Yemen, donde la mejor forma de ayuda sería la paz
Francesca Merlo – Ciudad del Vaticano
Sin salario, desapariciones forzadas, hambre, tortura, detención... Esto es lo que vive el pueblo de Yemen. E incluso tras el alto el fuego del 2022 "nada ha cambiado".
Así lo afirma Rania Awn, responsable de medios, comunicación e incidencia política de Mwatana for Human Rights, organización yemení de defensa de los derechos humanos, quien, ante la escalada de tensiones en el Mar Rojo por los ataques de los Houthi y la respuesta aérea de Estados Unidos y Reino Unido, exclama tajante:
No necesitamos otra guerra
La referencia concreta es a la escalada geopolítica en torno a la guerra de Gaza, cuyas consecuencias empiezan a extenderse a Yemen, donde más de diez años de conflicto y violencia han provocado una de las crisis humanitarias más desastrosas del mundo.
"Llevamos siete años sin cobrar un sueldo. Vivimos con hambre. Nuestros derechos humanos se violan a diario. No hay esperanza, y cada vez que empezamos a ver un rayo de luz, nos vemos obligados a vivir de nuevo en la oscuridad", explica Rania Awn.
Las cifras lo dicen todo
Las cifras dejan claro su llamamiento desesperado. Más de veinte millones de yemeníes necesitan ayuda humanitaria desde que estalló la guerra civil en el 2014. Cuatro millones quinientas mil personas han sido desplazadas y ciento cincuenta y cuatro mil han muerto en acciones militares desde que la coalición liderada por Arabia Saudí comenzó las operaciones militares en el 2015.
Incluso tras el alto el fuego del 2022, en realidad "no ha cambiado mucho", afirma Awn. “Sí”, añadió, han cesado los ataques aéreos dirigidos por Arabia Saudí, pero "persisten todas las demás violaciones de los derechos humanos y la gente vive en la miseria".
La esperanza se desvanece
Uno de los problemas persistentes del país es la presencia de minas terrestres sin explotar. De los millones de desplazados internos que hay en Yemen, innumerables viven en casas y asentamientos improvisados. "Tras el alto el fuego del 2022, algunas personas intentaron regresar a sus hogares, pero se encontraron con minas terrestres que las mataron o hirieron".
Los desplazados carecen de todo lo necesario para llevar una vida digna, incluido el hecho de que lo han perdido todo. "Algunos ni siquiera tienen documentos de identidad", informa Rania Awn, lo que significa que, aunque tengan hijos, no pueden registrarlos”. Además, "han perdido el acceso al agua, a la educación, a los servicios sanitarios. No tienen nada...". Y también están perdiendo la esperanza.
Falta de apoyo humanitario
“Tras la guerra de Gaza, y también tras la de Ucrania, la atención del mundo se ha desplazado", subraya la portavoz de Mwatana. Los yemeníes no reciben la ayuda que necesitan; la poca que llega, dice Awn, está controlada por los militantes chiíes musulmanes Houthi, que "la distribuyen entre ellos".
También es difícil confiar en organizaciones locales como Mwatana porque "si empezamos a trabajar para proporcionar ayuda humanitaria, las partes en conflicto nos atacarán", afirma la responsable de comunicación. Por ello, la organización hace "lo poco que puede", a pesar de los riesgos.
"Tenemos una unidad de apoyo jurídico que presta asistencia a las víctimas. Por ejemplo, proporcionamos apoyo jurídico a las víctimas de detención arbitraria y tortura. Pero sufrimos... Sufrimos muchas penurias". Rania recuerda un viaje que realizó hace apenas cuatro meses a Ammán, Jordania:
"Nuestros abogados que trabajan con las víctimas – revela además – a menudo son detenidos, desaparecen, se les dice lo que tienen que hacer y lo que no. Y por estas mismas razones no pueden prestar ayudas humanitarias".
Llamamiento a la comunidad internacional
La mujer hace un llamamiento para "detener la guerra en Gaza":
Rania Awn también hace un llamamiento a la comunidad internacional para que deje de apoyar a los grupos armados y ponga fin a la violencia. "Creo que todos estamos de acuerdo en la necesidad de detener la guerra en cualquier parte del mundo", afirma. "Necesitamos paz, eso es todo".
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