Padre Tolentino, primer portugués en predicar Ejercicios Espirituales al Papa
María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco es “un pastor y un padre” que con “la fuerza profética de sus gestos y de sus palabras” y con su “comunicación simple e incisiva” nos restituye “la frescura y la fragancia del Evangelio”: son las palabras del padre José Tolentino Mendonça, sacerdote portugués llamado este año a predicar los Ejercicios Espirituales del Papa y de la Curia Romana, en programa del 28 al 23 de febrero en la Casa Divin Maestro en la localidad de Ariccia, en las puertas de Roma.
En una entrevista exclusiva concedida a Domingos Pinto para Vatican News, el sacerdote portugués, teólogo, poeta y escritor de fama internacional, evidencia el coraje del Papa Francisco. Un coraje que el padre José Tolentino define “profético, que toca a todos” y que no deja a nadie indiferente: “Es realmente un gran testimonio del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo de nuestro tiempo”, asegura.
Es la primera vez que un sacerdote portugués orienta la reflexión del Papa en Cuaresma. Un desafío que el padre José acoge con humildad:
Será un retiro centrado en el tema del “Elogio de la sed”, y en sus 10 intervenciones el también vice-Director de la Universidad Católica de Lisboa, tratará los siguientes temas: “Aprendiz del estupor”, “La ciencia de la sed”, “Me di cuenta que tengo sed”, “Esta sed de nada”, “La sed de Jesús”, “Las lágrimas describen una sed”, “Beber de la propia sed”, “Las formas del deseo”, “Escuchar la sed de las periferias”, “La bienaventuranza de la sed”.
En la entrevista, el padre Tolentino, también Consultor del Pontificio Consejo de la Cultura, asegura que “el corazón del ser humano es un depósito inagotable de sed”. “Cada ser humano tiene sed: sed de amor, sed de reconocimiento, sed de relación, sed de dignidad, sed de diálogo, sed de encuentro, sed de humanidad y mucha sed de Dios”. Y recuerda que “una de las últimas palabras de Jesús en la Cruz” fue precisamente ésta: “tengo sed”. “Y esto, agrega, continúa a ser un grito que Jesús confía a su Iglesia”. “Jesús pide a su Iglesia que sea partícipe” de esta sed de Dios y del hombre. Una sed que, antes que nada, tiene que ser descubierta, para descubrir quién puede satisfacer esta sed.
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