El Barbero nº 7
Jean-Pierre Bodjoko, SJ - Ciudad del Vaticano
Nihasina Rakotoarimanana: este es su nombre. Pero lo he apodado “Barbero nº 7”, porque su “salón de barbero” tiene este número. Una choza de unos 3 metros cuadrados, apretada entre otros dos “salones” de barbero, pequeños quioscos improvisados, donde pasa sus días esperando a algún cliente, mientras se define como “barbero profesional en Antananarivo, Madagascar”. Por lo tanto, es en su “negocio” donde me recibe, sonriendo. Desde mi habitación de hotel vi ese lugar, a menos de 150 metros del alojamiento de los periodistas de la prensa internacional que iban a cubrir el Viaje Apostólico del Papa a Madagascar. Una cohabitación que no tiene comparación, entre este hotel de cinco estrellas y el pequeño barrio de al lado, un contraste como el día y la noche, una noche sin luna y sin estrellas. Una cohabitación entre el tener y la nada, entre los ricos y los miserables.
En este “rincón de los pobres”, los niños juegan al billar en un “billar” “hecho en casa” – tanto como para pasar el tiempo. Otros juegan a las cartas - por dinero-. No muy lejos, las mujeres venden bananas, sentadas en el suelo, a lo largo de la calle, para sobrevivir. Frente al “salón” del Barbero nº 7 hay un “restaurante” con mostrador para servir a los clientes, pero éstos deben comer de pie. Un plato cuesta 2.000 ar (ariary, la moneda malgache), unos 50 centavos de euro.
El 7 es el número de la camiseta del futbolista Cristiano Ronaldo. Es un jugador famoso, mundialmente famoso, y vive lejos de la miseria. Pero el Barbero nº 7 está lejos de ser una estrella; su vida es una vida “laboriosa”, como se dice en muchos países africanos. Todos los días tiene que proveer para su subsistencia y la de su familia. Lo que te sorprende en él es su serenidad, su gran sonrisa que te hace reflexionar. Su sonrisa parece decir: “¡Soy pobre pero feliz!”. El coste del corte de pelo está escrito en un cartel, en su tienda: 2.000 ar, todavía unos 50 céntimos de euro - como si todo por aquí costara 2.000 ar.
Para entender dónde trabaja el Barbero nº 7 es necesario saber cómo está construida la ciudad de Antananarivo: entre llanuras, colinas y montañas. Y el barrio del Lago Anosy - Ampefiloha - donde se encuentra el lugar de trabajo del Barbero nº 7- no pasa desapercibido. Con el paso de los años, este barrio se ha convertido en el centro de la ciudad: están las grandes instituciones del país como la Presidencia de la República, el Colegio San Miguel de los Jesuitas, la Oficina de Estadística, el Palacio de Justicia, las grandes propiedades, el servicio topográfico y la oficina de registro, así como los edificios de la Radio Nacional Malgache, la sede de la televisión nacional Télévision Malagasy - la TVM - y así sucesivamente. El Banco Central de Madagascar y la Biblioteca Nacional también se encuentran en las cercanías. Este distrito tiene una extensión de 46 hectáreas y se divide en dos partes principales: los distritos con viviendas sociales, y los edificios administrativos, es decir, los ministerios. Ampefiloha está delimitado por el hospital Ravoahangy Andrianavalona, el puente de Manarintsoa, la Escuela Secundaria Moderna Ampefiloha y el Hotel Carlton. En Ampefiloha, sin embargo, hay un gran problema de seguridad, especialmente por la noche. Aunque estés a sólo 500 metros de distancia, en realidad te aconsejan que tomes un taxi, para evitar caminar, especialmente si eres extranjero. “Los extranjeros pueden reconocerse fácilmente”, me dicen. Así, junto a los edificios administrativos y ministerios, también está el barrio popular y en este barrio se pierden luego las manzanas habitadas y las barriadas de miseria, junto con el quiosco - o “salón” - de nuestro Barbero nº 7.
Ampefiloha es lo contrario de uno de los barrios más desfavorecidos, con la mayor densidad de población de la capital: se llama “Cité 67 ha”, y se encuentra en la parte llana de la ciudad. De hecho, hay varios barrios en la ciudad de Tana, que es otra forma de llamar a la capital malgache, pero no se puede pensar en ver Antananarivo sin haber oído hablar de la ciudad de 67 hectáreas, situada en el noroeste. Aquí está lleno de gente. La vida burbujea. Todo se encuentra y se une. Es en este distrito donde se encuentran los malgaches de todas las provincias y regiones, que han abandonado el campo para realizar un sueño urbano. La vida es animada y la pobreza es de casa. Antes de entrar en la “Cité 67 ha”, alguien le recordará que preste atención a sus bolsillos, cartera, teléfono, todo. Los atracos son bastante comunes. Cuando estás en el coche, tienes que tener cuidado y no bajar las ventanillas. Me dijeron que en este barrio hasta se robaban los cabellos. Los ladrones, armados con tijeras, se mezclaban entre los transeúntes, identificaban los pelos más largos, se acercaban en silencio y cortaban los cabellos para hacer pelucas que vendían a precios atractivos. La “Cité 67 ha” está clasificada como “zona roja”; sin embargo, es allí donde la mayoría de los habitantes van en busca de aquello que puede garantizar el día, especialmente comida.... y a veces con cualquier medio. Allí todo se vende, todo se encuentra…una vez más: con todos los medios, incluso los menos buenos o recomendables. Aquí está la apoteosis de lo informal con tiendas, carnicerías abiertas, precisamente en la calle, puestos en el suelo para vender legumbres, especias, frutas, ropa, zapatos, etc., todo en la acera, al lado de la carretera. La circulación se ralentiza porque se crean atascos y cuellos de botella. A pesar de esta descripción de tanta miseria que puede asustar, hay vida allí. Y las personas son joviales, sonrientes.
El Barbero nº 7 nació el 11 de julio de 1975. Está casado y tiene tres hijos: Tojo, de 24 años, Rova, de 22 y Murielle, de 18. Todavía están estudiando. Su padre trabajó en varios oficios; fue albañil antes de decidir, en 1998, convertirse en barbero. Explica este cambio de trabajo con su pasión por el fútbol amateur: le gustaba jugar al fútbol después del trabajo, pero cuando era albañil no podía, mientras que siendo barbero podía alternar su nuevo trabajo con su pasión.
“Este trabajo de barbería no me da mucho, pero me permite sobrevivir. Pero tengo que trabajar duro, todos los días, sin descanso”, me dice. De hecho, el Barbero nº 7 tiene varios gastos familiares: gastos de escolaridad y universidad para sus tres hijos y un alquiler de 150.000 ar al mes, es decir, unos 40 euros. Un corte cuesta 2.000 ar y trabaja todos los días, excepto los domingos; en total, con 10 clientes al día podría llegar a 520.000 ar al mes, unos 130 euros, con los que podría cubrir todos los gastos, incluido el alquiler. Pero a menudo tiene menos de 10 clientes al día. ¡Es difícil para el Barbero nº 7! Afortunadamente, también puede contar con la contribución de su esposa, que tiene un almacén a 50 metros de su “salón” de barbero. Vende géneros de varios tipos: leche, té, azúcar, nueces, aceite de cocina, cepillos de dientes, hojas de afeitar...
¿El futuro? Lo ve negro. “Mi futuro es incierto porque mi trabajo no me da ninguna garantía para la vejez. Pero yo sueño a lo grande: me gustaría tener una casa grande, para mis hijos, para mi familia. Sobre todo, quisiera seguridad económica. Y ciertamente no será el trabajo de barbero el que me permita realizar mis sueños”, afirma Nihasina. “Me gustaría hacer otra cosa”, dice, pero no sabe bien qué cosa. “Todavía tengo que evaluar. Por ejemplo, creo que podría ser vigilante nocturno cuando termine mi trabajo de barbero”. Sin embargo, el trabajo de vigilante nocturno es aún menos gratificante porque se hace a días alternados. Y nuestro barbero no quiere dejar su afición al fútbol, para entrenar al menos cuando no está en el “salón” y en tiempos muertos.
Él espera también que el Estado cumpla con su deber de garantizar un futuro mejor para todos los malgaches. En cuanto al futuro de sus hijos, Nihasina espera que puedan terminar sus estudios. “Me gustaría que estudiaran, porque ese es su futuro. No quiero que fatiguen como yo. Quiero que vivan mejor que yo”. Pero, los medios de que dispone ¿le permitirán garantizar los estudios de sus hijos?. “Con tanto sacrificio, sí”, responde con amargura. Le pregunto cuál fue el momento más feliz de su vida y me responde, sin dudarlo: “Fue cuando, con mis pequeños ahorros, pude comprar mi pequeña moto”. ¡Pero eso no es suficiente en la vida de un hombre!
El período más difícil en la vida de nuestro Barbero nº 7 fue la crisis política de 2002, inmediatamente después de las elecciones presidenciales del 16 de diciembre de 2001, que sumió al país en una profunda crisis política. Los primeros resultados oficiales de las elecciones fueron proclamados el 25 de enero de 2002 e inmediatamente fueron objeto de una fuerte protesta. El principal candidato de la oposición, Marc Ravalomanana, acusó al poder de haberle arrebatado su victoria con un fraude masivo, y reclamó la victoria en la primera vuelta. Frente a la intransigencia del lado del candidato a la presidencia Didier Ratsiraka, que rechazó cualquier verificación de los resultados en nombre de la legalidad -ya que el Alto Tribunal Constitucional ya había procedido en esta dirección- se desarrolló un vasto movimiento pacífico de protesta popular, esencialmente en Antananarivo, que sumió al país en una gran crisis con consecuencias muy serias. Ravalomanana se proclamó presidente el 22 de febrero de 2002, estableciendo su propio gobierno, pero no había extendido su poder a todo el territorio malgache. Con el apoyo de los gobernadores de las cinco provincias costeras, el lado de Ratsiraka, fortalecido por la legalidad del voto, respondió a esta toma del poder organizando el bloqueo de la capital. Esta estrategia se implementó con bloqueos de carreteras, la destrucción de puentes en carreteras estratégicas, el control de los medios de comunicación locales y el establecimiento, en las provincias, de un clima de terror hacia los partidarios de Ravalomanana.
A pesar de la condena de la comunidad internacional por todas las acciones que obstaculizaron la circulación de bienes y personas, Ravalomanana no pudo obtener el reconocimiento internacional de su poder. Todo esto significó que, durante cuatro meses, la administración y la actividad económica se vieron seriamente perturbadas y en parte incluso paralizadas.
Y nuestro Barbero nº 7 fue fuertemente marcado por esta crisis: “Salí aún más pobre. En ese momento, sólo podía ganar 1.000 ar (unos 25 céntimos de euro) al día. Y esta crisis de 2002 sigue siendo mi peor pesadilla”, afirma Nihasina.
Vivir en un barrio con grandes edificios donde las personas viven cómodamente, y vivir allí mismo en la miseria no es fácil de entender para el Barbero nº 7. Sin embargo él va adelante con abnegación, pero no sin algunas preguntas sobre las impresionantes e incluso vergonzosas desigualdades. “No puedo explicarme esta situación. Es como si hubiera dos callejones, pero muy alejados el uno del otro: uno, para las personas que han tenido éxito en la vida y que están bien, mientras que el otro es para las personas que viven en la miseria. Es todo un sistema que se ha puesto en marcha y que funciona. Hay una fuerte corrupción en nuestro país, y está profundamente arraigada. No estoy en esta situación porque haya sido perezoso en mi vida o porque no haya trabajado bien. Sin embargo, acepto mi vida tal como es. Con una sonrisa”.
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