Papa: Dios nos perdona si nosotros perdonamos a los demás
Con dos palabras se puede sintetizar el mensaje que propone la liturgia de hoy: “Lamentablemente” y “con la condición de que”, mientras el tema común es el perdón, tal como dijo el Papa Francisco quien explicó de qué se trata y de dónde viene.
Señor, Tú eres grande, y yo he pecado
En la primera lectura tomada del Libro del profeta Daniel se relata acerca de Azarías que, arrojado al horno ardiente por no haber renegado al Señor, no se lamenta con Dios por el trato padecido, no le reprocha reivindicando su fidelidad, sino que sigue profesando la grandeza de Dios y va a la raíz del mal diciendo: “Tú nos has salvado siempre, pero lamentablemente hemos pecado”. Se acusa a sí mismo y a su pueblo. A lo que Francisco añadió: “La acusación de nosotros mismos es el primer paso hacia el perdón”.
“Acusarse a sí mismos es parte de la sabiduría cristiana; no, acusar a los demás, no… A sí mismos. Yo he pecado. Y cuando nosotros nos acercamos al sacramento de la penitencia tener esto presente: Dios grande que nos ha dado tantas cosas y, lamentablemente, yo he pecado, yo he ofendido al Señor y pido la salvación”.
Es Dios quien nos justifica
En esta ocasión el Papa Bergoglio también relató la anécdota de una señora que en el confesionario le refería largo tendido los pecados de su suegra, tratando de justificarse, hasta que el sacerdote le dijo: “De acuerdo, ahora confiese sus pecados”.
“Y esto le gusta al Señor, porque el Señor recibe un corazón contrito, porque es como el de Azarías: ‘No hay decepción para quienes confían en Ti’, un corazón contrito que dice la verdad al Señor: ‘Yo he hecho esto, Señor. He pecado contra Ti’. El Señor le tapa la boca, como el papá al hijo pródigo; no lo deja hablar. Su amor lo cubre. Perdona todo”.
Dios nos perdona “siempre que” perdonemos
El Santo Padre Francisco invitó a no tener vergüenza de decir los propios pecados porque es el Señor quien nos justifica perdonándonos, no una vez, sino siempre. Pero con una condición:
“El perdón de Dios nos llega con fuerza con la condición de que nosotros perdonemos a los demás. Y esto no es fácil, porque el rencor anida en nuestro corazón y siempre está esa amargura. Tantas veces llevamos con nosotros el elenco de las cosas que me han hecho: ‘Y ese me ha hecho esto, me ha hecho esto, me ha hecho esto’…”.
El diablo nos encadena al odio
Por último el Pontífice puso en guardia ante el hecho de dejarse esclavizar por el odio y concluyó diciendo: “Estas son las dos cosas que nos ayudarán a comprender el camino del perdón: ‘Tú eres grande Señor, lamentablemente he pecado’ y: ‘Sí, te perdono, setenta veces siete, con la condición de que tú perdones a los demás’”.
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