Papa: aceptar las humillaciones para asemejarnos a Jesús
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
La humildad es una dote indispensable en la vida del cristiano: lo subrayó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el primer martes de diciembre.
Inspirándose en un pasaje del profeta Isaías, el Pontífice recordó que todo cristiano es como “un pequeño brote donde se posará el Espíritu del Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de conocimiento y de temor del Señor”.
“Estos son los dones del Espíritu Santo. De la pequeñez del brote a la plenitud del Espíritu. Ésta es la promesa, éste es el Reino de Dios”. Ésta es “la vida del cristiano”, dijo el Papa y añadió:
“Ser consciente de que cada uno de nosotros es un vástago de aquella raíz que debe crecer, crecer con la fuerza del Espíritu Santo, hasta la plenitud del Espíritu Santo en nosotros. ¿Y cuál sería el deber del cristiano? Sencillamente custodiar el brote que crece en nosotros, custodiar el crecimiento, custodiar al Espíritu.”
¿Y cuál es el estilo de vida del cristiano? “Un estilo – explicó Francisco – como el de Jesús, de humildad”:
“Se necesita fe y humildad para creer que este brote, este don tan pequeño llegará a la plenitud de los dones del Espíritu Santo. Se necesita humildad para creer que el Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, como dice el Evangelio de hoy, ha escondido estas cosas a los sabios, a los doctos, y las ha revelado a los pequeños. Humildad es ser pequeño, como el brote pequeño, que crece cada día, pequeño, que tiene necesidad del Espíritu Santo para poder ir adelante, hacia la plenitud de la propia vida.”
“Algunos creen que ser humilde – observó el Papa Francisco – es ser educado, cortés, cerrar los ojos en la oración”… “No, ser humilde no es eso”. “Entonces – se preguntó el Santo Padre – ¿cómo puedo saber si soy humilde?”. A lo que respondió diciendo:
“Hay un signo, una señal única: aceptar las humillaciones. La humildad sin humillaciones no es humildad. Humilde es aquel hombre, aquella mujer, que es capaz de soportar las humillaciones como las ha soportado Jesús, el gran humillado.”
Por último, Francisco aludió al ejemplo de tantos santos “que no sólo han aceptado las humillaciones, sino que las han pedido” para asemejarse a Jesús.
“Que el Señor – terminó diciendo el Papa en su homilía – nos dé esta gracia de custodiar al pequeño hacia la plenitud del Espíritu, sin olvidar la raíz y aceptando las humillaciones”.
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