Carta del Papa en la 32° Conferencia sobre desigualdad sanitaria
de Sofía Lobos
Del 16 al 18 de noviembre, tiene lugar en el Aula Nueva del Sínodo en el Vaticano, la 32° Conferencia Internacional sobre desigualdad global en la salud organizada por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en colaboración con la Confederación internacional de las instituciones católicas sanitarias (CIISAC), sobre el tema “Afrontar la desigualdad global en materia de salud”.
En este contexto, el Papa Francisco ha dirigido una carta al cardenal Turkson, prefecto de este Dicasterio organizador, en la que saluda y agradece a todos los participantes y entidades que han trabajado para llevar a cabo esta iniciativa.
Citando los datos estadísticos de la conferencia del año pasado 2016, el Santo Padre destacó la gran diferencia existente entre países ricos y países pobres, en cuanto al índice de esperanza de vida de sus habitantes y la posibilidad de recibir tratamientos sanitarios adecuados.
Erradicar la pobreza con gestos concretos
“La Iglesia no puede ser indiferente a estos hechos. Siendo consciente de que su misión está orientada al servicio del ser humano creado a imagen de Dios, debe encargarse de cuidar de su dignidad y de sus derechos inalienables”, explica el Pontífice, reconociendo su satisfacción ante el proyecto presentado por la Conferencia con el objetivo de afrontar de manera concreta estos desafíos: una plataforma operativa que comparta y trabaje conjuntamente con las instituciones católicas sanitarias, presentes en diversos contextos sociales y geográficos.
“Me complace animar a los actores de este proyecto a perseverar en su compromiso, con la ayuda de Dios”, escribe el Obispo de Roma. “En primer lugar, a ustedes se les llama profesionales de la salud y tienen que ser promotores de una mayor sensibilización de las instituciones y de la industria sanitaria para que todos puedan beneficiarse del derecho a la protección de la salud”, añade Francisco, haciendo hincapié en que esta problemática social no depende sólo del factor sanitario, sino también de otros factores como el económico, social, cultural y decisional.
De ahí, surge la urgente necesidad de “resolver las causas estructurales que dan origen a la pobreza y no centrarse simplemente en atender una exigencia pragmática que busca obtener resultados numéricos y ordenar la sociedad, sino verdaderamente curar una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que la llevará sólo a nuevas crisis”, advierte el Sucesor de Pedro, reflexionando sobre la necesidad de solucionar radicalmente los problemas de los pobres, “renunciando a la actual autonomía absoluta de los mercados y a la especulación financiera para dar paso a nuevas estructuras económicas que promuevan la igualdad”.
Cuidar al enfermo como "Buenos Samaritanos"
Asimismo en la carta, el Papa refleja otro aspecto imprescindible para quienes “sirven al Señor dedicándose al cuidado de la salud de los enfermos”: la dimensión de la escucha, del acompañamiento y del apoyo de la persona. “El cuidado, tal y como nos enseña Jesús en la Parábola del Buen Samaritano, está hecho de compasión, que no es sinónimo de pena o de disgusto, sino de algo más; es una predisposición a entrar en el problema, a ponerse en lugar del otro, el único modo para substraer el dolor de la soledad y de la angustia”, explica Francisco.
La compasión “es también una vía privilegiada para edificar justicia”, subraya el Pontífice, “ponerse en el lugar del otro, no sólo permite conocer la fatiga, el dolor y miedo ajeno, sino también descubrir el interior de la fragilidad que lleva cada ser humano, la preciosidad y el valor único en una sola palabra: dignidad”
El Santo Padre concluye su carta dando una recomendación específica a la industria farmaceutica convocada en esta Conferencia para afrontar el problema al acceso a las terapias antirretrovirales en edad pediátrica. Y haciendo referencia a la Nueva Carta dirigida a los trabajadores sanitarios, el Papa pide que las leyes internas de las empresas tengan presente “el derecho al acceso a estas terapias esenciales, sobre todo en los países menos desarrollados, y a las estrategias sanitarias sostenibles, que buscan la justicia y el bien común, tanto a nivel económico como ético”.
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