Papa Francisco: las obras de misericordia son el camino de amor que Jesús nos enseña
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
La Iglesia hoy celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, y el Papa Francisco inició su homilía afirmando que se podría decir que hoy es "la fiesta del amor de Dios" y a este tema dedica su reflexión en la Misa matutina en la Casa de Santa Marta.
Dios ama siempre primero
Inmediatamente el Pontífice aclara: no somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que es Él quien “nos amó primero, Él es el primero en amar”. Una verdad que los profetas explicaban con el símbolo de la flor del almendro, la primera en florecer en la primavera, así, el Papa subraya: “Dios es así: siempre primero. Nos espera primero, nos ama primero, nos ayuda primero”.
El amor de Dios es sin límites
Pero no es fácil entender el amor de Dios: en el pasaje de la Carta apenas escuchada, el apóstol Pablo habla, de hecho, de “inescrutables riquezas de Cristo”, de un misterio escondido.
Es un amor que no se puede entender. Un amor de Cristo que supera todo conocimiento. Supera todo. Así de grande es el amor de Dios. Y un poeta decía que era como “el mar, sin orillas, sin fondo…”: pero un mar sin límites. Y éste es el amor que nosotros debemos entender, el amor que nosotros recibimos.
La pedagogía de Dios
El Señor, a lo largo de la historia de la salvación, nos ha revelado su amor, “ha sido un gran pedagogo”, dice el Santo Padre, y retomando las palabras del profeta Oseas en el pasaje leído, explica que no lo ha revelado a través de la potencia: “No. Escuchemos: ‘Yo he enseñado a caminar a mi pueblo, lo llevaba en los brazos. Cuidaba de ellos”. En brazos, cercano: como un papá”.
Dios, ¿cómo manifiesta el amor? ¿Con las cosas grandes? No: se empequeñece, se empequeñece, se empequeñece, con estos gestos de ternura, de bondad. Se hace pequeño. Se acerca. Y con esta cercanía, con este empequeñecimiento, Él nos hace entender la grandeza del amor. Lo grande se entiende a través de lo pequeño.
La grandeza explica la pequeñez
Por último, Dios envió a su Hijo, pero lo envió en carne, y el Hijo “se humilló a sí mismo hasta la muerte”. Éste es el misterio del amor de Dios: la grandeza más grande expresa la pequeñez más pequeña, y Francisco dice que así se puede entender también el recorrido cristiano.
Cuando Jesús quiere enseñarnos cómo debe ser la actitud cristiana, nos dice pocas cosas, nos hace ver aquel famoso protocolo en base al cual seremos todos juzgados (Mateo 25) ¿Y qué cosa dice? No dice: “Yo pienso que Dios es así. He entendido el amor de Dios”. No, no… Yo he hecho ‘en pequeño’ el amor de Dios. He dado de comer al hambriento, he dado de beber al sediento, he visitado al enfermo, al encarcelado. Las obras de misericordia son precisamente el camino de amor que Jesús nos enseña en continuidad con este amor de Dios, ¡grande!
No discursos sobre el amor, sino gestos concretos
No se necesitan, pues – concluye – grandes discursos sobre el amor, sino hombres y mujeres “que sepan hacer estas pequeñas cosas por Jesús, por el Padre”. Las obras de misericordia “son la continuidad de este amor, que se empequeñece, llega a nosotros, y nosotros lo llevamos adelante”.
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