¿Quieren el fin del mundo? Señor, líbranos del mal
Sergio Centofanti - Ciudad del Vaticano
Todo lo que podemos hacer es rezar. Ante la violencia inaudita y desbordante de la guerra, ante las pesadillas de un conflicto mayor y más devastador, ante la locura y la irracionalidad que hacen temblar al mundo, no tenemos más remedio que invocar a Dios. La humanidad entera está angustiada por las noticias que llegan de Ucrania. Hay incredulidad, miedo, desconcierto.
Algunos hablan de signos apocalípticos: una pandemia, un trastorno climático, una guerra. Hay quienes recuerdan cómo empezó la Segunda Guerra Mundial: el Anschluss, la crisis de los Sudetes, Polonia. ¿Qué podemos hacer ante el gran misterio de la iniquidad? Sólo levantar la vista al cielo y rezar.
Podemos ayudar a los que sufren. Cáritas está en primera línea. Podemos pensar en los niños, madres, padres, abuelos, hombres y mujeres de la tierra ucraniana, que ahora está tan cerca de nosotros. Piden ayuda, solidaridad. Estamos conmocionados con ellos, aterrorizados. Hoy sufren, mañana quién sabe. No podemos permanecer indiferentes. Son nuestros hermanos y hermanas.
¿Qué se quiere ocupar? ¿Qué hay que destruir? ¿Qué armas se utilizarán? ¿Serán atacados otros países? ¿Con qué estúpidas y falsas justificaciones? No queremos creer que haya alguien tan loco como para arriesgarse a devastar el mundo para añadir un poco de poder a su poder. El poder de este mundo pasará pronto. Y entonces vendrá el juicio de Dios. Pero la historia nos enseña que, en estos casos, con frecuencia llega primero el juicio humano.
Los soldados van a la guerra. Ellos obedecen. Matan y son asesinados. Por un pedazo de tierra que algunos poderosos quieren. ¿Se negará alguien a la orden de matar inocentes? ¿Se rebelará alguien contra la orden de realizar bombardeos indiscriminados y atroces? ¿O se sentirán todos orgullosos de aplastar al más débil? Gigantes orgullosos de pisotear a los más pequeños.
Ante estos acontecimientos uno se siente impotente, sin palabras. Todo lo que podemos hacer es rezar. Y ayudar, cada uno a su manera. Todos debemos rezar. Levantar nuestra voz débil a Dios. Incluso los que piensan que son ateos pueden rezar. Sólo hace falta un pensamiento. El Creador escucha el clamor de todas sus criaturas. Debemos estar todos unidos ahora, olvidando todas las divisiones, todos los conflictos, todos los rencores, para poder decir juntos: "Señor, líbranos del mal".
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí