RD Congo, esperanza de paz en un país devastado por la guerra y la explotación
Beatrice Guarrera - Ciudad del Vaticano
«A menudo no se entiende por qué en un país de 2.345.406 kilómetros cuadrados y con más de 100 millones de habitantes, todo el mundo es pobre. Más del 70% de la población es pobre. ¿Por qué?». Esta pregunta fue el punto de partida de Baderha Batumike Patient, doctorando en Ciencias Sociales y consultor de la embajada congoleña ante la Santa Sede, que intervino en el acto «Repensar la paz en la República Democrática del Congo», que tuvo lugar ayer en la Pontificia Universidad Antonianum. El objetivo del encuentro, moderado por la periodista Virginia Saba, era exponer las razones de la pobreza y la guerra que aún asolan el país, para después proponer soluciones e imaginar horizontes de paz.
Explotación de los recursos
En la base de la explotación sistemática a la que se ha sometido a la República Democrática del Congo está la riqueza del subsuelo: cobalto (el país es el primer productor mundial), oro, diamantes, recursos minerales metálicos. A esto se añaden otras primacías naturales: cuenta con la segunda selva tropical más grande del mundo, así como con la cuenca del río Congo, segunda en extensión después del Amazonas. Sin embargo, desde los años 90, no cesan las guerras por hacerse con estos inmensos y preciosos recursos naturales, mientras «las multinacionales se aprovechan de la debilidad del Estado para sus propios fines» y mientras «el extractivismo agrava las desigualdades», explica Baderha Batumike Patient.
La ecología integral como alternativa
En este contexto, un posible camino a seguir es el indicado en Laudato si', donde el Papa Francisco propone un enfoque holístico, haciendo hincapié en la necesidad de trabajar por una ecología integral, teniendo clara la relación entre la crisis ecológica y la crisis social. «Necesitamos introducir un modelo inclusivo de abajo hacia arriba para fomentar el desarrollo local, el respeto de los derechos humanos, una revisión de la gobernanza, una redistribución adecuada de la riqueza», argumenta el doctorando: «La única alternativa es la ecología integral».
Las razones profundas de la guerra
Las razones profundas de la guerra actual en la República Democrática del Congo hay que buscarlas en la historia del siglo pasado, y ante todo en el genocidio de Ruanda, precursor de la actual falta de paz. Así lo argumentó el profesor Jean-Claude Mulekya Kinombe, adjunto de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Antonianum y fraile franciscano, que remontó los acontecimientos en el País de las mil colinas hasta la creación del grupo militar rebelde M23, que tomó la ciudad de Goma el pasado mes de enero. Mientras Ruanda sigue negando cualquier implicación con el grupo, como afirman en cambio los congoleños, se vieron signos de distensión en la reunión del 18 de marzo entre Paul Kagame y Félix Tshisekedi, presidentes de Ruanda y la República Democrática del Congo, que tuvo lugar en Doha con la mediación de Qatar. Se trataba de las primeras conversaciones directas sobre el conflicto en curso en las provincias orientales de la RDC tras el avance del grupo rebelde M23, al término de las cuales los dos dirigentes pidieron un alto el fuego inmediato, escribe Al Jazeera.
Un país devastado
Mientras tanto, sin embargo, la devastación ha sido incalculable. «Estamos disgustados por el bombardeo de la sala de neonatología del hospital general Charité maternelle de Goma», declaró el profesor Mulekya Kinombe. El M23 intenta ahora demostrar que sabe administrar las tierras ocupadas, queriendo ser una alternativa al gobierno del presidente Félix Tshisekedi -continuó-. Desde 2023, 200.000 personas han huido, sumándose a los demás desplazados internos. Por no hablar de los miles de muertos, difíciles de contabilizar. La situación a nivel social también es dramática, entre el familismo y la corrupción, el desempleo galopante y los titulados que deciden emigrar. «Nuestros cerebros en fuga prefieren morir en el Mediterráneo o en el océano Atlántico antes que permanecer en la miseria», subraya Mulekya Kinombe, que da la voz de alarma sobre los riesgos potenciales de esta violencia «El primer riesgo es crear una guerra en toda África Central y el segundo es aumentar el odio entre la población del Congo y Ruanda porque ven a los ruandeses como los culpables».
Horizontes de paz
«Repensar la paz es un camino difícil pero no imposible», afirmó el profesor. «Significa también buscar la reconciliación entre el Congo y Ruanda, reconocer los errores y buscar la verdad». Los pasos que hay que dar empiezan por poner fin a la violencia, imaginar soluciones a los problemas mineros que tengan en cuenta la dignidad de la persona humana y, a continuación, hacer hincapié en la justicia social y la solidaridad. Los propios congoleños deben ser justos en la gestión de su país, no sólo favorecer a los políticos que ganan mucho dinero». Esto sólo es posible si «uno reconoce en el otro a un hermano».
La sociedad congoleña está estancada
En declaraciones a los medios vaticanos al margen del evento, los dos ponentes, de origen congoleño, pintaron un panorama dramático a partir de las noticias que les llegan de familiares y conocidos, especialmente de Goma y Bukavu. «El Congo está sumido en el caos» desde que Afc y el M23 tomaron Kivu Norte y ahora Kivu Sur, explicó Baderha Batumike Patient. «No sabemos quién mata a quién, porque el gobierno no sabe cómo gestionar la seguridad. Los rebeldes dicen que han venido a liberar el país, pero la gente sigue sufriendo. La sociedad congoleña está paralizada, porque ahora no hay trabajo, todo el mundo está encerrado en casa, los mercados están cerrados. No hay vida. Todas las escuelas están cerradas, los niños están en casa, tienen dificultades incluso para acceder a sus escuelas, al igual que los estudiantes universitarios». Para salir de esta situación, «hace falta realmente trabajar juntos», observó el doctorando, «que todos los congoleños se unan, siguiendo el Pacto Social por la Paz y la Convivencia en el Congo, propuesto por la Conferencia Episcopal Congolesa, junto con la Iglesia protestante, para lograr la paz». «Terminé mis estudios en 1998 en la escuela secundaria y había guerra -dijo el profesor Mulekya Kinombe-, y sigue habiendo guerra hoy en día. Lo que sé por mi familia, que es del este del país, es que destruyeron la casa de mi hermano con una bomba. Los miembros de mi familia también están fuera de sus casas. Tampoco tienen comida. No son buenas noticias».
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