¿Pueden los pueblos rebelarse contra las guerras de los poderosos?
Sergio Centofanti – Ciudad del Vaticano
A lo largo de la historia, los pueblos han sufrido mucho por las guerras de los poderosos. Cuántas víctimas inocentes, cuántas lágrimas, cuánto dolor por las guerras combatidas por los débiles para los fuertes. Guerras que han hecho más débiles a los débiles y más fuertes a los fuertes.
En los últimos días se ha evocado la posibilidad de una tercera guerra mundial. El mero hecho de oír hablar de ello es aterrador.
El llamamiento de Juan Pablo II en la Navidad de 1990, antes del estallido de la Guerra del Golfo, todavía resuena proféticamente: "¡Se persuadan los responsables de que la guerra es una aventura sin retorno!". Incluso hoy, más de 30 años después, seguimos pagando las consecuencias de esa guerra: violencia, terrorismo, otras guerras, otros pueblos que sufren.
Hoy escuchamos la voz de los grandes que hablan de guerra. Tenemos necesidad de escuchar la voz de los pequeños que hablan de paz. Ya ha ocurrido en la historia. Gandhi movilizó a un pueblo formado por muchos pequeños, millones pequeños unidos ganaron con la paz, parecía imposible. También en el siglo pasado, poderosos regímenes dictatoriales, que parecían invencibles, se derrumbaron sin violencia porque un pueblo indefenso se rebeló.
El Evangelio proclama que son bienaventurados los pacificadores. "La guerra es una locura", dijo el Papa Francisco: sólo trae sufrimiento y destrucción a los pueblos. Pero, ¿pueden los pueblos rebelarse contra las guerras de los poderosos? No. Ellos "deben" rebelarse.
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