Siria: el drama de los niños refugiados en Rodas y Kos
Fabio Colagrande - Ciudad del Vaticano
Con motivo del reciente décimo aniversario del inicio de la guerra en Siria, la Asociación pro Terra Sancta, una ONG vinculada a los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, publicó un video que cuenta la historia de Ayad: un niño nacido en Alepo, en marzo de 2011. A través de sus ojos, recorremos los años de conflicto que han desgarrado el país, arrebatando el futuro al pueblo de la "amada y atormentada Siria", como la llamó el Papa Francisco el pasado 14 de marzo. Al igual que Ayad, de hecho, millones de niños sirios nunca han visto la paz. Un testimonio directo de este drama humanitario procede de la isla griega de Rodas, en el mar Egeo, tierra fronteriza desde hace años y destino de los migrantes forzados que huyen de Oriente Medio y África.
El padre John Luke Gregory, fraile franciscano de la Custodia y vicario general de la archidiócesis de Rodas, conoce bien la situación de los menores que han huido de la guerra de Siria o que incluso han nacido en los campos de refugiados generados por ese conflicto. En las últimas semanas -dijo a Radio Vaticano- el mar está menos agitado y los migrantes han comenzado a llegar de nuevo. Los nuevos enfrentamientos que han estallado en la gobernación de Idlib, en el noroeste del país, están provocando de hecho una nueva huida masiva de la población".
- ¿A cuántos refugiados asiste actualmente en el centro de acogida de Rodas?
R.- Aquí en Rodas hay actualmente unas trescientas personas, pero, como franciscanos, también nos ocupamos de los tres mil refugiados de nuestra parroquia en la isla de Kos.
- ¿Son muchos los que vienen de Siria?
R.- Muchísimos. En agosto de 2016 llegaron a la isla de Kos quince mil personas procedentes de Siria. Si pensamos que la población de esta isla es de unas treinta mil personas nos damos cuenta de lo que pudieron significar esos desembarcos. Hace apenas un año, los habitantes de varias islas griegas protestaron por el aumento de los desembarcos. Hoy en día, muchos de esos migrantes se han ido, pero todavía hay muchos niños de origen sirio nacidos aquí durante la guerra. Hay niños que ni siquiera conocen su país y también muchos menores no acompañados, jóvenes de quince, dieciséis o diecisiete años, sin padres, que representan un gran problema, una gran preocupación, desde el punto de vista humanitario. Los franciscanos de aquí hacemos lo que podemos: para la fiesta de San José preparamos dos grandes pasteles de chocolate para ofrecer a los refugiados y, sobre todo, los niños estaban muy contentos.
Ahora tenemos en la comunidad a un fraile de Nazaret que habla árabe -sin duda mejor que yo porque es su lengua- y que nos ayuda mucho. Tratamos de entender un poco mejor la situación de estos niños, de pasar más tiempo con ellos, haciéndoles jugar. Esperamos en el futuro montar una pequeña escuela, yo podré enseñar griego y el hermano árabe les ayudará a aprender mejor su idioma. Este es uno de los pequeños proyectos en los que estamos pensando y debemos decir que la ayuda que nos llega a través del Vaticano es fundamental para nosotros.
- ¿Nadie piensa en su educación?
R. Su vida aquí también es complicada. Al principio las autoridades griegas no querían que asistieran a las escuelas de la isla porque no habían recibido las vacunas como otros niños europeos. Ahora, con la llegada de la pandemia, incluso se han cerrado las escuelas. Pero realmente esperamos que en el futuro puedan asistir a las escuelas locales, de lo contrario, como he dicho, tendremos que conformarnos con crear una escuela para ellos nosotros mismos.
- Pero, ¿cuál será su futuro?
R. - El gran problema es que estos menores no acompañados suelen estar sin documentos: a veces los han perdido durante el viaje, a veces incluso en el mar. Pero sin documentos no pueden ir a ninguna parte y esto es un verdadero drama. Además, está todo el proceso burocrático necesario para obtener los documentos de identidad, que normalmente ya es muy lento y ahora con el Covid se ha ralentizado aún más. Esperamos que poco a poco puedan encontrar un futuro mejor que es lo que podemos ofrecerles aquí.
- Con el buen tiempo aumentan las llegadas y pronto la situación podría ser insostenible...
R.- ¡Seguramente! Y además, con el aumento de las infecciones por el Covid, habrá que organizar la acogida con más cuidado y no será fácil.
Por el momento, los refugiados viven en una ciudad de tiendas de campaña vallada, pero ciertamente no es una situación ideal y tenemos que ir a asistirlos cuando llegan y todo es más difícil con el riesgo de contagio.
- ¿Cómo ha visto el viaje del Papa a Iraq desde Rodas?
R. - ¡Qué alegría nos dieron esas imágenes!, ¡Ver esa fraternidad! Es la demostración de que ciertas cosas, el Papa Francisco no sólo las escribe, sino que las pone en práctica. Me llamó la atención el valor que tuvo el Santo Padre para visitar este país, creo que es realmente un hombre espléndido y que hace mucho por todos nosotros. También aquí fuimos con nuestro teléfono entre nuestros refugiados, que son todos musulmanes, para enseñarles fotos del viaje y todos estaban muy contentos. No podéis entender la alegría que nos ha dado a todos este viaje y lo mucho que nos ha animado. Es un viaje que nos ha hecho sentir menos solos en nuestro servicio diario, porque sabemos que el Papa está siempre con nosotros. Ha sido realmente un viaje espléndido.
- Así que la fraternidad es posible, no es una utopía...
R. - Cuando empecemos a ver el rostro de Jesús en los rostros de nuestros hermanos y hermanas, haremos realmente un gran progreso como creyentes. El Papa no se limita a decir bellas palabras, sino que va a esos países en persona, está cerca de esa gente y por eso nos da un gran ejemplo. Queremos mucho al Santo Padre. No sólo se llama Francisco, sino que trae de nuevo el carisma de San Francisco de Asís entre nosotros.
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