El Papa en el Ángelus: “estar atentos a la voz de Dios y dejarse transformar por el Espíritu”
Mireia Bonilla - Ciudad del Vaticano
En el segundo domingo del tiempo de Cuaresma, el Santo Padre recordó, desde el balcón del Palacio Pontificio, la invitación que nos hace el Evangelio de hoy de “contemplar la transfiguración de Jesús”. Un pasaje del Evangelio según San Marcos que está íntimamente relacionado con la revelación que hizo Jesús a sus discípulos cuando a éstos les dijo que tendría que “sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días” (Mc 8,31). Este anuncio, explica el Papa Francisco, puso en crisis a Pedro y a todos los discípulos, pues no contemplaban la idea de que Jesús fuese rechazado por los líderes del pueblo y asesinado.
La transfiguración de Jesús: amor infinito
El Papa hace una pausa para lanzar una pregunta a los fieles presentes: ¿Cómo poder seguir a un Maestro y Mesías cuya vida terrenal terminaría de esa manera? La respuesta – asegura - viene precisamente de la transfiguración: “una aparición pascual anticipada”. La transfiguración permite a los discípulos afrontar “la pasión de Jesús” de un modo positivo, sin sentirse abrumados, también les ayudó y nos ayuda hoy a nosotros, “a comprender que la pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento”, pero sobre todo, “un don de amor infinito por parte de Jesús” que dona su vida en sacrificio, atravesando el camino de la persecución, el sufrimiento y la muerte.
Francisco también explica que si antes de la pasión no hubiese estado la “Transfiguración de Jesús”, la resurrección y el misterio pascual de Jesús “no se hubieran comprendido fácilmente en toda su profundidad”. Para comprenderlas, - afirma el Papa – “es necesario saber de antemano que Aquel que sufre y que es glorificado no es sólo un hombre, sino el Hijo de Dios” que nos ha salvado con su amor fiel hasta la muerte.
La divinidad de Jesús debe manifestarse precisamente en la cruz
La revelación de la “divinidad de Jesús” tuvo lugar en la montaña, relata Francisco, y es por ello que invita a “subir con Jesús a la montaña” y permanecer con Él, “estar más atentos a la voz de Dios y dejarse envolver y transformar por el Espíritu”, especialmente durante la Cuaresma. Una experiencia de contemplación y oración, en la que el Papa también nos pide que la vivamos “no para escapar de la dureza de lo cotidiano, sino para disfrutar de la familiaridad con Dios”, y reanudar así con vigor renovado “el camino extenuante de la cruz, que conduce a la resurrección”.
Por último, pidió confiar en la maternal ayuda de la Virgen María para proseguir con fe y generosidad “el camino de la Cuaresma”.
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