Santa Sede ante FAO: un mañana fruto de la solidaridad del hoy
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
El día de hoy, 13 de diciembre, se realiza en Madrid, España, la Jornada Agua, Agricultura y alimentación: construyamos el mañana. En ella participan la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Misión Permanente de la Santa Sede y otras instituciones académicas y científicas.
Un punto de vista sereno
En su discurso, Mons. Chica Arellano insistió en que “Un futuro sostenible solo puede ser fruto de un esfuerzo solidario y coordinado que realicemos hoy. El agua, la alimentación y la agricultura son elementos fundamentales que repercuten directamente en la vida de las personas. Son temas de vital importancia para la consolidación de un presente sereno, donde logremos erradicar, de una vez por todas, el hambre que, en la actualidad, afecta acerbamente a 821 millones de hermanos nuestros”.
Para el representante de la Santa Sede, ha llegado el momento de pasar de la reflexión a la acción. De las buenas intenciones a las grandes dosis de voluntad, prontitud y tino en las decisiones. Esto es parte de algo más grande: un auténtico desarrollo integral que pasa por el uso del agua y de otros recursos necesarios para la agricultura desde una perspectiva que no busque solo ganar dinero, sino que permita salvaguardar dichos recursos y posibilite el futuro de la humanidad.
Sin el agua para todos no hay progreso de la humanidad
Monseñor Chica Arellano insiste en que “el agua no es algo opcional, contingente o superfluo para el hombre. Más bien es un prerrequisito esencial para su vida en la Tierra. Sin agua, no podemos existir, y donde no hay garantía de acceso al agua, cualquier discusión sobre derechos humanos, políticos o sociales se convierte en inútil y abstracta. De esta evidencia resulta que el derecho al acceso al agua potable y segura se vuelve esencial en el contexto de los derechos humanos y, de modo aún más claro, en relación con el efectivo cumplimiento de los Objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS)”.
“Sin embargo, y lamentablemente, un tercio de la población mundial vive aún con escasez de agua. Casi mil millones de personas no dispone de agua potable, limpia y de calidad, y más de dos mil millones de individuos no tienen tampoco acceso a estructuras higiénico- sanitarias aceptables. Y no son pocos los que afirman que, para el año 2025, este problema podría afectar a dos tercios de los habitantes del planeta”.
Coincidencias en los objetivos
Las aportaciones de la jornada han puesto en evidencia los puntos coincidentes en torno al tema del agua. La posición del Papa Francisco en la Laudato Si afirma sin dudar que “El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la supervivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos” (n. 30)”. La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su Resolución del 17 de diciembre del año 2015 (A/Res/70/169), señala, el derecho humano al agua potable y a la higiene. Estos son ejemplos de una preocupación más generalizada que considera el agua y otros recursos como bienes sin los cuales el desarrollo social de toda la humanidad es imposible.
Implementar el principio de subsidiaridad
Los recursos hídricos, como derecho, no pertenecen a un solo grupo o país. Su utilización pasa por la comprensión de que todos somos corresponsables del uso, explotación y preservación. Esto significa también que existen formas particulares de gestionarlos, sobre todo cuando el agua es compartida entre comunidades o países. Ayuda enormemente a este fin el diálogo y la comprensión.
Otro aspecto que resaltó Monseñor Chica Arellano es que “las organizaciones internacionales y las regionales pueden ayudar a las demás entidades a promover la transparencia, la cooperación y el intercambio de recursos”. Este sería el papel de la FAO y de otras muchas instituciones preocupadas por este tema.
Finalmente, el representante de la Santa Sede ante la FAO subrayó la necesidad de no dejar enfriar las iniciativas solidarias. “Si la solidaridad internacional no crece, lo que se incrementará será la indiferencia, el aislamiento o la sola atención a los problemas domésticos. Todo ello dificulta y vuelve tortuosos los caminos de la paz, a la vez que obstaculiza las condiciones necesarias para la construcción de la prosperidad y del crecimiento integral de la familia humana”.
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