Día de la memoria, escrutando los silencios para no olvidar
Andrea De Angelis - Ciudad del Vaticano
La palabra "proyecto" nos recuerda el futuro, todo lo que se estudia en relación con la posibilidad de implementación, de ejecución. La palabra "memoria", en cambio, nos remite al pasado, se nutre de la capacidad de conservar un rastro de lo ocurrido. En este caso, de lo que nunca debió ocurrir.
La asociación Proyecto Memoria, (Progetto Memoria en lengua original) se dedica a desarrollar actividades educativas y encuentros en escuelas, instituciones y asociaciones sobre los temas de la persecución antijudía en Italia. Los colaboradores de Progetto Memoria son voluntarios.
Personas que sobrevivieron a los campos de concentración, testigos directos e indirectos de la persecución racial, que cuentan sus historias familiares. Historiadores y profesores, guías y archiveros. Un compromiso cotidiano, hecho de investigación y detalles, dirigido en particular a los jóvenes estudiantes y que, como suele ocurrir cuando se razona sobre lo que no encuentra razón, se manifiesta también en la capacidad de leer más allá de los silencios de quienes no son capaces de revivir, ni siquiera con palabras, lo que tuvieron que soportar.
El testimonio
"Progetto Memoria" nació, hace casi veinte años, como una realidad para apoyar a los ex deportados que empezaban, dada la institución del Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, a contar su testimonio en las escuelas.Así comienza el relato de Sandra Terracina a Vatican News, una de las personas más implicadas en la asociación.
"Con el tiempo", explica, "nos hemos transformado mucho: el número de colaboradores ha aumentado, pero desgraciadamente, el número de sobrevivientes de los campos de concentración ha disminuido, especialmente en los últimos años. Entre ellos, también Piero Terracina que ha sido presidente de honor y animador del grupo desde su fundación junto con Enrico Modigliani, presidente desde 2015 hasta 2019.
El recuerdo de Piero Terracina
"Piero era el presidente de honor, de hecho fue el fundador del grupo. Era nuestra alma, se preocupaba mucho por esta asociación", subraya Sandra Terracina. "Para él, era importante hablar con los jóvenes. Tuve el honor y el privilegio de llevar su agenda y acompañarle en sus viajes fuera de Roma en los últimos años". Las escuelas, pues, en el centro. "Tenemos muchos profesores que llevan muchos años trabajando con nosotros, nacimos con la idea de trabajar en red entre las muchas asociaciones e instituciones que se ocupan de los temas que nos interesan, desde la Comunidad Judía de Roma hasta la de Nápoles".
Una militancia diaria
¿Cuál es la chispa que impulsa a estos voluntarios a no escatimar esfuerzos, día tras día, invirtiendo su tiempo en el recuerdo de lo ocurrido hace casi ochenta años? "Llevo veinte años haciendo esto, para mí ha supuesto retomar una serie de experiencias transmitidas por mis padres, enriquecidas por las historias y recuerdos de personas extraordinarias", continúa Terracina. "Por un lado, el nuestro es un trabajo en equipo, con los profesores de la escuela, por otro lado, todos los de la segunda generación tenemos un punto muy claro y firme que nos remite a nuestros padres: si ellos no se hubieran salvado, hoy no estaríamos aquí". "Nuestro imperativo", concluye, "es recordar siempre lo que pasó y estudiar".Cuando entró en Fossoli", continúa, "se enteró de que también estaba en el campo la familia de Piero Terracina. Su primo. La madre de Piero, Livia Ascoli, era la hermana de mi padre. Fue el padre de Piero quien salvó a mi padre".
La verdad descubierta décadas después
"Piero Terracina me dijo que fue su padre, Giovanni, utilizó todas las armas persuasivas a su alcance para convencer a mi padre de que no se uniera a su familia. Papá no era consciente de lo que iba a ocurrir, sólo intentaba quedarse con su familia y Giovanni, al impedírselo, lo salvó. Yo - revela Lorella Ascoli - esto nunca lo supe. Sólo hace unos años, Piero me lo contó. Fue entonces cuando me di cuenta de que había nacido de la ayuda que mi padre recibió de su tío. Fue entonces cuando sentí el impulso de trabajar más y más, a mi manera, para que la gente supiera lo que pasó en aquellos años". Ese hombre, de casi treinta años, se convertiría años más tarde en el padre de Lorella.
Rumba, el perro
Hay una historia en la historia, que Lorella quiere contarnos porque antes que su tío, fue el perro, Rumba, quien salvó a su padre. "La detención de mi padre tuvo lugar por la noche, los nazis rodearon el barrio. Mi padre, al oír ruidos extraños, saltó por la ventana del primer piso de la casa donde vivía con mi madre. Su perro guardián estaba fuera. Los alemanes vieron a mi padre huyendo y dispararon varias veces. Fue entonces cuando el perro, defendiendo a su dueño, atacó a un hombre al cuello. Herido, fue a morir dentro de la casa, a los pies de mi madre, aterrorizado. Había protegido a su compañero".
El recuerdo de lo no dicho
"Los silencios entre padres e hijos tienen un gran peso en las relaciones que tenemos con nuestros padres", continúa Ascoli. "Son algo que no se puede explicar, al igual que es difícil, mucho más de lo que pensamos, reconstruir las relaciones íntimas, personales que llevamos con respecto a estos silencios". "Un poco como si el peso de esta tragedia -concluye- reverberara y estuviera presente en todas nuestras familias. De ahí la obligación moral de recordar". "Que su recuerdo sea una bendición".
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