Cuidar: mucho más que un deseo, un nuevo estilo de vida
Ciudad del Vaticano
Del 16 al 24 de mayo se celebró la Semana Laudato sí’, convocada por el Papa Francisco en las comunidades católicas de todo el mundo para celebrar el 5° aniversario de la Encíclica “Laudato sí’ sobre el cuidado de la casa común”. El evento fue lanzado por el mismo Santo Padre a través de un video mensaje difundido el pasado 3 de marzo.
En el cierre de la Semana Laudato sí’, el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP), publicó una nota de la misionera laica del Vicariato San José del Amazonas, Dominik Szkatula, que compartimos a continuación:
“Les quiero pedir un favor. Les quiero pedir que caminemos juntos todos, cuidemos los unos a los otros, cuídense entre ustedes, no se hagan daño, cuídense. Cuiden la vida, cuiden la familia, cuiden la naturaleza, cuiden a los niños, cuiden a los viejos, que no haya odio, que no haya pelea, dejen de lado la envidia, no le saquen el cuero a nadie, les pido en cambio que entre ustedes se viva el deseo de cuidarse”.
Son las palabras que muchos recordamos. Nos las dijo Francisco el 19 de marzo de 2013, en la misa de inauguración de su pontificado. Sí, insistió en un tema: cuidarse. Insistió hasta cansarnos quizás, pero creo que Francisco se nos adelantó, predijo lo que hoy estamos viviendo. Esta palabra de cuidarse, cuidado, cuidar al otro, me parece que, en este momento, en esta experiencia dolorosa que nos afecta a toda la humanidad, cobra un nuevo sentido. Está cargada de nuevos gestos, actitudes, acciones que, primero, Francisco lo puso en práctica y lo vivía en su propia piel.
Es un solo verbo con todas sus variantes: cuidar. Y es posiblemente el que marca, con toda su carga y dimensión, el pontificado de Francisco porque él lo practica en su vida y lo manifiesta en todos los documentos que nos regala, como en la encíclica ‘Laudato sí’ que venimos recordando estos días. Un documento que, me parece, ya no nos pide, sino que nos debería ordenar el cuidado de la Tierra, a la Casa Común, con todas sus riquezas y biodiversidad, así como con toda la familia humana que la integramos.
Cuando nosotros, hoy en día, nos comunicamos, muchas veces decimos la palabra ‘cuídate’. Una palabra que no es que antes no la dijéramos, sino que ahora adquiere otro sentido, otra connotación. Desde nuestros escondites, encierros y ‘arrestos domiciliarios’ decimos cuídate, expresando no solo una palabra como pudo ser antes, sino que significa me importas, quiero volver a verte. Eso es mucho más que un cuidarse, así más a la ligera, es amar al otro, es querer verlo vivo y sano.
Aprovecho esta reflexión y estas líneas para hacer un llamado a teólogos, sociólogos, a los maestros, para que estudien y exploren esta palabra porque también ahí están las mujeres, las que cuidan mejor, las que atesoran y protegen. Si es que todavía en el siglo XXI en la Iglesia y en la sociedad no se ha empoderado suficientemente a las mujeres, en este tiempo de coronavirus y post coronavirus es una oportunidad inmejorable para que las mujeres sean más tomadas en cuenta. Ellas son las que saben cuidar y en eso va consistir nuestro estilo de vida de ahora en adelante.
Quiero recordar aquí un capítulo del ‘Laudato si’ que nos habla de este cuidado:
Entonces, si cuidamos al ser humano, a las personas, cuidamos a la vez a la naturaleza. No hay otra salida, pues la forma en la que tratamos la naturaleza, a cada uno de nosotros y al Creador están íntimamente vinculadas. Todas esas formas están conectadas intrínsecamente, relacionadas, no pueden existir una sin la otra. Como dirían nuestros hermanos brasileños “todo está interligado”.
Volviendo a la realidad que estamos viviendo, recuerdo que cuando se venía el coronavirus y la situación se ponía complicada en Europa nos decían que, en regiones cálidas, de alta temperatura, el coronavirus no se propagaba tan rápido como en otros lugares. Así que pensábamos que éramos ‘suertudos’ de vivir aquí. Aunque a veces nos quejemos porque en la selva el clima es muy caluroso, húmedo y a veces nos hace sufrir, estábamos relativamente contentos y tranquilos. Pero no fue así. ¿Qué hacíamos? En nuestro vicariato San José del Amazonas empezamos con una colecta sencilla entre nosotros, los misioneros, porque sabíamos que en cualquier momento la gente iba a tocar la puerta porque tendría hambre, ya que el 70% son informales y trabajan del día a día. Después formamos un comité más serio. Nosotros lo llamamos ‘Equipo Covid’, de gestiones, elaboración de proyectos para fuera y otros para aquí.
Algunos proyectos nos fueron aceptados, así que teniendo ya ese ‘colchoncito’ nos dedicamos a lanzar campañas de información, prevención y concientización sobre el peligroso virus que estaba llegando, mientras no teníamos más casos. Éramos conscientes de que la primera tarea era convencer a la gente para que se encerrasen en sus comunidades. Cuando los spots radiales y televisivos decían ‘quédate en tu casa’, nosotros aquí en nuestra realidad empezamos a decir ‘quédate en tu comunidad’. Sirviéndonos de pancartas, afiches, banners y parlantes que hemos podido conseguir y elaborar, y con unas brigadas organizadas de representantes de la Iglesia, sector salud, municipio y organizaciones indígenas, nos embarcábamos juntos sumando fuerza, dejando de lado las diferencias, si es que hubiera alguna anteriormente.
Las comunidades enseguida comprendieron la gravedad de la situación y se encerraron, no permitieron la salida ni entrada de personas de afuera. Sin embargo, no todo fue exitoso, había lanchas que con el permiso de llevar productos de primera necesidad pasaban por las comunidades, por ejemplo, en el río Napo, camuflando personas a bordo que querían llegar a su comunidad de cualquier modo. Y sí, también había madereros. Estas actitudes, de unos y otros, no fueron nada responsables, pues pusieron en gran riesgo a comunidades tanto ribereñas como indígenas. Hasta el momento en el Vicariato San José del Amazonas tenemos 233 casos confirmados y más de 30 muertes, y eso que es un ámbito eminentemente rural. Seguramente hay más porque no hay pruebas y la gente, por su idiosincrasia, miedo y la situación de pánico que se está creando, no quiere decir que tiene COVID, dicen que tienen gripe u otra dolencia y no lo reconocen. Además, es muy difícil reportar los datos de comunidades que no tienen línea ni acceso a Internet. Hacemos lo posible para tener más o menos una idea de por dónde hay más focos de contagio. De momento los casos más numerosos están en la triple frontera con Colombia y Brasil; y en Indiana, a una hora de Iquitos.
No es nuestra tarea abastecer las postas o implementar los hospitales, pero no teníamos otra salida y llevamos semanas dedicándonos a la compra de medicamentos, los llamados ‘kits para el tratamiento contra el Covid-19’, y también se ha comprado instrumentos médicos sencillos como termómetros y pulsómetros que son muy prácticos para medir el oxígeno en el organismo. El artículo que hoy también tiene valor de oro y la gente busca desesperadamente es el oxígeno. Lo procuramos comprando balones y concentradores de oxígeno para devolver la respiración y salvar vidas. Es una vergüenza para en un lugar llamado ‘pulmón del mundo’ falte el oxígeno y la gente de la Amazonía no tiene cómo comprarlo. También estamos pensando adquirir una máquina de Rayos X. Pensamos primero en hospitales de referencia de El Estrecho, en el Putumayo, Caballo Cocha, Bajo Amazonas y Santa Clotilde, que es la MicroRed Napo que actualmente está atendiendo 13 postas. En Santa Clotilde tenemos una responsabilidad, porque es un hospital en convenio, donde tenemos que hacer una parte y exigir la otra. Y conjugar ambas tareas no es fácil.
Aunque actuemos en competencias que serían del Estado, sería incorrecto que paralelamente no actuáramos recordándoles a las autoridades sus obligaciones. Así que no haríamos nada sin que recordemos y hagamos incidencia política apoyándonos en el espíritu crítico de Jesús, quien diría algo así: “Comprométanse con lo que les toca, implíquense”. Eso también es nuestra tarea, y es donde estamos un poco flojos, falta más voz profética, crítica y fuerte, y nosotros nos sentimos con poco grito por los derechos de los más vulnerables. Y eso sí que nos toca de lleno, pues en nosotros vive la fuerza de Jesucristo que dio su vida por cuidar de los demás.
Recordando Laudato si’
“Todo está conectado, por eso se requiere una preocupación por el ambiente, por la naturaleza, unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad” (Cap. 91)
Este sería el verdadero sentido de la ecología integral, cuidado de la naturaleza, cuidado de los seres humanos y cuidado de nuestros compromisos, que cumplamos nosotros y recordemos a los que tienen que cumplirlos, siendo esto más integral.
Esta catástrofe sanitaria que ha generado en el mundo mucha incertidumbre, sufrimiento y hasta la muerte, tiene mucho en común con la catástrofe ecológica. Nos lo dice claramente Laudato si', que continúa diciendo “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental” (Cap. 139). Yo añadiría: Y crisis de nuestro compromiso profético.
Nuestro obispo Javier Travieso, en nombre del Vicariato, ha elaborado unas cartas dirigidas al Presidente de la República y al Ministro de Salud. Otra buena iniciativa fue la que se ha hecho en conjunto con el obispo de Puerto Leguízamo en Colombia dirigida a los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países para la implementación de hospitales y prestación de servicios para pacientes de ambas orillas.
Quienes estudian esta crisis en profundidad nos indican que la contaminación atmosférica está aumentando el riesgo de la muerte de las personas que tienen COVID– 19. Comprobamos que esta conexión es verdaderamente inseparable entre el ser humano y la naturaleza.
Esta crisis y dolor está ocurriendo por el coronavirus, pero también está ocurriendo en Pascua, todavía tenemos tiempo para vivirla en compañía de Cristo Resucitado que trajo la vida en abundancia, y esa vida en estos momentos se fragilizó, se debilitó. Pero no podemos seguir dando mensajes de calamidad, tristeza o pánico. Tenemos que inhalar de la vida de Jesucristo y ponerla en los que nos tocó cuidar. En el mundo hay innumerables muestras de solidaridad, compasión, coraje, altruismo, pequeños gestos del cuidado del vecino, y también lo hacen los más vulnerables y los más pobres, siendo una reflexión para todos. Esto parece que va a ser una manera de resolver esta crisis ecológica y sanar las relaciones entre Dios Creador, la naturaleza y nosotros – nos lo recuerda Laudato sì a sus cinco años de existencia, para sanar esta relación entre el Dios Creador, la naturaleza y nosotros.
Cuando le digo a alguien “cuídate”, no quiero solamente decirle que se ponga la mascarilla en la cara, lave sus manos, guarde la distancia y que lo quiero (a dos metros). Digo con esa palabra: “No pierdas la esperanza, porque Cristo venció al mundo”. Cuídate. Cuídense.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí