Gorbachov y las grandes cuestiones de nuestro tiempo
Alessandro Gisotti
La fecha del 1 de diciembre de 1989 permanece indeleble en la historia del siglo XX. El presidente de la Unión Soviética cruzó el umbral del Vaticano para reunirse con Juan Pablo II. Sólo tres semanas antes, la caída del Muro de Berlín había abierto un horizonte de paz que, hasta unos meses antes, parecía impensable.
Once años después de aquel momento histórico, Mijail Gorbachov volvió a reunirse con el anciano Papa polaco con motivo de la Cumbre de Premios Nobel de la Paz, celebrada en el Capitolio romano. Fue el 13 de noviembre de 2000. Ese mismo día, en la Sala de la Protomoteca, Gorbachov concedió una entrevista a Radio Vaticano en la que profundizó algunos de los temas tratados en la cumbre. Todavía recuerdo la emoción que supuso para mí, a los pocos meses de estar de servicio en la emisora pontificia, poder hacer preguntas, con la mediación de un intérprete ruso, a un gigante del siglo XX, la sensación -como solemos decir los periodistas- de estar "cara a cara con la historia".
Veintidós años después, resulta sorprendente encontrar en las palabras del último líder de la URSS la preocupación por los temas de nuestro tiempo, que son de dramática actualidad si se tiene en cuenta lo que está ocurriendo en Ucrania. "En esta cumbre - subrayó Gorbachov - hemos discutido varios temas, entre ellos el de la globalización. Discutimos las posibilidades que pueden surgir de ella en el futuro y cómo se pueden compartir equitativamente las oportunidades que ofrece la globalización".
En esa Cumbre también se planteó con alarma el tema del desarme nuclear. "En este momento - advirtió el ex presidente soviético -, hay procesos que conducen no tanto al desarme como a los peligros de proliferación de las armas nucleares. Por último, hablamos del nuevo orden mundial que, refiriéndose a las palabras del Santo Padre, debe ser 'más estable, más justo y más humano'".
A continuación, Gorbachov ofreció una reflexión sobre la deuda de los países pobres, otro tema que veinte años después sigue, por desgracia, entre las cuestiones aún no resueltas a pesar de los numerosos llamamientos de los Pontífices. "Personalmente - dijo a los micrófonos de Radio Vaticano -, estoy a favor de la cancelación de las deudas de los países en desarrollo. Sin embargo, insisto en que esto no es suficiente para la reactivación económica porque necesitamos medidas más articuladas, un complejo de medidas que favorezcan el desarrollo de estos países".
Palabras de un gran protagonista de la historia contemporánea que, en el día de su muerte, adquieren ya el valor de un precioso legado que no debe disiparse, sino hacerse fructificar para construir un futuro más humano para todos los pueblos de la Tierra.
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