El "Domingo Sangriento" en Irlanda del Norte, una herida abierta
por Francesco Citterich
El 30 de enero de 1972 se escribió una de las páginas más oscuras y dramáticas de la historia reciente de Irlanda del Norte y de Europa: en la ciudad de Derry, el 1er Batallón del Regimiento de Paracaidistas del Ejército Británico abrió fuego deliberadamente contra una multitud que participaba en una marcha de protesta no violenta organizada por la Asociación de Derechos Civiles de Irlanda del Norte contra la llamada Operación Demetrius, que preveía el encarcelamiento indefinido y sin juicio de ciudadanos con antecedentes de participación en el IRA (Ejército Republicano Irlandés). Veintiséis personas desarmadas fueron abatidas. Trece, la mayoría de ellos muy jóvenes, murieron en el acto, mientras que uno murió en el hospital unos meses después a causa de sus heridas. Muchas de las víctimas recibieron disparos por la espalda mientras huían, mientras que otras recibieron disparos durante los procedimientos de rescate.
Un conflicto con más de 3.600 víctimas
Desde entonces, este trágico día se conoce como el Bloody Sunday (“Domingo sangriento”), uno de los episodios más atroces de los disturbios (the troubles) en el conflicto por la independencia de Irlanda del Norte del Reino Unido, que se cobró más de 3.600 vidas, desde 1969. La masacre de Derry (Londonderry) tuvo como consecuencia exacerbar e intensificar el amargo clima de tensión que ya existía en Irlanda del Norte desde hacía varios años. Desde los años sesenta, el conflicto entre los republicanos (que pretendían la reunificación con Irlanda) y los unionistas (que apoyaban el mantenimiento de Irlanda del Norte bajo la corona británica) se había vuelto cada vez más violento, con enfrentamientos callejeros y el envío por parte del gobierno de Londres de escuadrones antidisturbios del ejército británico.
La violencia que nunca se apaga
Desde 1970, la organización clandestina IRA llevaba a cabo una intensa guerra de guerrillas contra el ejército británico y la policía norirlandesa, incapaz de identificar a los miembros de la facción y atacando sin piedad a la población nacionalista.
Con la masacre del “Domingo Sangriento”, muchos jóvenes decidieron "alistarse" en el IRA, fomentando así un clima de represalia y conflicto que se prolongó en el corazón de Europa hasta el Acuerdo del Viernes Santo, el 11 de abril de 1998. El “Domingo Sangriento” fue un hito en la escalada de violencia que llevó a reconsiderar desde las políticas aplicadas en estos territorios hasta las decisiones tomadas con la esperanza de apaciguar los enconados conflictos. Heridas que nunca se curaron del todo y una mecha que sigue encendida hasta el día de hoy.
La falta de condenas
Tras la masacre de Derry, se creó una comisión de investigación que no dio lugar a ninguna condena y básicamente confirmó la opinión del gobierno de que los militares habían respondido al fuego de los manifestantes. La decisión de disparar contra la multitud se calificó como "al límite de la imprudencia" y se aceptaron plenamente las afirmaciones de los soldados de que sólo habían disparado contra los manifestantes provistos de armas y bombas. La investigación, presidida por Lord Widgery, fue fundamentalmente viciada: el informe final no reunió todas las pruebas pertinentes, incluidas las entrevistas con los heridos de ese día, y malinterpretó los informes forenses sin examinar todos los detalles de ese trágico día. El veredicto dio lugar a un aumento significativo de las actividades militares del ejército clandestino del IRA, con un cambio en la opinión pública de posiciones pacifistas a activistas.
Los resultados de la investigación Saville
Una segunda investigación, conocida como la Investigación Saville por el nombre del juez que la dirigió, nombrado en 1998 por el entonces Primer Ministro Tony Blair, reabrió el caso para investigar su responsabilidad. Las conclusiones se hicieron públicas tras doce años de investigación, en 2010, y censuraron las acciones asesinas de los militares británicos como "injustificadas e injustificables". La investigación Saville determinó que todas las víctimas estaban desarmadas, que ningún manifestante suponía una amenaza grave para el orden público, que ninguno había utilizado bombas y que los soldados habían "hecho deliberadamente acusaciones falsas" para justificar el uso de armas de fuego.
Unos 20 soldados británicos fueron acusados de asesinato, intento de asesinato y lesiones graves. No fue hasta 2015, tras 43 años de retrasos (muchos analistas han hablado de "encubrimiento") por parte de la justicia, cuando se logró el primer avance en la investigación. Un ex paracaidista británico de 66 años fue detenido y acusado de disparar contra los manifestantes. En el momento de los trágicos acontecimientos tenía 23 años. En los documentos de los investigadores se le identificó como "Soldado J". Ese trágico día, presuntamente disparó y mató a William Nash, John Young y Michael McDaid, de tan sólo 15, 17 y 20 años. La investigación se aceleró aún más cuando, tras un nuevo llamamiento de las familias -que siempre habían rechazado un cheque de 50.000 libras ofrecido por el Ministerio de Defensa británico-, la policía norirlandesa dijo que quería entrevistar a unos 100 soldados de la época como testigos. Posteriormente, los investigadores centraron su atención en siete antiguos paracaidistas, que fueron interrogados: hoy siguen presentando recursos contra esta nueva fase de la investigación.
El valor de la memoria
En Derry, un pequeño monumento en memoria de las víctimas del Domingo Sangriento, un trozo de muro blanco, con la inscripción "You Are Entering Free Derry" (Estás entrando a Derry Libre), y unos murales que lo rodean, recuerda la masacre de aquel terrible 30 de enero de hace cincuenta años: un día que cambió la historia de Irlanda para siempre.
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