Catalin Ilie Radu: El trabajo de enfermero como misión
Vatican News
El Padre Manuel Cubías conversó con Catalin Ilie Radu, un enfermero que atiende a pacientes ancianos y terminales. De esta entrevista se desprende ese dar y recibir como un aspecto del amor. Catalin, quien tiene 34 años y se radicó en la capital italiana procedente de Rumanía, trabaja en la enfermería de una casa de los Padres jesuitas desde el año 2013.
Más que un trabajo es una misión
El enfermero Catalin afirma que su trabajo, en el que ofrece todos los días su cercanía a estas personas enfermas que tanto lo aprecian, de las que, a su vez, él aprende mucho, dice que ha comprendido que su labor, más que un trabajo, es una misión. Y añade:
Me siento como en una familia, con padres y abuelos
Dar y recibir
Y añade que se siente como en una familia, con padres y abuelos, algo que a Catalin siempre le faltó. De manera que se trata de una “hermosa experiencia”, dice, al manifestar lo que se siente estando en contacto constante con los ancianos. “Hermosa experiencia, también porque tengo tanto que aprender”, afirma. Y ellos “aún tienen tanto para dar”. “Tanto para expresar y tanto que ofrecer”.
Los ancianos son como niños
De su experiencia el enfermero Catalin afirma que los ancianos tienen necesidad de mucha compañía, de atención, “son como niños”, a los que les gusta recibir una sonrisa, algo que para ellos representa mucho.
Momentos difíciles, críticos
Y no olvida destacar que se presentan también momentos “difíciles” al trabajar en este ámbito, sobre todo al ver el sufrimiento. Y agrega:
La etapa final
De manera que, como explica Catalin, en su calidad de enfermero comparte con estos ancianos los momentos más duros de sus vidas, la etapa final. “Como muchos de ellos mismos lo dicen”. Ciertamente es triste el momento de la “última parada”, pero en realidad “no es así”. Uno no puede hacer mucho, sino sólo acompañarlos hasta el final con una sonrisa, con el afecto, con el amor.
Destaca por último que los ancianos suelen ser marginados en la sociedad que los considera cómo “números”. Y en los hospitales no hay tiempo para dedicarles. Ni personal suficiente. El anciano siente que es una persona que necesita ayuda. Y sobre todo, amor. Incluso en los gestos más sencillos como afeitarles la barba, algo que agradecen mucho. Y a pesar de las dificultades que pueda encontrar, especialmente en los momentos en que no es posible hacer nada, concluye diciendo:
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