Toshiyuki Mimaki: Salvemos a la humanidad de las armas nucleares
Alessandro Gisotti - Ciudad del Vaticano
Los edificios destruidos. Una tabula rasa. Tanto que se ve el mar donde antes había una ciudad de fondo. Este es el recuerdo imborrable que perdura en el corazón de un niño de tres años, testigo de un suceso terrible, impensable, que desgraciadamente ocurrió. Es el recuerdo que Toshiyuki Mimaki comparte con L'Osservatore Romano. Hoy tiene 82 años y desde aquel 6 de agosto de 1945 en que la bomba atómica destruyó Hiroshima, su ciudad, no ha dejado de pensar en aquel día que cambió la historia de la humanidad, pero que antes acabó con la vida de decenas de miles de personas. Hace unos días, el 10 de diciembre, Mimaki recibió en Oslo el Premio Nobel de la Paz. Lo hizo como copresidente de la Fundación Nihon Hidankyo, que desde su creación en 1956 lucha con valentía y sin descanso por el desarme nuclear. La Fundación japonesa reúne a los hibakusha, los supervivientes del doble ataque atómico estadounidense a Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. El compromiso de la Fundación Nihon Hidankyo se basa precisamente en el poder del testimonio, la fuerza amable de la narración. Un valor reconocido por el Comité Noruego del Nobel, que al conceder el Premio declaró que «todos tenemos el deber de cumplir la misión de los hibakusha. Su brújula moral es nuestro legado. Ahora nos toca a nosotros». Los esfuerzos de desarme requieren llamamientos públicos insistentes».
Ante la inminencia de la Jornada Mundial de la Paz, Toshiyuki Mimaki responde a nuestras preguntas y, en primer lugar, se reconoce heredero «de los esfuerzos de sus predecesores» que quisieron crear la Fundación Nihon Hidankyo: supervivientes como él, del incalificable suceso que tuvo lugar aquella mañana de agosto de hace 79 años. «A la edad de 3 años, mi madre, mi hermano pequeño y yo fuimos alcanzados por las radiaciones de la bomba mientras buscábamos a nuestro padre, que trabajaba en los ferrocarriles de Hiroshima. Murió mucha gente y los edificios desaparecieron entre las llamas, hasta el punto de que se podía ver hasta el mar. Mi hermano está actualmente en tratamiento por un cáncer cerebral». Por difícil que sea traer las imágenes a la memoria, compartir la experiencia está en el corazón de la misión de los hibakusha: recordar la tragedia para que nunca vuelva a ocurrir. Una tarea más urgente que nunca. Por desgracia, dentro de unos años, los últimos supervivientes de las bombas atómicas habrán desaparecido. ¿Qué se hará, entonces, para mantener vivo el recuerdo para las generaciones futuras? «La ciudad de Hiroshima -explica- ha asumido el papel de transmitir los testimonios de los supervivientes, creando un sistema para educar a los jóvenes como mensajeros».
Para Mimaki, el papel que está desempeñando el Papa Francisco a favor del desarme nuclear es muy importante. Él mismo conoció al Pontífice durante su visita a Hiroshima y Nagasaki en noviembre de 2019. «Conocí al Papa cuando vino a visitarnos -recuerda-, me dio una medalla en un estuche rojo. Le pedí que velara por la abolición de las armas nucleares. Conservo una foto de aquel día». Frente a este compromiso contra las armas nucleares, nunca antes se había hablado tanto del posible uso de bombas atómicas e incluso de la posibilidad de un conflicto nuclear. Una locura para quienes, como Toshiyuki Mimaki, aún viven en su piel y en lo más profundo de su alma el horror de aquel día en que «La Bomba» se utilizó por primera vez contra la población civil. «Si se utilizaran armas nucleares -constata con amargura-, sería el fin de la humanidad. Por ello, hago un llamamiento a los gobernantes de los países que poseen armas nucleares para que se comprometan a eliminarlas». El líder de Nihon Hidankyo se muestra especialmente preocupado por la situación en Gaza y Ucrania. «El presidente ruso Putin -recuerda con angustia- ha rebajado el nivel de utilización de las armas nucleares para que puedan utilizarse en cualquier momento. Es una situación aterradora. Vengan todos a Hiroshima y Nagasaki y visiten el Museo de la Bomba Atómica. Verán cuánto daño pueden hacer las armas nucleares a los seres humanos».
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