Una aldea para huérfanos en Tanzania
Jean Charles Putzolu - Vatican news
Francesco Testa, artista y músico napolitano, sintió la necesidad de dar sentido a su vida después de un viaje de dos semanas a Tanzania. Así nació "AfricainTesta", la asociación que ha construido y que hoy financia la aldea confiada a las Hermanas de la Congregación de las Pequeñas Misioneras Eucarísticas (Pme).
Aquí se oyen los gritos y las risas de los niños mientras juegan después de la clase. Porque la Aldea no sólo es un centro de acogida para niños en situaciones particularmente difíciles. Es un lugar de vida, un hogar. Y también una escuela, con sus profesores para aprender un oficio cuando crezcan. Un día tendrán que dejar la aldea, volar con sus propias alas, trabajar y mantener una familia. El proyecto de Francesco y de las muchas personas que lo han acompañado hasta ahora, lo prevé: ofrecer un trabajo que garantice un futuro digno a todos los niños que pasen por la aldea de San Francesco. Dos años después de la inauguración, ninguno de los niños ha dejado la aldea por el mundo del trabajo todavía, es pronto. El más grande hoy tiene sólo 12 años, pero la mirada de todos está fija en el horizonte. El proyecto AfricainTesta recibió inmediatamente el apoyo de la Arquidiócesis de Muanza y de su obispo, Monseñor Renatus Leonard Nkwande. No sólo porque en el poblado se da a los niños la oportunidad de "afrontar la vida con coraje y serenidad", como señala Sor Anna, sino también porque aquí se acoge y protege a los niños albinos que en algunas partes de Tanzania son perseguidos y asesinados y cuyos huesos se utilizan como amuletos de la suerte. Una práctica que parecía casi haber desaparecido, pero que desde hace algún tiempo ha empezado a extenderse de nuevo. Con la escuela, con la educación y la formación - es la esperanza de Monseñor Nkwande - estos prejuicios pueden ser superados.
Las voces de los niños
"Mamá fue a comprar verduras y nunca regresó, y si la policía la atrapa, la meten en la cárcel porque nos abandonó", dice Jonhatan cuando cuenta su historia. La hermana Arta, la hermana Jenniffer y la hermana Anna están siempre a su lado, escuchando los dramas que han vivido. La madre de Esta murió de SIDA, en sus brazos. Hasta que fue acogida en el pueblo, Esta había dejado de ir a la escuela. Otros, Jofrei, Elisabeth y Winfrida, cuentan que trabajaban con vacas y cabras. La escuela venía después, y sólo si había tiempo. Los misioneros viven el espíritu franciscano con los niños, en el deseo de una "amorosa regeneración de la humanidad", dice Sor Ana.
No hay ninguna rutina en el poblado, cada día es diferente aunque el ritmo tiene horarios que hay que respetar, como el despertador, la mañana a las 6.00, el desayuno y el himno nacional y las clases hasta las 16.30. Después la aldea cobra vida con juegos, canciones, música. Hay quienes trabajan en el jardín o en los distintos talleres que permiten a los niños familiarizarse con algunos tipos de actividades profesionales. Y se ríen, a pesar de las muchas historias dolorosas que muchos llevan en sus corazones. Historias de abandono, hambre, sacrificio.
La aldea también es para ti
En la Aldea también se ha construido una casa de huéspedes, para aquellos que quieran donar su tiempo y pasar un período de trabajo voluntario. Los médicos, pediatras y dentistas vienen a ofrecer tratamiento a los niños y a ponerse en contacto con otra realidad. Esta realidad que hace 15 años impresionó plenamente a Francesco en su primer viaje y que tiene la intención de mostrar a los demás, invitándoles a dejar, durante un par de semanas, su "sofá", para utilizar las palabras del Papa Francisco a los jóvenes, y hacer un "esfuerzo tenaz para llegar a destinos importantes".
La construcción de nuevas estructuras en el pueblo
Se necesitaron unos cuatrocientos mil euros para construir la Aldea San Francesco. La asociación AfricainTesta onlus cuenta con una densa red de amigos y donantes. En Nápoles, cada año Francesco reúne a otros cantantes y músicos para organizar un concierto a favor del pueblo. Cada año se necesitan entre 40 y 45 mil euros para asegurar su funcionamiento, para el salario de 13 empleados y profesores, para las comidas y el cuidado de los niños. Este año, la situación se ha vuelto más complicada. Debido a la pandemia, el concierto no pudo ser organizado. Así que Francesco y todos los miembros de la asociación se están movilizando para encontrar los fondos necesarios. En Balili, la aldea sigue creciendo; se ha abierto una nueva obra para la construcción de siete estructuras más. Habrá un comedor, dos dormitorios para alojar a 40 personas, una sala de conferencias y otros tres edificios para actividades productivas. Esta nueva parte del pueblo está destinada a preparar el futuro de los niños, pero no sólo: es allí donde la población local encontrará un espacio para aprender un oficio.
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