monseñor Arellano – y exhortó a la Iglesia a “ser una Iglesia pobre entre los pobres y a promover un relanzamiento de las comunidades eclesiales de base”.
Su enseñanza: ser pobre y hacerse pobre
Por su parte Nidia Arrobo Rodas, representante de la fundación “Pueblo Indio” y amiga del Obispo de Riobamba, trazó un perfil espiritual de Monseñor Proaño, articulado en seis puntos, en los que destacó: la fidelidad a sus orígenes; el hecho de enseñar aprendiendo; el saber escuchar, su respeto por el otro; su atención hacia a la actualidad y la devolución de la dignidad.
“Creo que una importante aportación al proceso de enseñanza y aprendizaje de la obra de Monseñor Proaño – dijo la relatora – es el principio del ser pobre y hacerse pobre”. Sí, porque esta importante figura siempre era fiel a sus propios orígenes, que recordaba continuamente, y que le permitía ser aceptado por los pobres y los indígenas.
De ahí su afirmación: “Este Obispo fue un gran maestro y, a su vez, un alumno excelente, puesto que enseñaba aprendiendo. No demostraba lo que sabía, y cuando le decían que era el maestro, repetía las palabras de Jesús: ‘Yo no soy el maestro, sólo Dios es el Maestro’”.
También recordó que para Monseñor Proaño era importante mantener esta relación de igualdad con los indígenas, estando atento a no crear distancias entre quien sabía y quien no, sino manteniendo relaciones sin barreras.
El Obispo que dio dignidad a los pueblos nativos
En efecto, Monseñor Proaño fue sobre todo el Obispo que dio dignidad a los pueblos nativos: “En aquella época – afirmó Nidia Arrobo Rodas – los indígenas eran considerados como objetos, como animales de carga que eran incluidos en el precio de las granjas junto a los animales y los muebles. En este contexto feudal del Ecuador, especialmente en el Chimborazo, donde había situaciones de esclavitud, Monseñor Proaño comenzó un trabajo significativo y, al mismo tiempo, fatigoso y lento para rescatar la dignidad de los indígenas, a fin de que se sintieran personas, capaces de conocer y reconocer sus derechos, tanto individuales como colectivos”.
En una palabra este pastor se preocupó por “vivir el Evangelio de la parte de los indígenas”. Un trabajo que prosigue gracias a organizaciones como la Confederación de las nacionalidades indígenas de Ecuador y la pastoral india de América Latina. De modo que su trabajo es sumamente actual y resonó también hace cincuenta años en la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín”, tal como lo subrayó Cristiano Morsolin, experto de derechos humanos en América Latina.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí