Libia: continúan los ataques en medio de la pandemia del Covid-19
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
El 12 de abril, domingo de Resurrección, el Papa Francisco pronunció su mensaje de Pascua renovando el apremiante llamamiento "a finalizar de inmediato todas las guerras y a poner por encima de los conflictos la vida de todos los seres humanos, acabando con el comercio de armas".
“No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas", dijo Francisco, recordando algunas de las poblaciones más golpeadas por los conflictos bélicos y sus dramáticas consecuencias (pobreza, hambre, violencia) a las que ahora se suma la enfermedad del Covid-19.
Asimismo, en su mensaje el Pontífice pidió que Jesús “reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía".
Ni el coronavirus puede detener la guerra
Centrándonos concretamente en Libia y pese a las recientes palabras del Santo Padre, la realidad ha vuelto a sacudir la esperanza de acabar con la guerra en estas tierras, en donde ya ha pasado un año desde que comenzara una batalla armada que ni siquiera la pandemia del coronavirus ha podido detener definitivamente.
Así lo informan fuentes oficiales que declaran que el mariscal Khalifa Haftar, quien en 2014 se convirtió en jefe del autoproclamado Ejército Nacional Libio y lidera una ofensiva por el control de la capital Trípoli (donde tiene su sede el Gobierno de Acuerdo Nacional); sufrió un nuevo revés el lunes 13 de abril al perder dos ciudades estratégicas, entre ellas Sorman, considerada un importante cuartel militar.
Más víctimas, más muertos y más violencia que lamentar en medio de una crisis sanitaria, ya de por sí trágica, causada por la enfermedad del Covid-19 que ha superado el millón de contagiados y, a día de hoy, se ha cobrado la vida de más de 120.000 personas según la Organización Mundial de la Salud.
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