Estados Unidos: es el tiempo de curar las heridas
Alessandro Gisotti
Los Estados Unidos están aún sacudidos por lo que sucedió el 6 de enero con el asalto al Capitolio que causó la muerte de cinco personas. Un evento sin precedentes que, sin embargo, manifestó dramáticamente las divisiones presentes en la sociedad estadounidense que van más allá de la dimensión política. Una polarización que se ha profundizado en los últimos años y que, según muchos observadores, no está destinada a desaparecer a corto plazo. No es coincidencia que el tema elegido por el nuevo presidente Joe Biden para la ceremonia de juramento sea America United. Esta necesidad de unidad nacional es ampliamente sentida por los ciudadanos, también en la conciencia de que sólo si se unen será posible hacer frente a la pandemia y a la grave crisis económica que se ha producido.
También el Papa Francisco siempre ha subrayado el valor de la unidad de los estadounidenses inscrito incluso en el escudo de la nación, E pluribus unum. En su viaje apostólico a los Estados Unidos del año 2015, fue el primer Pontífice que se dirigió al Congreso reunido en sesión conjunta. En aquella ocasión pronunció un discurso que – a través de figuras como Lincoln, Dorothy Day, Merton y Martin Luther King – subrayó lo que hace que la democracia estadounidense sea de alguna manera única. Desde aquel discurso, de hace cinco años, hasta sus palabras a la hora del Ángelus del pasado 10 de enero sobre lo que había sucedido en el Capitolio cuatro días antes, Francisco siempre ha animado a rechazar las tentaciones perturbadoras y a trabajar, con paciencia y coraje, por la reconciliación y la unidad.
Significativamente, en un mensaje enviado ayer con ocasión del Martin Luther King Day, el Papa instó a los estadounidenses a "volver" al sueño del líder afroamericano. Los Estados Unidos necesitan realizar ese sueño incumplido de "armonía e igualdad". Un sueño que "permanece siempre presente" y que, de hecho, se hace aún más urgente en un país en el que, a pesar de las grandes posibilidades económicas, siguen existiendo injusticias y conflictos sociales, ahora también exacerbados por la pandemia. Por lo tanto, es el momento de dejar que el "nosotros" prevalezca sobre el "yo", de curar las heridas y de encontrar una unidad renovada basada en los principios que siempre han sostenido a la democracia estadounidense, haciéndola protagonista en la escena internacional.
Precisamente la cuestión de la reconciliación nacional será el desafío más arduo, especialmente en la primera fase de la presidencia de Biden. Se ha observado que nunca antes los componentes de una Administración habían sido tan multirraciales, empezando por la Vicepresidenta Kamala Harris. Junto al tema interno de la "curación" de la sociedad estadounidense, está también el frente ad extra, sobre el que están encendidos los reflectores internacionales. Después de años a menudo marcados por decisiones unilaterales o acuerdos bilaterales, existe de hecho una gran expectativa de "retorno" al multilateralismo y de reanudación de la relación de confianza con las organizaciones internacionales, empezando por las Naciones Unidas. En las últimas semanas ya se han anunciado algunos pasos en esta dirección, como el regreso de los Estados Unidos al Acuerdo de París sobre el clima. Una elección que converge con el compromiso del Papa Francisco a favor de la custodia de la Casa común, expresada en particular en la Laudato si'.
Por lo tanto, mientras Joe Biden se prepara para prestar juramento como el 46° Presidente de los Estados Unidos, lo que ha sucedido en el Capitolio en los últimos días nos recuerda que la democracia y sus instituciones son preciosas y no deben darse por sentadas simplemente porque han existido durante largo tiempo. Esta conciencia no debe quedarse en una declaración, sino que – para citar Fratelli tutti – requiere un esfuerzo concreto a todos los niveles. Compromiso no sólo de los líderes políticos, sino de todo el pueblo, y de sus movimientos, para promover el bien común y fortalecer la democracia. Esto vale aún más hoy, en un período histórico en el que, a pesar de los impulsos centrífugos y los intereses nacionalistas, la pandemia ha mostrado dramáticamente que "nadie se salva solo".
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