El Papa en Santa Marta: recordémonos siempre de donde fuimos elegidos
Adriana Masotti - Ciudad del Vaticano
Mateo, el republicano, era, pues, un corrupto “porque por dinero traicionaba a la patria. Un traidor de su pueblo: lo peor”. Algunos pueden pensar, dice Francisco, que Jesús “no tiene sentido común para elegir a la gente”, porque además de Mateo, eligió a muchos otros tomándolos “del lugar más despreciado”. Así lo hizo con mujer samaritana y con muchos otros pecadores, constituyéndolos apóstoles.
Y luego, en la vida de la Iglesia, muchos cristianos, muchos santos que han sido escogidos de lo más bajo... escogidos de lo más bajo. Esta conciencia que los cristianos debemos tener -de donde fui elegido, de donde yo fui elegida para ser cristiano- debe permanecer a lo largo de toda la vida, permanecer allí y tener la memoria de nuestros pecados, la memoria de que el Señor tuvo misericordia de mis pecados y me eligió para ser cristiano, para ser apóstol.
Mateo no ha olvidado sus orígenes
El Papa describe entonces la reacción de Mateo a la llamada del Señor: no se vistió de lujo, no empezó a decir a los demás: yo soy el príncipe de los Apóstoles, aquí mando yo. “¡No! Trabajó toda su vida por el Evangelio”.
Cuando el Apóstol olvida sus orígenes y comienza a hacer carrera, se aleja del Señor y se convierte en un funcionario; eso hace mucho bien, quizás, pero no es un Apóstol. Será incapaz de transmitir a Jesús; será un armador de planes pastorales, de muchas cosas; pero al final, un hombre de negocios. Un hombre de negocios del Reino de Dios, porque olvidó de dónde fue elegido.
A nosotros nos falta la generosidad, al Señor no
El escándalo de los doctores de la ley
A la llamada, Mateo renuncia a su amor, al dinero, para seguir a Jesús. Y, dice el Papa, invita a los amigos de su grupo a almorzar con él para celebrar al Maestro. Así, en esa mesa se sentó “lo peor de lo peor de la sociedad de la época. Y Jesús con ellos”.
El misterio de la misericordia es el corazón de Dios
A los que se escandalizan, Jesús les responde que no son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos y: “Misericordia quiero, y no sacrificios”. “Comprender la misericordia del Señor –concluye Francisco- es un misterio; el misterio más grande, más bello, es el corazón de Dios. Si quieres llegar precisamente al corazón de Dios, toma el camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia”.
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