El Papa celebra la Misa de la Cena del Señor en la cárcel Regina Coeli
Griselda Mutual - Ciudad del Vaticano
“En el ingreso de las casas estaban los esclavos que lavaban los pies. Era un trabajo de esclavos pero era un servicio, hecho por los esclavos. Jesús quiso hacer este servicio para darnos un ejemplo de cómo nosotros tenemos que servirnos los unos a los otros”: fueron palabras del Papa Francisco en la homilía celebrada en la Cárcel Regina Coeli de Roma.
Es este día entrañable para el pueblo cristiano, en que se da inicio al Triduo Pascual en la Misa vespertina con la conmemoración de la Última Cena de Nuestro Señor Jesucristo, el Romano Pontífice se dirigió a la Cárcel de Regina Coeli de la ciudad de Roma para celebrar la Santa Misa y cumplir el rito del lavatorio de los pies, tal como hizo Jesús con los doce apóstoles.
La visita, de carácter privado, vio en primer lugar al Santo Padre encontrar a los detenidos enfermos. Sucesivamente se dirigió para celebrar la Santa Misa en la “Rotonda”, mismo lugar que viera por primera vez un pontífice el 26 de diciembre de 1958: era San Juan XXIII, con un encuentro que quedó grabado en la memoria histórica y en el corazón de la Iglesia. Tras los pasos de su predecesor, Papa Pablo VI visitó la misma cárcel en 1964, y treinta y seis años más tarde, Papa Juan Pablo II, ya anciano, lo hizo durante el gran jubileo del año 2000.
En la Misa de conmemoración de la institución de la Santa Eucaristía, en la que Nuestro Señor Jesucristo realizara la gran lección de humildad y de servicio lavando los pies a sus apóstoles, y constituyéndolos sacerdotes mediadores de Su Palabra, Sus sacramentos y de Su salvación, el Obispo de Roma lavó los pies a doce personas, doce detenidos, cumpliendo de esta forma el “mandato” de Cristo de estar al servicio de los hermanos.
Los detenidos elegidos para el rito del lavatorio de los pies provienen de siete países: cuatro italianos, dos filipinos, dos marroquíes, un moldavo, un colombiano, un nigeriano, y uno de Sierra León, ocho de ellos de religión católica, un ortodoxo, un budista y dos musulmanes.
Como recuerdo de su visita, el Papa deja como don el altar sobre el que celebró la Misa in Coena Domini, una obra en bronce del escultor Fiorenzo Bacci de Porcia, que fuera donada al Santo Padre durante la Audiencia general del 12 de noviembre de 2016.
La Misa in Coena Domini en el Centro Penitenciario Regina Coeli, sucede a las presididas por el Santo Padre en la cárcel de Paliano en 2017, en C.A.R.A. de Castel Novo de Porto en 2016, en la cárcel de Rebibbia en 2015, en la Fundación Don Gnocchi en 2014 y en la Cárcel de menores de Casal del Marmo.
A continuación la homilía completa del Papa Francisco:
Jesús termina su discurso diciendo: « Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis». Lavar los pies. Los pies en aquel tiempo eran lavados por los esclavos. Era un trabajo de los esclavos. La gente recorría las calles, no había asfalto, no había “sampietrini”; en aquel tiempo había polvo en el camino y la gente se ensuciaba los pies. Y en el ingreso de las casas estaban los esclavos que lavaban los pies. Era un trabajo de esclavos pero era un servicio: un servicio hecho por los esclavos. Jesús quiso hacer este servicio para darnos un ejemplo de cómo nosotros tenemos que servirnos los unos a los otros.
Una vez, cuando estaban en camino, dos de los discípulos que querían hacer carrera, pidieron a Jesús ocupar los puestos importantes, uno a su derecha y el otro a la izquierda, (cfr. Mc 10,35-45). Jesús los miró con amor -Jesús siempre miraba con amor - y les dijo: «No saben lo que piden». Los jefes de las naciones – dice Jesús – “dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad” (v.48) Pensemos, en aquella época de los reyes, emperadores, muchos crueles, que se hacían servir por los esclavos. Entre ustedes – dice Jesús - no debe ser así: el que quiera ser grande, que se haga servidor. El jefe vuestro debe ser vuestro servidor. Jesús revierte la costumbre sólida y cultural de aquella época y también la de hoy. El que manda debe ser un bravo jefe, sea donde sea, debe servir.
Pienso muchas veces – no en este tiempo porque cada uno está vivo todavía y tiene la oportunidad de cambiar vida y no podemos juzgar – pero pensemos en la historia: si tantos reyes, emperadores, jefes de estado hubieran entendido esta enseñanza de Jesús y en vez de dominar, ser crueles, matar gente, hubieran hecho esto: ¡cuántas guerras se hubieran evitado! El servicio: de verdad que hay gente que no facilita esta actitud, gente soberbia, gente odiosa, gente que tal vez nos desea el mal; pero nosotros estamos llamados a servirlos aún más. Y también hay gente que sufre, que está descartada por la sociedad, al menos por un tiempo, y Jesús va allí para decirles “tú eres importante para mí. Jesus viene a servirnos, y la señal que Jesús nos sirve hoy aquí, en la cárcel de Regina Coeli, es que ha querido elegir a doce de ustedes para lavarles los pies. Jesús arriesga por cada uno de nosotros. Jesús no se llama Poncio Pilato, no sabe “lavarse las manos”, sabe sólo arriesgar. Miren esta imagen tan bella: Jesús, inclinado entre las espinas, arriesgando herirse para agarrar a la oveja perdida. Hoy yo, que soy pecador como ustedes, pero que represento a Jesús, soy embajador de Jesús. Hoy cuando me incline ante cada uno de ustedes piensen: “Jesús ha arriesgado en este hombre, un pecador, para venir a verme y decirme que me ama”. Éste es el servicio, éste es Jesús: no nos abandona nunca, nunca se cansa de perdonar, nos ama tanto. ¡Miren como arriesga Jesús!
Y así, con este sentimiento, vamos adelante en esta ceremonia que es simbólica. Antes de darnos su Cuerpo y su Sangre, Jesús se arriesga por cada uno de nosotros, y arriesga en el servicio porque nos ama tanto.
Sucesivamente, en el gesto del intercambio de la Paz, el Santo Padre pronunció estas palabras:
Y ahora, todos nosotros - estoy seguro que todos nosotros- tenemos el deseo de estar en paz con todos. Pero en nuestros corazones hay tantos sentimientos contrastantes. Es fácil estar en paz con aquellos que amamos y con aquellos que nos hacen bien; pero no es fácil estar en paz con aquellos que nos han hecho mal, que no nos aman, con quienes estamos enemistados. En silencio, un momento, que cada uno piense en quienes nos quieren y a quienes queremos, y también cada uno de nosotros piense en los que no nos quieren y también en los que no queremos, y también, es más, de quienes querríamos vengarnos. Y le pedimos al Señor, en silencio, la gracia de dar a todos, buenos y malos, el don de la paz.
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