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Papa: Padre Pío, oración, pequeñez, sabiduría

El Papa Francisco destacó tres legados preciosos que nos dejó San Pío de Pietrelcina y puso en guardia contra la cultura del descarte: descarta a los pequeños y a Jesús

Cecilia de Malak – Ciudad del Vaticano

Después de venerar el cuerpo del Santo y el crucifijo de los estigmas, el Papa presidió la celebración de la Santa Misa, en el atrio de la iglesia de San Pío da Pietrelcina, con una participación multitudinaria de peregrinos, que llegaron a San Giovanni Rotondo, también de tantas partes del mundo.

Culminando su homilía, el Obispo de Roma exhortó a pedir la gracia de cultivar el legado del Padre Pío:

Los grupos de oración, los enfermos de la Casa Alivio, el confesionario

“Tres signos visibles, que nos recuerdan tres herencias preciosas: la oración, la pequeñez y la sabiduría de vida. ¡Pidamos la gracia de cultivarlas cada día!”

El Padre Pío nos ayuda a imitar a Jesús, con su oración de alabanza y su diálogo con el Padre

«San Pío, cincuenta años después de su ida al Cielo, nos ayuda, porque como herencia nos ha querido dejar la oración. Recomendaba: ‘Recen mucho, hijos míos, recen siempre, sin desfallecer’ (Palabras en el 2º Encuentro internacional de los grupos de oración, 5 de mayo de 1966)

El Papa hizo hincapié en que la oración puede nacer como pedido, también de socorro, pero madura en la alabanza y en la adoración:

«La oración es un gesto de amor, es estar con Dios y llevarle la vida del mundo: es una indispensable obra de misericordia espiritual. Y si no encomendamos a nuestros hermanos, las situaciones al Señor ¿quién lo hará? ¿Quién intercederá, quién se preocupará de llamar al corazón de Dios, para abrir la puerta de la misericordia a la humanidad necesitada?

Por eso, el Padre Pío nos ha dejado los grupos de oración.

A ellos les dijo: 'Es la oración, esta fuerza unida de todas las almas buenas, la que mueve el mundo, que renueva las conciencias, ... que cura a los enfermos, que santifica el trabajo, que eleva la asistencia sanitaria, que dona la fuerza moral.., que difunde la sonrisa y la bendición de Dios sobre toda angustia y debilidad'

¡Custodiemos estas palabras y preguntémonos: ¿yo rezo? Y, cuando rezo, ¿sé alabar, sé adorar, sé llevarle mi vida y la de los otros a Dios?»

Quiénes son los pequeños que saben acoger los secretos de Dios y los que Él prefiere

«Pequeños son aquellos que tienen un corazón humilde y abierto, pobre y necesitado, que perciben la necesidad de orar, de encomendarse y de dejarse acompañar. El corazón de estos pequeños es como una antena, que capta la señal de Dios enseguida, se da cuenta enseguida. Porque Dios busca el contacto con todos, pero el que se engrandece crea una enorme interferencia, no llega el anhelo de Dios: cuando se es un creído, no hay lugar para Dios.

Por ello Él prefiere a los pequeños, se revela a ellos, y el camino para encontrarlo es el de abajarse, de hacerse pequeños por dentro, de reconocerse necesitados.

El misterio de Jesucristo es misterio de pequeñez: Él se abajó, se anonadó. El misterio de Jesús -  como vemos en la Hostia en cada Misa - es el misterio de pequeñez, de amor humilde, y se percibe solo haciéndose pequeños y estando con los pequeños.

¿Sabemos dónde buscar a Dios? Está en los pequeños, que son 'reservas de amor'

Aquí hay un santuario especial donde Él está presente, porque hay tantos pequeños, señaló el Papa Francisco:

«San Pío lo llamó 'templo de oración y de ciencia', donde todos están llamados a ser 'reservas de amor' para los otros (Discurso para el 1º  aniversario de la inauguración, 5 de mayo de 1957): es la Casa Alivio del Sufrimiento.

En el enfermo se encuentra a Jesús, en el cuidado amoroso del que se inclina sobre las heridas del prójimo, está el camino para encontrar a Jesús. El que cuida a los pequeños está de la parte de Dios y vence la cultura del descarte, que, por el contrario, tiene predilección por los poderosos y considera inútiles a los pobres.

La cruel cultura del descarte de hoy, descarta a los pequeños y a Jesús

El que prefiere a los pequeños proclama una profecía de vida contra los profetas de muerte de todo tiempo. También de hoy, que descartan a la gente, descartan a los niños, a los ancianos, porque no sirven.

De niño, en la escuela, nos enseñaban la historia de los espartanos.

Me impactó lo que nos decía la maestra, que cuando nacía un niño o una niña con malformaciones, los llevaban a la cima del monte y los tiraban desde allí, para que no hubiera pequeños así. Nosotros de niños decíamos: ¡cuánta crueldad!»

“Hermanos y hermanas, nosotros hacemos lo mismo, con más crueldad, con más ciencia. El que no sirve, el que no produce es descartado. Ésta es la cultura del descarte, los pequeños no son queridos hoy. Por eso se aparta a Jesús»”

La verdadera sabiduría no está en el poder, en responder al mal con el mal

Con las palabras del profeta Jeremías, de la primera lectura, el Papa recordó que:

«La única arma sapiente e invencible es la caridad animada por la fe, porque tiene el poder de desarmar las fuerzas del mal.

San Pío combatió el mal toda su vida y lo hizo con sabiduría, como el Señor: con la humildad, con la obediencia, con la cruz, ofreciendo el dolor por amor. Y todos lo admiran, pero pocos hacen lo mismo.

Tantos hablan bien, pero ¿cuántos lo imitan?

Muchos están dispuestos a poner un 'me gusta' en la página de los grandes santos, pero ¿quién hace como ellos?

Porque la vida cristiana no es un 'me gusta' es un 'me dono'.

La vida perfuma cuando se ofrece como don; se vuelve insípida cuando se tiene para sí mismos».

Nadie se sienta excluido de la invitación que nos dirige Jesús

«Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» Mt 11, 28), nos dice el Señor:

«San Pío ofreció su vida e innumerables sufrimientos para hacer que los hermanos encontraran al Señor. Y el medio decisivo para encontrarlo era la Confesión, el sacramento de la Reconciliación.

Allí comienza y recomienza una vida sapiente amada y perdonada, allí comienza la curación del corazón.

El Padre Pío ha sido un apóstol del confesionario. Aún hoy nos invita allí: y nos dice: '¿Dónde vas? ¿donde Jesús o donde tus tristezas? ¿Dónde vuelves? ¿Donde aquel que te salva o a tus desánimos, tus pesares, tus pecados?

Ven, el Señor te espera. Ánimo, no hay ningún motivo tan grave que te excluya de su misericordia».

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17 marzo 2018, 12:12