Programa en español para Guinea Ecuatorial y África - 11 noviembre 2017
Lo dijo el Papa Francisco con el Evangelio del XXXI domingo del Tiempo Ordinario, introduciendo el rezo a la Madre de Dios e invocando la ayuda de la Virgen María «para rehuir del orgullo y de la vanidad y ser mansos y dóciles al amor que viene de Dios, para servir a nuestros hermanos y su alegría será también la nuestra».
Haciendo resonar las palabras del Señor (cfr Mt 23, 1-12), el Obispo de Roma puso en guardia contra «un defecto frecuente en cuantos tienen autoridad - tanto autoridad civil como eclesiástica – es el de exigir a los otros cosas, que aun siendo justas, ellos mismos no ponen en práctica en primera persona: llevan una doble vida».
La autoridad nace del buen ejemplo, es una ayuda, pero si se ejerce mal se vuelve opresiva y lleva también a la corrupción, advirtió el Santo Padre, que luego expresó asimismo su pena al ver a personas que viven corriendo detrás de la vanidad de las condecoraciones: ¡nosotros los discípulos del Señor no debemos hacer eso!
«Sor Vattalil dio testimonio de Cristo en el amor y la mansedumbre, y se une a la larga fila de mártires de nuestro tiempo. Su sacrificio es una semilla de fe y paz, especialmente en tierra hindú. Era muy buena. La llamaban “la monja de la sonrisa’».
Así recordó el Papa, después del Ángelus y del responso por los difuntos, a la nueva beata mártir, proclamada en la India Regina Mary Vattalil, religiosa de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Clarisas, asesinada por su fe cristiana en 1995.
Anunciando un nuevo ciclo de catequesis semanales dedicado a la Eucaristía, el Papa Francisco quiso subrayar que «no podemos olvidar el gran número de cristianos que, en el mundo entero, en dos mil años de historia, han resistido hasta la muerte por defender la Eucaristía; y cuántos, aún hoy, arriesgan su vida por participar en la Misa dominical».
Haciendo hincapié en que «lo que Tomás le pide al Señor es lo que todos nosotros necesitamos: verlo y tocarlo para poderlo reconocer», reiteró que los Sacramentos salen al paso de este anhelo humano y que la celebración Eucarística lo hace de forma especial: «son los signos del amor de Dios, el camino privilegiado para encontrarnos con Él».
Lamentando que hay quien se aburre y olvida que en la celebración Eucarística el Señor está presente al lado nuestro, y recomendando también que se les enseñe bien a los niños a hacer la señal de la cruz, el Santo Padre expresó su tristeza ante algunas actitudes que distraen durante la celebración de la Misa:
¿Por qué en un determinado momento el sacerdote que preside la celebración dice: «levantemos el corazón»? No dice: «¡Levantemos nuestros móviles para hacer una fotografía!». ¡No, es algo feo! Les digo que a mí me da mucha pena cuando celebro aquí en la Plaza o en la Basílica y veo tantos teléfonos levantados, no solo de los fieles, sino también de algunos sacerdotes y también obispos. ¡Pero por favor! La Misa no es un espectáculo: es ir al encuentro de la pasión y la resurrección del Señor. Por ello el sacerdote dice: «levantemos el corazón». ¿Qué quiere decir esto? Recuérdenlo: nada de teléfonos».
(CdM)
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