Un hijo es amado por ser hijo, es fuente de auténtico milagro
Patricia Ynestroza - Ciudad del Vaticano
Y el 25 de marzo se celebró en distintos países de América Latina, la jornada del niño por nacer. En Argentina se celebró una Campaña nacional a favor de la vida, con el lema: Vale toda Vida. Aunque si este año la Solemnidad de la Anunciación del Señor se celebra el 9 de abril, muchos países lo celebraron el 25 de marzo, coincidiendo con el Domingo de Ramos.
El Papa Francisco en su catequesis hablando de los niños dice que son un gran don para la humanidad. Ellos nos recuerdan que todos hemos sido totalmente dependientes de los cuidados de otros. Ellos son una riqueza para la Iglesia y para nosotros. Nos hacen ver que todos somos siempre hijos, necesitados de ayuda, necesitados de amor y perdón, que son las condiciones para entrar en el Reino de Dios. Mons Vincenzo Paglia presidente de la Pontificia Academia para la Vida afirma que se necesita entender que el Concilio Vaticano segundo nos pide que todos seamos mártires, que donemos la vida al otro.
Un hijo es amado por ser hijo, no porque sea bello, sano, bueno, no porque piense igual que yo, o encarne mis deseos. El Papa Francisco recuerda que al ser hijos y al hablar de los niños, nos permite descubrir la dimensión gratuita del amor, de ser amados antes de haber hecho nada para merecerlo, antes de saber hablar o pensar, incluso antes de venir al mundo. Es una experiencia fundamental para conocer el amor de Dios, fuente última de este auténtico milagro.
Una sociedad sin hijos, no tiene futuro
Lamentablemente, incluso después del nacimiento, la vida de los niños sigue estando expuesta al abandono, al hambre, a la miseria, a la enfermedad, a los abusos, a la violencia, a la explotación. Las múltiples violaciones de sus derechos, que se cometen en el mundo, hieren dolorosamente la conciencia de todo hombre de buena voluntad”.
Una sociedad que no se rodea de hijos, que los considera un problema, que los considera un peso, no tiene futuro. Pero el Papa Francisco dice que la concepción de los hijos debe ser responsable, pero el simple hecho de tener muchos hijos no puede ser visto como una decisión irresponsable. La vida rejuvenece y cobra nuevas fuerzas multiplicándose. Los hijos crecen compartiendo alegrías y sacrificios.
Los niños desmontan la idea de creernos autónomos y autosuficientes, como si nosotros nos hubiéramos dado la vida y fuéramos los dueños, en vez de haberla recibido. Los niños nos enseñan también el modo de ver la realidad de manera confiada y pura. Cómo se fían espontáneamente de papá y mamá, cómo se ponen sin recelos en manos de Dios y de la Virgen. Sienten con sencillez las cosas, sin ver en ellas únicamente algo que puede servirnos, que podemos aprovechar. Ellos sonríen y lloran, algo que a menudo se bloquea en los mayores.
El Papa también recuerda que los niños dan vida, alegría, esperanza. Dan también preocupaciones y a veces dan problemas, pero es mejor así que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños, o no quieren niños. Mons Vincenzo Paglia, recuerda la necesidad de "hacer de este mundo un lugar pacífico y justo, en el que todos los niños puedan disfrutar de una vida plena”.
El Papa nos dice que podemos estar seguros de que Dios no se olvida de ninguno de sus hijos más pequeños: sus ángeles están viendo continuamente su rostro en el cielo. Jesús los trató con especial predilección, imponiéndoles las manos y bendiciéndolos; además dijo que, de ellos y de los que se hacen como ellos, es el Reino de los cielos. La Iglesia, por su parte, siempre ha transmitido a los niños y a sus familias la bendición del Señor, poniéndose a su servicio con solicitud maternal y defendiendo con decisión sus derechos.
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