Simona y Mustapha: un amor frustrado, ahora una pareja feliz
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
Se conocieron a finales de agosto de 1992, en un vuelo Beirut-Roma. Él tenía una visa de estudiante para Italia. Ella asistía a un grupo del movimiento Equipe Notre Dame, guiado por un padre libanés, que viajaba por la tierra de los cedros. Ambos con la esperanza, ya a sus veinte años, de conocer pronto a la persona a la que amar en la vida.
La prisión del estigma
En Tripoli Mustapha Hussein vivía en un barrio mixto de musulmanes y cristianos. Acostumbrado desde pequeño a establecer amistades con todo el mundo, sin distinciones, de familia abierta, musulmana. La palabra “libre” ha sido siempre utilizada por él, por sus amigos y por sus padres. Simona ha vivido una historia más turbulenta para aceptar la amistad de Mustapha. Su familia temía a los islámicos, prisionera de los estigmas transmitidos de generación en generación.
El examen, por parte de un guía espiritual cercano a Simona, sobre la bondad de las intenciones del joven, no era suficiente para tranquilizar a la madre. “Con mi madre la batalla ha sido dolorosa, nos alejó y nos hizo perder mucho tiempo y energía. El mayor temor era que me obligaran a abandonar mi religión, e incluso mis estudios". Para aumentar la rigidez, los legados nunca metabolizados completamente como parte de la historia de una mujer, la madre de Simona, que había sufrido mucho, hace años, por la distancia cultural y la soledad en que se encontraba tras casarse y desplazarse a Roma desde el sur de Italia.
Rezar juntos es posible
Mustapha ha vivido siempre con mansedumbre y confianza la historia con Simona: "Estaba seguro de que los rechazos no habrían tenido la última palabra. Por supuesto, me sentí incómodo cuando fui a su casa la primera vez. Me sentí en el punto de mira. Nuestra fuerza ha sido nuestro amor", repite. Simona, paradójicamente, se dio cuenta de que la tenacidad de Mustapha era más fuerte que la suya, más madura: a través de él vi a Jesús. Era sorprendente. Era "más católico que yo". Simona también dio un ejemplo de gran sabiduría cuando, en el Líbano, durante su noviazgo, fallece el tío de Mustapha. En el funeral se dio cuenta que era una mujer sola, occidental y cristiana. ¿Cómo mostrar su cercanía al dolor de este momento? Sacar el rosario y comenzar a rezarlo. "Mi abuela aún recuerda esa escena – dice Mustapha – y está feliz".
“Simona me ha transmitido su apego a la fe. Ella siempre me repetía: Dios es amor. Encuentro esto cada vez más fascinante, es hermoso. He profundizado los fundamentos de la fe cristiana, la acompaño a misa. Siento en mí su creencia. A pesar de todo". Simona habla de sus oraciones espontáneas, o de la lectura compartida de los salmos: "Lo impresionante es experimentar que el Espíritu Santo sopla donde quiere y no hay barrera que retenga. Nadie más, si no el Espíritu, podría haberles inducido conductas que se ajustaran perfectamente a las enseñanzas de Jesús. El amor no tiene límites, estoy aún más convencida de ello. Lo que nos ayudó fue su extrema curiosidad".
La integración más allá de la discriminación
"Me he dado cuenta que quien quiere la paz realmente la encuentra. He asistido por años a un grupo de camino espiritual ignaciano, donde Simona ya estaba orientada, que me acogió y siempre me hizo sentir a gusto", cuenta Mustapha. "Para mí, en realidad, no fue tan difícil integrarme, si lo ha sido desde el punto de vista burocrático, eso sí. Iba a jugar baloncesto con los jesuitas del Colegio Internacional de Roma. Vimos que en el juego se era muy correcto, leal. Esto nos hizo pensar que podríamos ser leales incluso en la vida cotidiana, más allá de la pertenencia y los orígenes". Y la memoria luego regresa a experiencias más amargas, como la realizada en un canal de televisión: "Desafortunadamente, debo confesar que no me trataron bien, es un ambiente muy cerrado". No faltaron las discriminaciones sobre el trabajo, fue muy feo. Fui visto, precisamente porque estaba casado con una cristiana, como un cuerpo extraño, no homologado".
Perseverantes, sin rencor
Poner todo en manos de Dios. Luego, la decisión de casarse por iglesia con disparidad de culto, en el respeto mutuo. "Me sometí a las entrevistas previstas para la preparación matrimonial", dice el joven. "Me sentí sometido a la prueba, tuve la impresión de que tarde o temprano me habría rendido". Pero no fue así. En lugar de rendirse, al final, estuvo la madre de su novia, Grazia. No me lo podía imaginar. Llegó a considerarme como un hijo adoptado. Y yo nunca le guardé rencor. Esto fue decisivo".
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