El abrazo de los fieles y enfermeros al Papa
Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano
Un Ángelus rezado espiritualmente junto al Papa Francisco, hospitalizado desde el miércoles 7 de junio en el Policlínico Gemelli tras su laparotomía y cirugía plástica de la pared abdominal con prótesis. Lo hicieron varios fieles, filmados por numerosos fotógrafos y cámaras, en la plaza situada frente al hospital, junto a la estatua de Juan Pablo II y bajo las ventanas de la décima planta, donde el Papa está ingresado y sigue regularmente su postoperatorio. Una oración recitada por Don Michele junto a varios jóvenes y muchas mujeres de la comunidad "Casa de María", con ellos personas que visitan a los hospitalizados, pero también pacientes que miran por las ventanas de las plantas inferiores a la décima. "Somos nosotros los que cada domingo en la Plaza de San Pedro llevamos la pancarta 'La Inmaculada Concepción vencerá'", explica Don Michele, "y también este domingo hemos decidido estar junto al Papa Francisco". "Es un signo de fidelidad y gratitud y también una respuesta a lo que nos pide, es decir, rezar por él". Una respuesta -continúa- a su llamamiento que ahora, en esta situación más complicada desde el punto de vista médico, es un gesto de verdadero afecto filial".
El Papa responde a los enfermeros, "santos de la puerta de al lado"
Es una invitación a "cultivar la cultura de la cercanía y de la ternura" la que el Papa Francisco dirige en una carta de respuesta a los enfermeros y auxiliares del Departamento de Neuropsiquiatría Infantil y Neuropediatría del Hospital Agostino Gemelli. El Pontífice los define "santos de la puerta de al lado", pero también "imagen de la Iglesia como hospital de campaña", porque están cerca de los que sufren y de los que "ven marcharse". Les insta a ser "siempre buenos samaritanos que asumen la vida y el dolor del prójimo". Anteriormente, el personal de enfermería había enviado una misiva en la que relataban su condición de "familia", unida al sufrimiento de padres y madres y de sus hijos. Padres -escriben- llamados a llevar una cruz no sólo por fe, sino también por respeto a la vida misma. El personal del hospital confía finalmente al Papa que tienen en el corazón "cicatrices imborrables" del dolor y de la muerte de los pequeños; heridas que tanto hacen reflexionar. En conclusión, renuevan su oración a Francisco por una "pronta recuperación".
Ángela, mirada al Papa y cercanía a los más frágiles
Un domingo muy caluroso, Angela busca refrescarse a la sombra de la plazoleta. Cuenta que es una persona frágil y que está hospitalizada para algunos controles tras contraer el Covid. "Me acompañó al hospital el Papa Francisco", dice sonriendo. Ingresó en el Policlínico el pasado miércoles, el mismo día que llegó el Papa. Es asistente social de profesión, colabora con los jesuitas y tiene un pensamiento para el Papa. "Indignamente le digo que debemos luchar, debemos rezar y con nuestro testimonio debemos estar cerca de los últimos, de los más frágiles a través de un acompañamiento, un apoyo y una cercanía constantes".
Isabella, enfermera y paciente
Isabella está sentada en un banco, tiene una cala blanca con un lazo rosa, regalo de su novio que ha venido a recogerla porque hoy le han dado el alta. Tiene un llamativo vendaje en el pecho, resultado de una operación para extirparle un tumor mamario. Tiene un rostro sereno y cuidado, una vida marcada por la pena y el dolor, sólo dice que le molesta la radioterapia a la que tendrá que someterse aunque eso suponga evitar la quimioterapia. "Soy enfermera aquí en el Gemelli", explica, y cuenta que en estos días no sólo ha sido paciente, sino que ha animado a sus compañeros de cama, ha apoyado psicológicamente a los que estaban angustiados. Al fin y al cabo, cuidar, dice, también es esto y el Papa Francisco lo recomienda siempre. "Estar aquí hospitalizada junto al Papa es una hermosa coincidencia, aprecio su atención a los enfermos, el cuidado está hecho de gestos, no sólo de palabras sino sobre todo de pequeñas cosas". Es una gran humanidad la que abraza el Policlínico Gemelli, es una casa de dolor, pero también una casa de cercanía y afecto que son los dones que tantos ofrecen a Francisco a través de un pensamiento, una palabra y una oración.
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