El reto de construir fraternidad en las cárceles de Guatemala
Manuel Cubías - Ciudad del vaticano
La República de Guatemala, en su Constitución Política, artículo 45 define: “Las cárceles son centros que tienen por objeto asegurar a los recluidos y promover su reforma, no maltratarlos ni sujetarlos a restricciones innecesarias para tal seguridad. En ningún caso puede infligírseles torturas, vejámenes, molestias ni cualquiera otra forma de coacción, ni hacérseles víctimas de exacciones ilegales”.
La situación de los centros de detención en Guatemala y en la mayoría de países latinoamericanos es bastante parecida. Hay un cuerpo legal que los define, sin embargo, hay una realidad que habla otro lenguaje: hacinamiento, abusos de poder, énfasis en el castigo y no en la rehabilitación, mayor preocupación por la represión y no por la prevención, atención sanitaria precaria.
Recuperar las personas
César Blanco, miembro de la Orden de la Merced relata que el trabajo que realizan tiene como finalidad “promover la dignidad de la persona humana”. Esta es una tarea a la que se han dedicado desde hace más de ocho siglos en todo el mundo. Se trata, afirma, de acompañar a las personas privadas de libertad, de entrar en contacto con ellos mediante las visitas y de compartir las problemáticas que les afectan. De esta manera también se encuentran vías para ayudarles tales como: escucha, ayuda sanitaria, alimentaria, apoyo religioso, moral, familiar, jurídico y material.
Blanco, subraya que “damos asistencia legal a las personas recluidas, para poder ver sus casos y constatar si necesitan algún cambio en el régimen carcelario. En algunas situaciones, los privados de libertad pueden cambiar su estatus y pasar a un régimen menos restrictivo”.
Cercanía sin hacer diferencias
El religioso insiste en que “nosotros intentamos acercarnos a todas las personas como cristianos, como humanos, para tratar de rescatar su dignidad humana. No nos detenemos en la distinción de religión u otro tipo de construcción de diferencias. La palabra de Dios es otro camino para acercarnos”.
Blanco afirma que “para ayudarles en el proceso de reinserción es importante la familia. Nosotros presentamos esta etapa como “el camino del peregrino”, que nos permite presentarles la idea de que en sus vidas siempre hay una segunda oportunidad para rehacerla”.
El proceso de recuperación de los privados de libertad enfrenta muchas limitaciones, indica el religioso mercedario. “Aunque hay muchas limitaciones, buscamos confiar en ellos y pedimos que ellos también sean honrados en sus planteamientos, porque de su sinceridad depende mucho un proceso de reinserción exitoso. No siempre esto es posible, a veces, el mismo sistema, o algunos funcionarios prefieren insistir en la vía del castigo y no en la posibilidad de recuperar las personas para que puedan rehacer sus vidas y reinsertarse en la sociedad como hombres y mujeres de bien”.
La Virgen de la Merced es un símbolo importante para nosotros, afirma Blanco, es la celebración en la que les hacemos un elogio y así animarlos en su proceso de cambio”.
Crear fraternidad
El religioso mercedario relata que “en primer lugar, nosotros los mercedarios estamos llamados a vivir la fraternidad entre nosotros. En un segundo momento, estamos llamados a llevar la fraternidad en nuestra misión, en este caso, con los privados de libertad. Hay compañeros que buscan llevar la fraternidad en otros campos, por ejemplo, quienes trabajan con personas víctimas de la trata. La fraternidad que vivimos la buscamos realizar en nuestros trabajos pastorales”.
La fraternidad supone una ruptura con modelos de vida anteriores, que la dificultan. Por eso, nuestra propuesta, insiste Blanco, a lo largo de siglos de trabajo es la redención que nos hace hermanos, que construye fraternidad. Para el caso de los privados de libertad, la construcción de fraternidad pasa por la reinserción en la vida social y en el hecho de aportar positivamente para que en cada sociedad también se viva la hermandad.
En la mayoría de las cárceles de América Latina nos enfrentamos al tema de la sobrepoblación. En el caso particular de la cárcel de Chimaltenango, ésta posee un número de privados de libertad superior al que tiene capacidad, por lo tanto, hay hacinamiento. Tiene una sección de bartolinas, otra para hombres y otra para mujeres.
La pandemia
La pandemia ha afectado el trabajo pastoral porque en este momento, por razones sanitarias, nuestro ingreso está restringido. Nos estamos haciendo ayudar por trabajadores sociales, que ellos si pueden ingresar y a través de ellos podemos mantener comunicación y hacerles llegar alguna ayuda a personas que la necesitan. Cáritas Guatemala nos provee de algunos insumos, especialmente medicamentos y alimentos.
¿Qué le queda de esta experiencia?
César Blanco nos cuenta que dentro de poco tiempo recibirá un nuevo destino. En ese contexto hace una valoración de la experiencia vivida sirviendo a los privados de libertad en Chimaltenango:
“Doy gracias a Dios por mostrarme una realidad más, como lo es la de las cárceles de Guatemala. Los internos muestran una humildad que me ha golpeado. También están los casos de mujeres que viven en cierta falta de esperanza, pues afuera han dejado hijos, familia y les resulta muy difícil pasar este tiempo de privación. También he vivido situaciones muy particulares, como el caso de asistir a mujeres que han dado a luz en el penal, buscando las ayudas que requerían en ese momento. Ha sido una experiencia difícil, pero muy rica, al mismo tiempo dolorosa, preocupante, pero con la certeza de que Dios siempre es misericordia. Ha tenido la buena experiencia de que muchos se dejan ayudar. En varios casos he visto cómo crecen en la fe, en la colaboración, en el aprender a hacer trabajos juntos. No siempre es fácil, pero en muchos he visto el crecimiento interior y eso me llena de esperanza”.
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