Las angustias y esperanzas de la diáspora ucraniana en los Estados Unidos
Stefano Leszczynski - Ciudad del Vaticano
La invasión de Ucrania por parte de Rusia", dice Monseñor Borys Gudziak, metropolitano de los católicos ucranianos en los Estados Unidos e invitado en Radio Vaticano, "fue una conmoción, pero no una sorpresa, también porque la guerra llevaba ya ocho años. Hijo de refugiados de la Segunda Guerra Mundial, toda la infancia de Monseñor Gudziak estuvo marcada por los acontecimientos migratorios del pueblo ucraniano. Sin embargo, hoy en día hay una diferencia fundamental con respecto al pasado y es la conciencia global de lo que está ocurriendo en esta parte de Europa. Nadie puede decir que no lo sabía. Gracias al papel de la prensa y a la omnipresencia de los medios de comunicación", explica Su Beatitud, "todos podemos ver lo que ocurre en tiempo real. La brutalidad y los atroces acontecimientos en Ucrania son inmediatos y tocan el corazón:
La solidaridad con los ucranianos ha sido hasta ahora muy fuerte. ¿Teme que la atención en relación al conflicto disminuya con el tiempo?
Estamos muy agradecidos a todos los europeos y también a los demás países que acogen a los refugiados y a todos los que envían ayuda humanitaria. Porque no hay que olvidar que además de los 7 millones de refugiados que han huido, hay otros tantos en casa y hay 5 millones de personas que están en sus casas y lo necesitan todo. No es fácil mantenerse emocionalmente involucrado durante mucho tiempo y es posible que surja un hábito de guerra. Estoy muy agradecido a la prensa internacional, que hace mucho por recordar lo que ocurre en Ucrania, y ya ha habido al menos 20 periodistas muertos mientras documentaban el conflicto. Sin embargo, la invasión rusa ha atraído la atención mundial porque es fácil ver desde un punto de vista moral quiénes son los agresores y quiénes los agredidos.
El riesgo de que el odio y el resentimiento arraiguen en los pueblos combatientes es muy fuerte. ¿Cómo será posible reconstruir algún día la serenidad de la sociedad ucraniana?
Cada época tiene sus propios retos y respuestas. Me fijo en la historia europea del siglo XX, afectada por las guerras, la violencia y el genocidio. Bajo la dirección de líderes políticos cristianos fue posible restablecer la paz en Europa Occidental, entre Francia y Alemania, por ejemplo. Aquí será muy difícil volver a las raíces morales y a los principios espirituales y será un desafío sobrenatural. El odio y el resentimiento son comprensibles cuando has perdido a miembros de tu familia, tu hogar, la posibilidad de volver a tu ciudad porque fue destruida; no tenemos la posibilidad de superar esto sin la gracia de Dios. Sin embargo, también necesitamos la justicia terrenal, porque nunca habrá paz sin justicia. Hay que llamar a los crímenes por su nombre, como se hizo con el nazismo en Nuremberg. Así que la futura reconciliación debe tener un proceso claro de análisis, el mal debe ser juzgado.
¿Cómo vive su comunidad en los Estados Unidos lo que está ocurriendo en Ucrania?
En la diáspora, al igual que en casa, existe una clara conciencia de la historia. Por lo tanto, hay una fuerte ansiedad en nuestra comunidad sobre el futuro, y esta amenaza también se convierte en un estímulo para grandes actos de caridad y generosidad, y anima fuertemente a la oración. Cada una de nuestras parroquias reza por la paz en Ucrania. Muchos dan todo lo que pueden en ayuda humanitaria, nuestras parroquias se han convertido en centros de recogida de ayuda humanitaria, hay muchos hombres que han vuelto a Ucrania para defender su patria. La gente sigue constantemente las noticias para saber si un familiar o un conocido ha muerto, si las ciudades de las que proceden han sido afectadas. No hay un momento del día en que nuestras comunidades de la diáspora no piensen o recen por Ucrania.
¿También influyó la diáspora en la decisión de los Estados Unidos de ponerse del lado de Ucrania?
Existe una presencia ucraniana organizada en los Estados Unidos desde hace al menos 150 años, y las comunidades ucranianas, al tiempo que cultivan sus propias tradiciones, forman parte de la red social del país. No tienen mucha influencia, pero se les valora. En la actualidad, el apoyo de muchos estadounidenses a la hora de prestar apoyo y ayuda humanitaria se debe sobre todo a consideraciones morales, pero los miembros de la comunidad ucraniana sirven para difundir lo que está ocurriendo. Y en Estados Unidos existe la costumbre de que los ciudadanos se relacionen directamente con los políticos que han elegido.
¿La situación que se ha creado en Ucrania ha sido un impulso para un nuevo espíritu de hermandad entre las Iglesias cristianas del país?
La Iglesia greco-católica es minoritaria en Ucrania, alrededor del 8% del total de fieles, pero tiene una fuerte influencia en la sociedad por varias razones: La primera es que se considera una Iglesia que nunca ha colaborado con el régimen comunista, por lo que ha salido de las catacumbas con una autoridad moral muy elevada; en segundo lugar, ha tenido líderes muy estimados -pensemos en el cardenal Husar y en el SB Sviatoslav Shevchuk-; en tercer lugar, en los últimos 30 años la Iglesia greco-católica y la latina han tratado de proponer todo el abanico de la Doctrina Social de la Iglesia, interviniendo muy concretamente en las cuestiones de los salarios, la economía, la pobreza, la paz.
¿Podemos decir que Ucrania es un importante laboratorio para el diálogo con la Iglesia Ortodoxa?
Esto es muy cierto. Algo que no es muy conocido internacionalmente es que desde hace más de 25 años existe en Ucrania un Consejo de Iglesias y Organizaciones Religiosas con unos 20 miembros que se turnan en la presidencia cada seis meses. El Consejo no se pronuncia públicamente sobre cuestiones dogmáticas, pero intenta hablar con una sola voz sobre cuestiones sociales. Y este organismo ha hecho mucho a lo largo del tiempo por la cohesión moral del país.
¿Existe el riesgo de que la gran salida de refugiados del país se convierta en una nueva diáspora?
Algunos volverán sin duda. Se calcula que ya han regresado dos millones de personas. Pero la cuestión demográfica para Ucrania en los próximos años es el mayor desafío. Incluso antes de la invasión, la población ucraniana ya había disminuido en al menos 10 millones. La salida de otros siete millones de personas ahora podría situar la población en torno a los 32 millones. Eso significa 20 millones de ciudadanos perdidos en 35 años. Y también está el hecho de que la mayoría de las mujeres y los niños, el futuro del país, se han ido. Nadie puede predecir lo que sucederá.
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